lunes, 23 de septiembre de 2013

Otoño

Otoño, por fin.
Bello Otoño, con mayúscula, porque lo es.
Fuera ya los veraneantes (acaso hay otoñantes?), y máxime si la orilla se presenta revuelta... es un placer navegar en casa.

Panorama casi desolador. Magnífico.
Cuatro locos, como quien dice, deseando que lleguen momentos como el de esta tarde. Un almuerzo más o menos ligero, cafelito, y tirando con los bártulos a la Canaleta, punto de reunión. Kilómetros de playa para nosotros, no hay lugar a trifulcas ni marcados de territorio. El mar es de todos. El mar es libre, y nos transmite su condición a los que, en un día extraño como el de hoy, nos atrevemos a vivir con él, en él, sobre él, por y para él.

Manu tiene su primer contacto con un viento bastante asurado, casi un poco hacia el Este a ratos, fuerte al principio, veinte nudos (aunque fue bajando paulatinamente), y olas de tamaño que él nunca había enfrentado, amén de fuerte corriente hacia la derecha de la playa que hacía perder el viento aparente y dificultaba la arrancada al planeo.

Aún así, el tío se ha currado un par de largos o tres, orilleando a gran velocidad:

En unos segundos lo perdí de vista!!!!
Qué tío! Poco a poco ya va cogiendo su estilillo. Me ha gustado verle valiente, luchando con esa pertinaz  y odiosa ola orillera para el aprendiz.
Yo he aprendido a usarla, a casi amarla, a aprovecharla, disfrutarla.

Hacía mucho que no usaba la cometa "pequeña", esa Nomad 2011 de 9 metros, que me ha hecho trabajar de lo lindo durante más de media hora hasta que le he pillado el hilo. No sé si me gusta o la odio, es curioso.

Para acabar, un colacao en el Boulevard, acompañado de palmera de chocolate para el niño, y sin palmera para Abellán, y un servidor se vio obligado a meterse un tercio bien frío para reponer sales minerales...

Buena tarde, la primera de una serie postveraniega, espero, que echábamos de menos y que espero no nos falten.

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