domingo, 14 de febrero de 2016

Payoyo


En Villaluenga del Rosario, a pocos km de Grazalema, podemos encontrar esta fábrica de quesos que también vende al por menor en una pequeña tiendita. Pepe posa junto a la entrada, feliz, sabedor de que va a disfrutar de un manjar que le encanta.
Hay tiempo para casi todo cuando uno alquila una casa rural, antiguo molino de agua que aprovechaba las riberas que venían llenas cuando en la sierra de Cádiz caía la lluvia... como ha ocurrido durante todo un laaaargo fin de semana:


Oh, placer inmenso.

Viene bien salir de nuestra zona de control, que no de confort (cosas distintas son), escapar del viento, la bicicleta, las comodidades del hogar, el interné, la TV y todos esos etcéterae que nos rodean y nos gustan y nos hacen todo fácil y divertido.

Es bello compartir, convivir con amigos y familia, conocer nuevos entornos. Aunque yo ya conocía estos parajes, allá por los primeros años ochenta fui traído por aquí alguna vez, ahora he sido más consciente de su belleza, su singularidad. 
Pocos momentos sin lluvia pero bien aprovechados para pasear, explorar un poco, tirar algún autorretrato con mi flamante palo por cortesía de Nesquick...



Naturaleza viva, casi en pleno apogeo, pareciera mentira estando en las fechas en las que estamos. Ha hecho fresco estos días, pero este relativo frior viene un poco retrasado, y no es nada crudo, la verdad. Permítanme una pose seria, casi malhumorada:


No pudo faltar una pequeña ruta de senderismo, abortada en lo mejor por la aparición, cómo no, de las persistentes gotas que calaban a los bobos rápidamente:




Al fondo pueden ver ovejas mezcladas con algunas cabras payoyas, creo que es una raza autóctona de la que extraen la leche que da nombre al queso de la fábrica referida supra.
No hay momento para la tristeza en un sitio así, nuestras caras nos delatan:


Vista general delantera de la casa rehabilitada, cuya chimenea ha estado funcionado a tiempo completo durante casi tres días:


Hubo tiempo de rular por la zona, y decidimos acercarnos a Zahara, a unos pocos kilómetros de distancia por una carretera infernal llena de curvas, subidas y bajadas, con (una vez más) lluvia. Pero chicos, qué queréis que os diga, estas cosas son así!!!
A los pies de la montaña en cuya ladera y cima se asienta este pueblo blanco (propio de un Nacimiento Navideño), se sitúa un embalse con mucha agua de un bello color azulado, circunstancia que aprovecho para inmortalizar con mi adorada Hope:


Paso a continuación a dejar algún pictograma que me ha resultado curioso, como ésta Virgen que conmemora un año mariano que tuvo lugar entre 1987 y 1988:


O un lugar imposible y tremendo, seudomirador para descansar, tallado a medias en la roca, cosa que es una constante en este pueblo de empinadísimas calles en las que a menudo se mezcla lo natural con lo acoplado por el hombre, quizá en su sempiterno afán por dominar a la gran Madre Gea (tarea inútil, pues somos nimios y poco duraderos; la Tierra, sin embargo, permanecerá):


Entre las nubes salió un claro que iluminó parte del paraje, y aproveché para inmortalizarlo:


Poco más que contar. Para finalizar, sólo señalar que el viaje de vuelta ha sido normal, con lluvia intermitente hasta que llegamos a los aledaños de Puertoserrano. Bastante tráfico, por lo que ha sido una conducción en fila india a la velocidad que marcaba el primero... no hay prisa, y las imprudencias se pagan. A partir de Utrera se establece el doble carril y ya la cosa se aligera bastante, sobre todo desde que cogemos la A-49 para enfilar hacia Huelva, mucho más despejada, pero con fuertes rachas de viento y lluvias esporádicas. 

Ahhhh, qué bien se está en casita. Por fin.

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