jueves, 24 de octubre de 2013

smart

Un motor tricilíndrico de 700 cc, escasos caballos de vapor (alrededor de 65), para un peso escuálido. Motor y concepto desarrollado por Mercedes Benz, colocado en posición trasera, y un reparto de pesos peculiar, hacen de este juguetito toda una experiencia de conducción.

Ello, en todo su esplendor y sin ningún lujo.
El Smart es a los coches como el montadito a la cocina: te ofrece todo para saciarte, pero sin lujos. O eso podría pensarse hasta que uno se sube en él y descubre la magia de los espacios, la perfecta ergonomía, el fácil manejo, y las prestaciones más que satisfactorias.

Simple, pero suficiente.
Plástico por doquier, pero de buena calidad y ajustes más que aceptables. A pesar de los kilómetros, no hay ruiditos ni chirridos ni holguras ni cosas de esas propias de los coches franceses... Los genes alemanes están detrás de todo ello.
El modelo está equipado con un cambio robotizado, que puede funcionar en modo automático o secuencial, y aunque no es un prodigio de rapidez de inserción de velocidades, es mucho mejor que, por ejemplo, el que probé en el Citroen C2, que podrías tomar un café desde que le dabas a la palanquita hasta que la marcha se engranaba...
Tiene cinco velocidades, bastante largas, pero no importa porque el coche pesa poco y se mueve con cierto brío. No en vano, está limitado a 150 km/h, lo que no parece mala idea teniendo en cuenta la corta distancia entre ejes.

El motor va encajado bajo el maletero y justo sobre las ruedas traseras, al más puro estilo Porsche 911, y la propulsión trasera hace que tenga agilidad y manejo "deportivo".

Motorcillo encastrado en sitio inverosímil.
En resumen, el Smart es un coche genial para el uso para el que ha sido concebido, y todo un detalle el que esté homologado para ser aparcado transversalmente al resto de los vehículos. Ojala pudiera probar un Brabus, la versión más lujosa y deportiva, con más de 80 cv, turbo, y equipado hasta las trancas.

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