sábado, 22 de noviembre de 2014

SOA (atención, spoiler)

Y por fin sucedió. Pero me pregunto porqué. ¿Por qué hay que esperar once malditos episodios?

Comenzó, tras un apocalíptico final de la sexta temporada en la que, si algo había quedado claro es que la matriarca, la madre, la que trajo al mundo a Jax Teller, era una maldita sicópata, desequilibrada, una loca en el estricto sentido del término. Comenzó la séptima temporada de Sons Of Anarchy de una manera demencialmente lamentable.
El horror era en mí al comprobar que, episodio tras episodio, la cosa no mejoraba sino antes al contrario. De mal en peor.
Asesinatos por doquier, tramas enrevesadas implicando a personajes nunca vistos, predicadores pedófilos, viudas negras con poder para atar las manos del mayor gangster de color de la historia, asesinos a sueldo, hijos con problemas de conducta, amantes que van y vienen, a vueltas con el tráfico de armas que tanto trabajo costó quitarse de encima, drogas, chinos, latinos, negros y arios... un no acabar de despropósitos continuados sin fin aparente.

Yo seguí insistiendo, quizá empujado por lo que disfruté con las anteriores seis temporadas, que es bastante decir. Seis temporadas. Y de repente llegó el capítulo once de la séptima.

LA APOTEOSIS. El acabose. El cenit de la tensión. Todo ha merecido la pena, aunque sólo fuera por ver la entrevista de Juice con Teller en la penitenciaría de Stockton, a solas, sin cámaras grabando, en la que el primero le cuenta, entre lágrimas, toda la verdad a Jackson, quien está al borde de un ataque de nervios, destrozado por la tensión, por alcanzar la claridad de tantas y tantas cosas, de tantos despropósitos. La muerte de los chinos inocentes (ahora lo sabe), la muerte de Jury acusado prematuramente de traición (ahora es consciente), la muerte inútil de Bobby, y lo peor, la traición de una madre, el horror inafrontable de la verdad más oscura. Temblando, llorando, histérico, de golpe y porrazo se da cuenta de todo lo que se le viene encima, de como su mundo, que siempre ha estado desde el episodio uno de la primera temporada en un precario equilibrio, tratando de arreglarlo como buenamente puede, a menudo inteligentemente, ahora se vuelve una gran bola de fuego lanzada a toda velocidad hacia él.

Ni siquiera sé si este es el último episodio de esta temporada, aún no he acabado de ver el capítulo para escribir estas líneas antes de que se me pase la emoción. Porque sí, me he emocionado, he estado a punto de verter una lagrimita con la entrevista de la cárcel. He visto a Jax tan derrotado, tan hundido... no sabemos si podrá llegar más abajo.

Aún así, y reconociendo que sólo por el clímax que ha supuesto este episodio, es difícil asumir, aceptar, que han sido necesarios otros diez capítulos anodinos, aburridos la mayoría, sin aportar nada más que desatinos y desgracias, arreglados con diálogos ridículos y mediocres, metiendo relaciones imposibles (un asesino irlandés con una jefa de la policía local, un asesino desquiciado y fanático enamorado de un travesti, un convicto violado sistemáticamente por el jefe de la mafia aria carcelaria...), situaciones grotescas metidas con calzador en el guión, tejemanejes de policias corruptos y relaciones muy rebuscadas entre diversos clanes al unísono.
Todo ello era innecesario. No tiene sentido. Queda una sensación de que ha sido necesario rellenar un hueco, unas horas en episodios larguísimos de más de una hora sin un objeto claro.

De repente, la luz. Le doy un 10 a este episodio, pero la nota media de toda la temporada es tan baja y lamentable, tan deprimente en su falta de calidad, que le resta el brillo que tuvo en su día la serie y que ahora es ya insostenible.

Una pena. Pero les aseguro que este episodio once ha sido, seguramente, el mejor de toda la serie. El mejor. A mí es el único que me ha emocionado de verdad.