jueves, 12 de diciembre de 2013

Tarifa!

Mi relación con Tarifa era de amor-odio.
Y digo era, porque parece que la cosa ha cambiado.
Hace más de viente años comencé a practicar windsurf y, claro, había que ir sí o sí a la Meca del Viento. Eran otros tiempos, y a la menor oportunidad nos juntábamos unos amigos y cometíamos locuras como ir a Sierra Nevada y volver en el día para hacer snowboard unas pocas horas. Lo mismo, con prácticamente lo puesto, íbamos a Tarifa a un camping, aunque lo de navegar era, quizá, lo de menos.
Y es que Tarifa tiene un gran ambiente nocturno...
Sea como fuere, en uno de esos viajes hacía tanto tanto tanto viento que tuvimos que recorrernos toda la costa gaditana hacia el Oeste hasta encontrar un sitio donde pegara menos fuerte, y acabamos navegando en Valdelagrana... Sólo teníamos una vela, y la mía era de 5'7, y recuerdo que iba pasadísimo de vela, pero era la primera vez que navegaba en agua plana y flipé de lo lindo. Corría el año 89 ó 90.
Tras esa experiencia, he vuelto otras cinco veces a Tarifa, de las cuales una navegué con Poniente flojísimo, nada de disfrutar. Y las otras pinché vilmente.
Yo ya no quería ir a Tarifa. Dos veces fui a Bolonia recientemente, y en ambas falló Eolo también.
Pero por fin había buena previsión para el puente de diciembre, y decidido, reservé en el hotel Dos Mares, famoso por su ubicación privilegiada a orillas de la playa de Los Lances. Al final, hablando con unos y con otros, nos juntamos unos cuantos, y así la estancia fue más agradable y provechosa.
Porque Tarifa no sólo es viento y playa, que es importante y para eso se va, al fin y al cabo. Pero ofrece un interés turístico, una oferta de ocio y gastronómica que no se puede obviar.
Un paseo por el casco antiguo de la ciudad es inevitable, como lo es tapear en sus bares, perderse por sus estrechas callejuelas, mirar en tiendas surferas...
Han sido cuatro días estupendos, inolvidables, en una compañía magnífica. Se nos descubrió por los más sabios del lugar un sitio para comer, llamado El Tesoro, tan escondido en medio de la montaña y con unas vistas maravillosas, que ahora mismo no sabría llegar allí. El ágape fue cojonudo. Y caro, pero cojonudo.
La mayoría de las veces comimos en el mismo hotel, en cuya cafetería servían un sandwich club muy completo (aunque ganaría mucho tostando el pan), y una hamburguesa de 9 euros que... estaba tan buena como el precio hacía presagiar.
Nos alojamos en bungalows con vista al mar, un acierto total por su orientación al Sur, a escasos metros de la playa. Habitación grande y cómoda, cama de metro ochenta, baño espacioso, y un trastero para guardar el material.
En cuanto al viento, chapeau! Por fin triunfé, y navegué cuatro de cuatro días, aunque bueno, el primero fue un poco del tipo "por mis cojones que me meto ahí": estaba tan desatado en Valdevaqueros que nos fuimos a Bolonia buscando un poco de menos potencia... y fue algo brutal, viento muy racheado que pasaba de 40 nudos a 5, y lo mismo salías catapultado que se te caía la cometa. Parece que de eso se trata el Levante, que además era bastante de tierra y, por tanto, con peligro añadido, pero como se metieron espoleados por mí (jejejeje) Abellán y Sergio, yo me sentía seguro. Los demás no quisieron mojarse, cada uno tenía sus motivos.
Pero los otros tres días, madre mía, qué tres días! El sábado de 25 nudos casi constantes, el domingo para cometa grande y pudimos rascar más de una hora en condiciones, y el lunes, ya solo quedábamos Julio y yo, cometa de 7 metros (las de Marisa y Manu) durante un par de horitas, y tuvimos que cortar porque la cosa iba in crescendo: más de 30 nudos casi todo el rato, bastante fuerte, pero disfrutamos como borricos.
Como colofón del viaje, y ya de vuelta, paramos a almorzar en Barbate, en El Campero, lugar que ya visité en mi viaje romántico con el limitador, y que relaté en este blog: no pudo ser mejor, y aunque MUY caro, la verdad, para una vez que salimos de viaje nos pegamos el homenaje. La experiencia fue impresionante, con entradas a base de atún en diversas maneras de preparación, y luego un pescado a medias con Espe, un bocinegro, que quitaba to el sentío. En un momento dado Julio me dio a probar su tarantela con foie y oporto... y se me escaparon un par de lagrimitas, producto del cúmulo de emociones vividas todo el largo fin de semana.
Doy las gracias a mis amigos por acompañarme y hacerme disfrutar tanto, y al amor de mi vida por supuesto.
Unas imágenes positivadas a color para ilustrar esta larga entrada en la que, como siempre, no he sabido reflejar las sensaciones fantásticas, la compañía ideal, los buenos ratos, y la emoción del kitesurf:

Bolonia, el único con neopreno ya ven ustedes quién es...
Lo que me econtraba al salir del bungalow
Relaxing cup of coffe en Dos Mares
Celebrando la puesta de sol
El limitador deslimitado, bastante achispada ella. Tarifa la nuit
Tarde del sábado, punto final
Atardecer tras una navegada suave
La Duna de Valdevaqueros, la que quieren urbanizar, al fondo
Otra panorámica de la Duna con los kites aparcados
Los últimos guerreros preparando el tema para la última navegada
El de la izquierda, cometa en primer plano, yo
Julito flipando
Personas felices
Tataki en El Campero
Viva imagen de la satisfacción
Vuelta en el S-Max, de categoría.

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