sábado, 13 de julio de 2013

reencuentro

Dos meses, o más. Es el tiempo que llevaba sin hacer una de mis escapadas mañaneras, esas que tanto me gustan, con mi pequeño destechable.
Con los ojos abiertos de par en par antes de las 8 de la mañana, era inevitable. Me encuentro un día magnífico, completamente cubierto por nubes, atípico para las fechas, con una temperatura que oscila entre 21º y 23º, lo más increíblemente perfecto e indicado para ejecutar una operación bikini con el automóvil.
La ruta, breve. Pero muy molona: Huelva, San Bartolomé, Alosno. Media vuelta en la primera rotonda y deshacemos el tramo hasta San Bartolomé, donde paro a desayunar.
Positivas sensaciones. Sonidos olvidados. Colores y paisajes que vuelven a la memoria. La carretera vacía salvo alguna grupeta de ciclistas a los que esquivo de modo un poco hiperbólico invadiendo el carril contrario al 100%, dada esa suicida costumbre de ocupar medio carril aunque sólo vayan dos...
Acostumbrado al cambio automático, programado en Stutgart para que el motor emita pocos gases contaminantes y el consumo se reduzca, circulando habitualmente entre 1.000 y 2.000 rpm, en cuanto selecciono el modo manual y empiezo a moverme por encima de las 4.000 rpm, el rugido del V6 alimentado por gasolina (como debe ser, por supuesto), lo invade todo.
Las curvas se suceden, todo transcurre a la perfección. Buen agarre, a pesar de que los Toyo delanteros se encuentran cerca del final de su vida útil. El coche no se mueve nada, tampoco me afano en buscar más sensaciones de la cuenta, cosa que no me gusta cuando voy a cielo abierto.
Noto la adrenalina que fluye por mis venas, y la emoción es en mí. El recorrido "bueno" es breve, pero intenso, y noto que el corazón bombea fuerte. Cuando llego al final, en el cruce para enlazar con San Bartolomé, me hago un check de las pulsaciones:


Considero la opción de ir al médico. Ayer en la oficina, en plena efervescencia laboral, sólo 54 pulsaciones... Hoy, justo al acabar la sesión de curvas llevando el motor entre las 4.000 y las 6.400 rpm, se queda en 61.
¿Acaso estaré muerto y no me he dado cuenta? ¿Me habrá crecido el músculo cardiaco? ¿Consecuencias de la edad? Seguiré vigilando el tema.

Volviendo al paseo, tocaba parar a desayunar en La Parada, donde tuve ocasión de realizar esta congelación espacio-temporal plasmada electrónicamente en archivo jpeg, que es curiosa por 1) el contraste entre conceptos tan diferentes, y 2) lo masmolable que es el bicho de la izquierda, conducido por un señor de entre 70 y 80 años de edad, y que se subió (literalmente, no se montó, se tuvo que subir ahí) con una agilidad encomiable:


Ojo a los detalles de embrutecimiento camperista:


Siempre me gustaron los Defender, me quedaba embobado de chico mirándolos aparcados en la calle, tan fuera de lugar, como si fueran puras naves extraterrestres que habían aterrizado erróneamente en el sitio equivocado.

Hoy hay una regata de kite en Isla Canela, y el plan es ir a pasar la tarde allí y ver el ambiente, pero me temo que con este nublado el térmico no entrará...
Ya les contaré en caso contrario.