martes, 7 de mayo de 2013

Ocasión perdida

On the road, esa obra maestra del género beat, escrita en los años cincuenta por Jack Kerouac, es todo un clásico de la literatura norteamericana, de lectura obligada en las high school.
El caso es que, como quiera que fuese, el hemano que nunca tuve, AKA Julen, me recomendó su lectura hace ya más de veinte años.
A En el camino siguieron otras obras peculiares, y quizá no tan conocidas pero cuya lectura fue más placentera por menos farragosa que la primera: Los subterráneos (The Underground), y Los vagabundos del Dharma (The Dharma bums).
Pero no me quiero desviar del tema, que no es sino una muy breve reseña o review de la versión cinematográfica recientemente proyectada en algunas pocas salas de nuestra geografía, tan vasta como poco proclive a la cultura en general.
Y yo no me tengo por culto, ni mucho menos, ni si quiera un mero intelectualoide o erudito a la violeta. Ni eso.
A mí me gusta echar un buen rato en el cine, disfrutar de la peli, ya sea el genero que sea, lo que no quita que alabe y admire y persiga una buena factura y realización, interpretaciones que me emocionen, historias que transmitan... Pues eso, creo que se me entiende.
Es como pasa con el vino. Yo no entiendo un mojón sobre vinos, pero sé inmediatamente si un vino me gusta y entra fácil o no, y todo lo demás es totalmente secundario o accesorio para mí.

Como digo, hace ya mucho que leí el manuscrito original debidamente traducido a la lengua de Españistán (no sé porqué algunos se empeñan en llamarla la lengua de Cervantes, cuando no se parecen ya ni lo más mínimo), y por tanto, quizá hubiera yo percibido algo en el largometraje (largo es, dos horitas) que me hubiera parecido, dado la sensación, asimilado o qué se yo, a algo completamente diferente a lo que en su día disfruté. Por ello, me he permitido leer un par de críticas de webs dedicadas a esto del cine, y veo que no, no estaba yo equivocado.
No podía haber olvidado lo fundamental de En el camino, que es el ritmo, la sensación de velocidad, la furia, el dinamismo. Se desprendía una juventud con ganas inmensas de vivir, un no parar. Ir y venir, y un papel preponderante del coche, de la road story, que en la versión ahora analizada no existe.

¿Qué hay del ritmo sincopado propio de la literatura beatnik? ¿Por qué tantas escenas de sexo? ¿Por qué se da tanta trascendencia a algunas escenas y se obvian otras? Se filtran detalles intrascendentes y se olvidan otros que dan color y el verdadero intríngulis de la obra. ¿Por qué?

Se dice que Coppola compró los derechos en el 1968, y ¿ha estado esperando tanto tiempo para esto? La película no es mala en sí misma, sino que no es realmente En el camino.
Vale, me diran algunos, pero es que ninguna adaptación se puede parecer a la obra original... Quizá sea empresa difícil, más que nada porque cada persona, con la lectura del libro, se crea una idea en la mente sobre los personajes, los paisajes, las situaciones... y puede llevar a chasco cuando veamos la interpretación de un tercero.
Pero es que yo veo en este filme una obra que no ha llevado al extremo lo que Keouac quiso plasmar en su libro, escrito a trompicones, a saltos, entre idas y venidas, en servilletas de papel y libretas medio estropeadas, pero llenas de vitalidad y energía.

Y quizá, solo quizá, es que yo esperaba un peliculón. Y punto.

Lo mejor, el rato de la visita a la casa de Burrough (también he leído y poseo un par de libros suyos), interpretado por Viggo Mortensen, muy bueno.
Lo peor... muchas cosas, la mayoría.


Aún así, hay peliculillas (porque no merecen otro calificativo) que al lado de ésta son como una mierda seca que se la lleva el viento en el desierto: Ironman 3.
Es que paso ni de dedicarle media linea más a semejante batiburrillo de incoherencias y estulticias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.