viernes, 18 de septiembre de 2015

Solaris

No he podido evitar acordarme del SETI, el programa de búsqueda de inteligencia alienígena que lleva a cabo la NASA desde hace décadas, al leer "Solaris", de Stanislaw Lem. Y me he tenido que descojonar.

Cuando uno busca en la red por las mejores novelas de ciencia ficción de todos los tiempos, en las innumerables listas y comentarios, de cualquier fuente y dispar procedencia, este libro de los años sesenta siempre sale entre los primeros puestos. 

Solaris ha sido llevado al cine en tres ocasiones, y yo no he visto ninguna de esas películas. Después de leído, no siento la necesidad. Es difícil imaginar esa historia plasmada en el celuloide, aunque no imposible, y menos con las capacidades y técnica actuales. Pero, sinceramente, poco podría aportar a la experiencia de leerlo.

La historia trata de un planeta llamado Solaris, a muchos años luz de nuestro sistema solar, cubierto por un enorme océano que resulta ser un ser vivo, aunque de una naturaleza desconocida. Sobre él hay situada una base creada para su estudio, y para intentar comunicarse con ese ser que, parece, alberga cualidades cognoscitivas a tenor de ciertas señales. A la base llega Kris Kelvin, un sicólogo, que se encuentra con un panorama, cuanto menos, desesperanzador: desorden total en la base, y los dos miembros de la tripulación que aún sobreviven aparecen en un estado de aparente locura o desquiciamiento. El doctor Kelvin debe investigar las causas, y sufrir en sus propias carnes los síntomas y avatares que Solaris le causa.




La obra fue bien recibida desde su inmediata puesta en escena, y eso a pesar de venir de más allá del telón de acero, por sus indudables cualidades literarias (está muy bien escrito), técnicas, y filosóficas. Ahonda en la naturaleza del ser humano, critica el antropocentrismo de la ciencia a lo largo de la historia, plantea cuestiones interesantes, y deja en entredicho la capacidad del hombre, como tal, para comunicarse con una entidad alienígena con la que no comparte no ya cultura, sino morfología, necesidades, o forma de vida en lo más mínimo. Caray, ¡pero si no somos capaces de llegar a acuerdos y entendimientos entre nosostros mismos!!!

El autor, de hecho, dice: "El hombre a salido a explorar otros mundos y otras civilizaciones, sin haber explorado su propio laberinto de pasajes oscuros y sus cámaras secretas, y sin encontrar lo que yace detrás de las puertas que el mismo ha sellado."

El final es uno de esos que te deja con la lengua fuera, y debemos suponer lo que ocurrirá a posteriori, aunque queda planteado magistralmente. 

Vale, un imprescindible, lo acepto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.