domingo, 23 de septiembre de 2018

¿Otoño is here?

Esta madrigada, sobre la una de la mañana, ha entrado el otoño, dicen. Yo no he notado nada, únicamente hace calor como si estuviéramos en julio o agosto. Si quería coger la moto debía madrugar, como vengo haciendo desde mayo, prácticamente.

Ha hecho incluso más calor que ayer, que también di una vuelta con el Martillo de Lucifer. Hoy he cogido una ruta un poco distinta, porque con la 690 quiero huir de carreteras rápidas y transitadas. Mejor muchas curvas, cuanto más lentas mejor. 


La máquina austríaca es una pasada. Acostumbrado a motos más pesadas, entre su agresivas geometrías y la ausencia de inercias, requiere un tiempo de adaptación. Es asombroso lo rápido que puedes cambiar de dirección, lo tarde que se puede frenar, lo pronto que puedes abrir gas aunque vayas bastante inclinado. 
Buscarle las cosquillas pasa de ser un juego a convertirse en una obligación, porque ella te pide más y más. Su motor se estira y ofrece empuje lineal hasta la línea roja sin desfallecer, y puede correr mucho, muchísimo más de lo que uno espera de una moto con ese aspecto campero.


La sierra más oriental de Huelva ofrece ricos paisajes, entornos boscosos que todos los años son castigados con algún incendio, lamentablemente. Hoy anduve en las cercanías de un pueblo llamado Castillo de las Guardas, donde, a mitad del recorrido de mi ruta, decidí desayunar lo más típico: 


La vuelta ocurrió sin incidencias, y sólo señalar la abundancia de ciclistas a pesar del calor reinante, pero ya uno está acostumbrado a compartir las carreteras con estos individuos abusones, intransigentes, abusones y maleducados. En general creo que no nos molestamos mucho, pero es sólo porque he aprendido a esquivarlos y predecirlos.

Es lo que hay.

Fantástica ruta. Quizá la última de la 690 con rudas de carretera. 

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