domingo, 24 de septiembre de 2017

El ritmo (the pace)

El concepto que tenemos los motociclistas ibéricos sobre "ritmo", no es desde luego el que tienen los anglosajones. Ellos llaman "the pace" a eso que es algo difícil de adquirir, y que sólo tras años y años y años de pasar una y otra vez por las mismas rutas uno es capaz de conseguir.
Yo mismo soy capaz de ir desde Beas hasta la venta del cruce de Santa Ana sin tocar una sola vez el freno, a un ritmo tal que me permita circular con alegría en las curvas (sin morirme del aburrimiento) y sin el estrés de tener que abrir el mango en las rectas. Este es un concepto que los jóvenes tardan en adquirir.
A la juventud le hierve la sangre, y por lo general, además, llegan al mundo de la conducción "deportiva" en carretera con poca experiencia. Y lo que es peor, ni si quiera son conscientes.

Pero es que además, últimamente también lo veo en gente de más edad.

El mundo de las superdeportivas de calle está muy apagado desde hace unos años ya, y ahora lo que se estila con motos naked (que casi casi que son motos deportivas de manillar ancho y sin carenado) y sport-turismo de altos vuelos, máquinas seudotrail de carretera, potentes, grandes, con mucha electrónica y chucherías. Y es que, encima, son bonitas las jodías!!!

Este ha sido el fin de semana de apertura de la venta tras las vacaciones, y aunque yo soy más de sábados, he salido hoy, domingo, para dar una vuelta antes de ver las carreras en la tele.

La venta estaba atestada, pero he encontrado sitio en una mesa con Glenn Dawson y su novia, una pareja muy aficionada a la moto, que me reconocieron que cogieron la moto viernes, sábado y hoy también. Tela. No ganarán para neumáticos y gasolina. Glenn es simpático, extrovertido, muy rubio y de piel blanquísima, y extremadamente hablador con su acento peculiar. Como todos los australianos.

Se hacía tarde, era hora de volver si quería ver las carreras en directo, de modo que me puse en marcha tranquilamente, dejando a la rubia italiana tomar temperatura. Fui avisado por algunas motos que me crucé de que la GC estaba apostada más adelante, así que fui en modo conservador hasta que me los encontré en medio de una curva. Habían parado a un coche y le estaban multando.

A partir de ahí ya me animé un poco más, siempre con el ritmo presente. Un par de pastillazos y poco más, pero muy divertido porque ha hecho un día precioso y con muy poco tráfico para ser domingo.

Después de pasar Zalamea tiré, como siempre últimamente, hacia Berrocal, justo tras un grupo de ocho motos. Cuando me pasa algo así, maldigo mi suerte, porque por regla general, y tratándose de la carretera que es, es raro que yo sea capaz de ir cómodo detrás de un grupo así, con un par de CBR900, tres naked, dos GS1200 y una multistrada, estas tres últimas con maletas, altillo y pasajero. Bueno, tenía unos 15 km para quitármelos de encima antes de llegar a la zona buena de curvas.
Pero yo no esperaba que fueran como iban, claramente encima de lo aconsejable y recomendable para la carretera que pasa junto a Membrillo Alto y Bajo, y después por Marigenta, con multitud de curvas ciegas y en la que yo me he encontrado cabras, perros acostados, ancianos paseando, coches cruzando entre fincas...
Eso sólo podía indicar una de estas cuatro cosas: son unos putos inconscientes, no conocen la carretera y sus características, no tienen ni idea de ir en moto, o todas las anteriores a la vez. Sea como fuere, estaba claro que no sabían andar. Y hablo de ocho motociclistas que se aventuran, en un grupo tan heterogéneo, por una carretera ratonera, retorcida y muy técnica.
Como me di cuenta del percal muy pronto, a la primera de cambio me quité de enmedio a las deportivas y las naked (que iban con pantalones y cazadora de ruteros, no con mono deportivo). Los de las motos gordas con pasajero y armario empotrado parecían ser más experimentados... en ir en línea recta, acelerar mucho y frenar tarde. Qué mal rato pasé hasta que los adelanté a todos!!!!!

Cuando ya sólo me quedaba uno, el de la Multistrada, en una bajada que acaba con un cerrado y escondido garrote de derechas, avisé de tal circunstancia con gestos de mi brazo izquierdo a los que venían detrás de mí, pero nada pude hacer con el de la Multi, que, inevitablemente y viendo su modo de conducir, se la comió, viéndose obligado a invadir completamente el carril contrario para redondear la curva, frenando in extremis. Los vi en el suelo, me asusté. Aún así, el tipo seguía tratando de ir rápido, ¿demostrando qué? ¿queriendo demostrar qué? ¿y a quién?
La bajada es larga, y llena de curvas muy muy cerradas con guardarraíles y sin arcén. Claramente el tipo no sabía dónde se había metido. Estaba en una ratonera, y yo, aunque no soy ni mucho menos el gato que espera para dar el zarpazo, me mantenía a prudencial distancia esperando el desastre en cualquier momento. Finalmente, el tipo claudicó, se apartó saliendo de una horquilla y me hizo un gesto para que le adelantara, cosa que ejecuté en el ipso facto.

Esa ha sido la anécdota del día, anécdota que podía haber acabado en tragedia. Conductores así hay a puñados, personas que no son conscientes de su realidad ni de sus capacidades, egos superlativos sin control. Es muy fácil rebasar la delgada línea que separa el placer del desastre cuando uno no va con el ritmo adecuado. Yo he tardado décadas y decenas de miles de kilómetros en todo tipo de motos, para aprender un poco. Y desde luego, soy extremadamente conservador si no conozco la carretera.

Pero si hay algo que la experiencia me ha enseñado es que no puedo esperar que los demás sean y piensen como yo. Sabiéndolo, soy más libre.
Free.

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