lunes, 5 de junio de 2017

American Gods

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Atraído por la publicidad de su versión cinematográfica, que pronto se estrenará, me decidí a leer esta novela.
Aunque se aleja de mis gustos actuales, por englobarse en la literatura de fantasía que ya dejé atrás tras pasar la adolescencia (bastante tuve con Tolkien y afines), decidí probar por variar un poco... con dispares sentimientos. Me explicaré.

Neil Gaiman fue guionista de comics durante un tiempo, donde tuvo más o menos fortuna, y después se pasó a géneros más serios, si es que se pude decir tal cosa. Parece que American Gods es su más exitosa obra, cosa que achaco, sin duda, a una buena labor de mercadotecnia, marquetin, publicidad, etc. Llámenlo como quieran. El libro, que nos quiere presentar una guerra entre dos facciones de dioses, decepciona.
Para empezar, el protagonista, un tal Shadow (no se sabe porqué nunca conoceremos su nombre real), es un sujeto muy pasivo, al que las cosas le suceden sin que aparentemente él las busque. Parece ser la historia de su vida, desde sus aventuras amorosas, hasta las extrañas circunstancias por las que acabó pasando tres años en chirona. Una vez que sale del talego, es reclutado, sin oponer resistencia ni preguntarse nada, por un extraño señor. Más adelante se descubrirá que el señor reclutador es Odín. A partir de ahí van apareciendo todo tipo de dioses de diversas épocas y lugares, desde Egipto hasta la India, pasando por antiguas leyendas irlandesas, e incluso se le aparece su esposa, recientemente fallecida, en modo zombi... el acabose.
Surge una nueva hornada de dioses modernos, personalización de lo que llena las mentes de la plebe hoy por hoy: TV, internet, electricidad, informática... que disputan la atención de adoradores a aquellas antiguas deidades. De modo que va a tener lugar una guerra, una lucha física entre ambos bandos.
No queda claro el papel de Shadow aquí. No tiene sentido meter a un simple mortal en medio de esta vorágine de acontecimientos. No se explica, no se relaciona con la historia de los dioses hasta que más adelante se descubre un pequeño detalle, pero ni así se justifica.
Los dioses clásicos no parecen tener mucho poder, por no decir que apenas tienen.
El autor se va a menudo por las ramas en pequeñas subhistorias que nada aportan, como una obligación para rellenar páginas y más páginas que no hacen sino aumentar la sensación de tedio que inunda toda la novela.
En resumen, la terminé porque me gusta terminar lo que empiezo, y poder así hablar con conocimiento de causa: muchas novelas parecen tristes, lentas y horribles, pero se redimen claramente en los últimos compases de forma magistral. No es el caso que ahora nos ocupa.
Hay unos interludios entre capítulos que cuentan la llegada de algunos dioses al continente americano, y son interesantes, sin duda lo mejor, aunque en verdad hay que señalar que poco tienen que ver con la trama. Su intercalado viene bien para no aborrecer a las primeras de cambio este texto mediocre y casi de serie B.

Ahórrense el tiempo de lectura para hacer algo mas provechoso, ese es mi consejo.

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