lunes, 6 de febrero de 2017

Café para empezar la semana

¿Hace falta excusa?
A uno le apetece y ya. No se necesita más. 
A medio camino de un paseo para empezar a conocernos la rubia y yo, aprovecho para tomar un café fuertecito, como a mí me gusta, en Zalamea la Real.

Hasta ahora fueron meras relaciones esporádicas, casi sin apenas contacto. Hoy, aunque no hemos llegado a intimar, pues todo sigue siendo casto y puro por ahora, la conversación ha sido más profunda. Nos hemos reído, y recordado viejos tiempos también.

El imprescindible café oscuro, compañero omnipresente de toda rodada que se precie.

Siempre me gustó la Bellucci, aunque su papel en la última de Bond fuera tan insulso como innecesario. Una pena, apenas una mota en su insinuante currículo. 
Pero no es rubia. Tendré que buscar una apetitosa italiana rubia para coger su nombre y bautizar a mi testastretta. 
No hay, prisa. Aún no nos tuteamos, solo hemos quedado para dar una vuelta. 

Mientras decido, echamos un vistazo a algunas rubias italianas...

Cómo no citar a la sempiterna Loren, musa de varias generaciones, mito vivo, que tuvo su momento rubio, lo que no distrae de sus atributos naturales:



Pero aunque desconocidas para el gran público, por motivos de temática o por edad, hay otras fantásticas bellezas dignas de pasear nuestros ojos sobre ellas. Pertenecientes a otros tiempos, una era de bellezas naturales, lejos de la tiranía de la silicona y el quirófano, momentos que ya no volverán (casi me atrevería a asegurar).

Monica Vitti:



Verna Lisi:





Menuda mirada, joder. Eran otros tiempos, de mujeres impactantes, presencias apabullantes, de las que dejaban huella. Escenas en las que sobraban las palabras, no hacían falta con unos ojos como esos.

Seguimos con Gloria Guido:




Míradas tan dulces como duras, latinas con un toque exótico. Bestias de lo atractivo.

Voviendo a mi rubia, me ha costado unos cuantos kilómetros, pero me fui acostumbrando a su exigente postura. Quizá la memoria muscular ha ayudado... no lo sé. Es una moto extrema, dicen que no tanto como sus antecesoras (saga Tamburini de 916-748-996-998)... pues menos mal. A su lado, cualquier hiperdeportiva RR japonesa es una moto de gran turismo, por muchos CaVallos que desarrollen.

Y aunque mi piccola superbike declare 108 cv, cunden mucho, tiene un buen medio régimen que se aprovecha tela entre curvas y dentro de ellas, porque no se trata de correr en la recta, sino en pilotar sin tocar apenas freno, dejar la moto retener levemente, tumbar confiando ciego, hilar fino, con tiralíneas. Y apoyado en la curva es cuando sale a relucir la esencia, el porqué, el cómo. El tacto único de ese chasis multitubular en acero, la tracción suave pero constante, la suspensión firme pero acompasada... elementos de una ecuación que se conjuga en momentos inolvidables. Cada curva es un problema que se resuelve sin pestañear.

Así viví esta tarde. Así he intentado transmitirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.