sábado, 8 de agosto de 2015

Watch talk: el ruso

Le salva el encanto de su exotismo.

Es una pieza no exenta de belleza y originalidad, algo difícil en los tiempos que corren. Ya les hablé de este peculiar sumergible aquí, y ahora, tres años y medio más tarde, me veo en la obligación de hacer una review postrera, para comentar como fue la aventura...

Calidad de mercadillo gitano, sin más
Lo que ven es una jodienda que, a la mayoría, obliga a adquirir una correa nueva. El problema es que la correa original está indisponible, ni siquiera llamando a la mismísima Rusia. Debieron romper el molde. Y es una pena, porque es un elemento diseñado pensando en el conjunto, que se adapta copiando las formas de la caja, y lleva grabado el número 1967. De modo que he tenido que echar mano de mi cajón de sastre y usar uno similar que tenía casualmente. Así puedo seguir disfrutando del puzle casi completo.

Pero lo primero que le ocurrió fue la rotura súbita, estando en reposo, del cristal. El famoso cristal curvado (domed) que luce y que le da esa estética retro tan fantástica, apareció una mañana rajado de lado a lado. Como ocurriría un par de años más tarde con la correa, el fabricante hace oídos sordos a un claro problema de ajuste o de calidad, y además no suministra un cristal de recambio (el affaire de los cristales rotos de los 1967 es demasiado popular para ignorarlo, pues son mayoría los que aparecen rotos misteriosamente).
Nada que el maestro Quiroga, afamado relojero de Sevilla, no pueda solventar. Me colocó un cristal mineral ciertamente curvado que encaja a la perfección con la imágen del Vostok, y además lo reguló dejándolo con una precisión asombrosa para tratarse del tipo de mecánica de que se trata, y para postre le realizó una prueba de estanqueidad con resultados muy satisfactorios.

Pero el peluco se ve que no fue bien rematado. La correa me jugó una mala pasada hace unos días, mientras remaba sobre la tabla de surf: se soltó un pasador, el señalado con las flechas en la imagen que sigue:


No lo perdí milagrosamente. Lo guardé en la bolsa de las toallas de la playa, y en casa lo recoloqué con tranquilidad, tras un minucioso examen buscando las causas del "accidente". No encontré nada raro, salvo la idea mental de que el pasador flexó un poco por ser, quizá, demasiado delgado. Eso nunca pasaría en un Seiko.

Una pena todo esto, porque en otros aspectos el reloj está bien pensado. Me gusta mucho el tamaño de la corona y su accionamiento, y la sensación cuando lo terminas de enroscar (notando claramente que topa con una junta de goma, asegurando la impermeabilidad). Me gusta la robustez de su movimiento. Me gusta el sistema de cierre de la tapa trasera, que no he visto en ningún otro reloj, pensado para no pellizcar la junta tórica y estropearla. Mola mucho.
Y, por supuesto, su estética. Es sencillo, funcional, muy legible. Bello.

En fin, el reloj no se va de mi lado. Me gusta mucho. Es muy especial.

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