miércoles, 25 de febrero de 2015

PT extrema

Sabíamos a lo que íbamos. Más o menos. O algo así.
Cuando ante la falta reiterada de viento, típica de estas fechas invernales, insinué al hermano que nunca tuve, Jules, y al Susurrador de Cometas, AKA Reina Mora, o el primo Lolo, la posibilidad de una excursión a la salvaje y surfera playa de Carrapateira, conocida por Bordeira, enseguida los acontecimientos se precipitaron.



La previsión de viento iba de generosa el domingo a muy muy muy generosa el sábado. Pero nunca se sabe, y mucho menos en un spot tan desconocido para nostros como ése, en el que nunca habíamos navegado. Mar gruesa. Bastante gruesa en mi opinión. Como tenía que viajar en mi pequeño destechable biplaza, tuve que seleccionar con cierto tino el material a llevar, y finalmente acerté. Pura suerte.


El alojamiento tuvo lugar en una aldea reconstruida, y reconvertida en un pequeño resort de viviendas de uno, dos o tres dormitorios, en plan apartamento de esos con cocina incluida en el salón. Un sitio pintoresco, como casi todo lo rural en el país vecino, con sus tres únicas calles empedradas, en cuesta, y diferentes colores para la decoración de cada casita. Un gran bar-restaurante con wifi, y cobertura telfónica que va y viene caprichosamente, completan la oferta. El enclave es perfecto para nuestros fines, a pocos km de las numerosas y solitarias playas de la costa atlántica del Algarve, casi lindando con el Alentejo. No es que en verano estas playas se abarroten, ni mucho menos, y es raro encontrar turismo español por aquí fuera del propio de la nueva ola pijpi (o jipija) de perroflautas en furgoneta o autocaravana.



Carrapateira es un minúsculo pueblo repleto de bares, restaurantes y viviendas en alquiler, y a pocos metros se encuentra Bordeira, una extensa playa de arena llena de dunas, a la que se accede por dos sitios, y en ambos casos tienes que mojarte, como mínimo, hasta las rodillas si la marea está baja, motivo por el cual mi limitador la odia. A mí me maravilla, y no por llevar la contraria a mi contraria, no. Me maravilla por su orientación al Oeste, por estar flanqueada por los acantilados más altos de la Península Ibérica, por lo agitado y asilvestrado de sus frías aguas. Y si además tenemos viento, pues imagínense.




Bordeira en invierno, con viento derivado de borrasca y mar de fondo, no es playa para viejos. No beach for old men, at all. Algunos se hacen caquita sólo de pensarlo. Nosotros, en nuestra inconsciencia juvenil (motivado por el irrebatible complejo de Peter Pan que tenemos), ignoramos todo eso, y simplemente nos dedicamos a disfrutar del momento. Siempre hay algo (repito, siempre) positivo que extraer, y este fin de semana ha sido fantástico en ese aspecto.



Toda la playa para nosotros tres, viento para cometa pequeña, el primer día 30-35 nudos, y el segundo 20-25, condiciones de oleaje casi extremas pero con el sol brillando sobre nuestras cabezas, un aprés navegada de categoría en Sitio do Rio a base de pescado fresquísimo de la costa a precio irrisorio, y un lugar perfecto para descansar... ¿qué más queremos?




Es seguro que repetiremos. Es seguro que pronto habremos repetido. Lo malo es que el listón se ha puesto tan elevado... que puede ser decepcionante la siguiente vez.


Bola extra para los que habéis llegado hasta aquí: 


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