miércoles, 2 de septiembre de 2015

El dolor

De nuevo nos vemos las caras: 


En la imagen ven antiinflamatorio, analgésico, relajante muscular, protector gástrico y gel tópico, junto a una reproducción de un cráneo que tengo pendiente de tunear. Detrás pueden atisbar la célebre trilogía de J.R.R. Tolkien que conservo desde hace 25 años, y la serie completa de La Fundación, de Isaac Asimov.

En el verano de 2008 de 2008 tuve una lumbalgia terrible, con motivo de una imbricación de vértebras que causó la contractura de los músculos que rodean la columna en su zona más baja, la cual me tuvo postrado varios días absolutamente inútil, y dos semanas de baja laboral. Yo nunca había tenido problemas de espalda, y practicaba deporte habitualmente. Acababa de volver de La Pinilla de practicar descenso en bicicleta de montaña durante cuatro días sin descanso, y la verdad es que estaba tan agotado que me dediqué a descansar tranquilamente. Al tercer día de descanso, agachándome para sacar un enchufe de la pared, se produjo el crujido en la espalda.

A raíz de aquello comencé a practicar yoga, que me ha ayudado mucho en mi estado de salud física y mental, sin duda.

Esta vez, tras siete días conduciendo por Italia, numerosos paseos por diversas localidades toscanas, y una ruta de varios kilómetros el último día recorriendo Roma, el mismo día que llegué del aeropuerto de San Pablo me dirigí directamente a la playa porque había 25 nudos y eso tenía que aprovecharlo. Era domingo. El Lunes volvió a hacer viento, y navegué un total de tres horas con gran disfrute, aunque tuve que parar a media tarde porque ya mi cuerpo no daba más de sí.
Curiosamente, tres días más tarde, el jueves, sentado tranquilamente en el trono, leyendo un libro (como es mi costumbre), me llegó el fatal pinchazo. Tras los iniciales momentos de pánico, me rehice mentalmente y con mucho esfuerzo conseguí limpiar mi trasero y medio subirme la ropa interior. 
"A urgencias del tirón", le dije al limitador, y allí me prescribieron todo lo que ven en la foto, más un inyectable que rehusé inyectarme porque no quería sufrir los efectos secundarios.

Esta vez me ha dado más flojo, no ha habido crujido de la osamenta, y en pocos días ya me encuentro muchísimo mejor. No he pedido baja, y ya ayer hice unos ejercicios yóguicos y me lancé con extremo cuidado a disfrutar del suave viento que hubo en Punta Umbría. 

Una vez me dijo una anciana que una vez que te da el lumbago, uno lo tiene ya para toda la vida. Ahora veo que estaba en lo cierto, pero también observo y descubro un patrón en su aparición, por lo menos en mi caso particular. Sin duda, estar medio en forma, la higiene postural que me esfuerzo en practicar desde hace muchos años, y el yoga, me han protegido y propiciado una recuperación en tiempo récord. Debo aprender de las enseñanzas que la vida me otorga. Tomo nota, y paso página. 

Tengan cuidado con los excesos, cuídense, y mucha atención al doblar el espinazo o cargar con objetos pesados!!!

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