viernes, 15 de mayo de 2015

el día que hinché cuatro kites

Una vez más, cogí un día a cuenta de mis vacaciones para acometer expedición a los mares del Sur.
Junto a mi fiel hermano-que-nunca-tuve Julitu, y el irreductible Diego, encaramos la autopista hasta llegar a Los Caños de Meca, enclave conocido antaño por un supuesto ambiente de pijipis o perroflautas a la sazón, hoy venidos a menos. Como todas las modas, y el perroflautismo o hipijismo es una de ellas, es pasajera, y por lo menos en invierno se ven menos, lo que es de agradecer.
Sea como fuere, ocurre que en determinadas circunstancias climatológicas, el entorno del faro de Trafalgar, donde hace siglos perdimos una importante batalla contra la pérfida Albión, se convierte en un lugar donde tener una sesión que puede ser memorable, o casi.

Sabiendo eso, y la sequía de varios días sin viento en zona de Huelva por la levantera pertinaz en el Estrecho, escogimos ese spot para pasar el día, sin prisa, sin estrés, disfrutando.

Aparcamos en el mejor sitio, justo en la puerta del chiringuito Dunas, junto a la furgoneta de un tipo abonado a la playa del término de Barbate, German, de Trafalgarkite, a quien pronto reconocemos navegando con una Drifter de 7 metros, a pesar de  que no parece que haga tanto viento. De todos modos, como sabemos que en la orilla siempre pega menos y que dentro está más fuerte, decido montar mi propia Drifter en igual medida, y Julitu la suya de 8 metros. Pero enseguida me doy cuenta de que voy bastante flojo, remando constantemente. Aguanto en ese plan media hora por lo menos, esperando una subida de intensidad eólica que nunca llega.
Nos salimos y monto la 9 rápidamente. La operación es más o menos sencilla, porque aprovecho la misma barra. Ahora vamos bien, se acabó el remar... pero la alegría dura poco porque el viento baja un poco más. Nos quedamos en unos 12-14 nudos, calculo.
Son ya las dos de la tarde. Charlamos un rato con Germán y Luis Bardón, y decidimos tomar el bocadillo que llevábamos preparado con una botella de agua, y un cafelito. Hacemos tiempo para ver como evoluciona el día, esperando que el viento se estabilice. Cojo del coche mi Religion 10'5 y vamos al agua, Jules con la Drifter 11 y yo con la 10'5, para comprobar que el viento ha subido de nuevo. Llevo la cometa frenadísima y voy mal, muy forzado, no puedo girar rápido la cometa porque salgo volando. Calculo unos 25 nudos.
Joder, esto es para volverse locos. Ya llevo montadas tres cometas, y todavía no he acertado con las condiciones.
A salirse de nuevo tras media hora de agotadora de pelea, y vuelta a montar la 9, pero dejo inflada en la arena la grande por si baja de nuevo.
Ahora sí. Por fin. Julio con su 8, yo con la 9, diego con la 12 embrutecido (no me explico como puede disfrutar en esas condiciones). Ahí le metemos casi tres horas seguidas de surf, idas y venidas, pequeños saltitos, todo el rato con la cometa frenada un poquitín.
El disfrute es total. La sonrisa se dibuja en nuestras caras. Hablo con Juli en medio del agua, "vamos para allá", "fíjate en tal cosa", "qué pasada" mientras hacemos el gesto del lenguaje de sordomudos que significa "bueno" una y otra vez. Gritamos, aullamos, reímos, saludamos haciendo el universal signo del surf (puño cerrado con los dedos pulgar e índice extendidos).
Exploramos toda la playa, desde los apartamentos hasta el faro. Nos dejamos llevar por olas de metro y medio, bien surfeándolas de izquierdas a favor del viento, bien enfilándolas de derechas con la cometa traccionando a lo bestia a gran velocidad.

Bonito. Bello. Grande. El Sol nos acompaña.

Finalmente, me salgo exhausto. Las piernas empiezan a fallar, la coordinación cada vez es peor. Es el momento. En la arena ya estaban Julio y Diego. Es la primera vez en mucho tiempo que he aguantado un poco más que ellos en el agua. Los tres estamos cansados y felices. Y presenciamos un duelo de espectaculares saltos y maniobras casi en la orilla entre Luis Bardón y un tal Rafa, de Jerez, con fotógrafo incluido. La tarde es perfecta. Viento constante, un levante asurado muy aprovechable. La playa está llena, sesenta cometas dice Diego que contó. No creo que fueran tantas, pero sí que había mucha gente. Asombroso para ser un miércoles!!!

Nuestras caras de felicidad lo dicen todo, celebrando el fin de fiesta con el preceptivo botellín.

Al final me acabará gustando Caños.

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