viernes, 26 de diciembre de 2014

Pequeñas aventuras


¡Cómo iba yo a imaginar que iba a pasar tan buenos ratos con una moto así!
Siempre había mirado a las trail bikes como unas máquinas en medio de ninguna parte, que no servían para mucho, que no eran buenas en nada, y que meramente cumplían para unas pretensiones leves.

Nada más lejos de la realidad. Mi modestísima moto actual, la BMW más barata del mercado, la menos potente, insultantemente pesada y cutre en cuanto algunas terminaciones y materiales, me está reportando grandes momentos y satisfacciones.


Me lleva y me trae, sigue el ritmo de motos más rápidas y ligeras, a veces voy al trabajo con ella. En verano me reporta grandes curvas y estupendos desayunos en la sierra, en sitios bellos a los que llego por reviradas carreteras, como he contado aquí en muchas ocasiones.
Me planteo la posibilidad de hacer un viaje el verano que viene, un largo periplo en plan solitario y semiaventura por el Norte de la península. Cosas que nunca antes había hecho con ninguna máquina, y he tenido muchas.
La edad, la experiencia, la madurez, nos cambia, nos moldea, vemos las cosas de otro modo. He abierto la mente y estoy muy feliz. A menudo en este mundo "menos es más. Simplicidad, vuelta a lo básico. La sencillez es suficiente para llenarme en estos momentos.

Rellenando el depósito situado en peculiar lugar
El sábado pasado hicimos una ruta hasta Almonaster la Real, 115 km por el campo. Pistas fáciles, otras más intrincadas. Charcos, barro, piedras, arena, polvo... de todo un poco. Un almuerzo para celebrar nuestra unión como grupo motorista, previa cerveza al sol:


Grupito bien avenido, con máquinas dispares y un sólo objetivo común: disfrutar de la naturaleza, los motores, la buena compañía y, en este caso, en buen yantar.

Aquí en un receso y reagrupamiento junto a Sotiel Coronada, zona minera: