miércoles, 17 de abril de 2013

singletrack fury: esplendor en la hierba

Al final, solo, como siempre. Dejado en la estacada por un cada vez menos fiable Pedrito, decidí aventurarme hoy martes, día extraño, en el seno de los pinares que circundan Aljaraque.

Un par de capturas de la aplicación que uso para estos menesteres en el gayfón, para que se hagan una idea aproximada. Poquito a poco voy subiendo el kilometraje, y hoy ha hecho bastante calor, unos 28º marcaba el coche cuando me metí en el campo... Pasamos del invierno al verano sin término medio, como siempre ocurre en el Sur.

Una pena no tener una de esas minicámaras de video que lo graban todo y poder hacer un montaje para que ustedes comprendan lo bonito que es lo del burricletismo piñonero, pero hay otras prioridades en mi vida.
Espero les baste con alguna pictografía positivada a modo de recuerdo o suvenir del acontecimiento.

El campo está precioso, hay verde por todas partes, algo inusual totalmente en estas fechas. A pesar de ello, no confío en que la cosa dura más de un par de semanas: el calor verdadero se acerca, y pronto todo se tornará amarillo y marrón, y no se podrá circular por estos bellos parajes por culpa de los numerosos bancos de arena que inundan los "tramos de enlace". En verano hay que cortar, o cambiar de destino.

Obsérvese la estrechez de los senderos que gasto, esos son los que me gustan, lo que no son pisados por máquinas motorizadas, y prácticamente tampoco por pie humano salvo sobre pedales.

En un momento dado, he sentido un bajón anímico, o físico, o ambas cosas. Ha sido raro. Iba pensando precisamente en la motivación, en qué es lo que me mueve a surcar estos caminos una y otra vez... Un extraño desasosiego me invade repentinamente.
Decido parar en una zona sombreada, y en ese momento me doy cuenta de que mi corazón late bastante rápido. Hace calor, bebo un poco, la mochila de hidratación está casi vacía ya. Decido descansar.
No se oye nada más que naturaleza. El campo bulle de vida. Puedo escuchar varios cantos y trinos de pájaros, y sobre todo zumbidos, muchos zumbidos de insectos por aquí y por allá.
Pasan los minutos, más de diez, estoy seguro. Dejé el reloj en casa, adrede. Hay que desapegarse un poco a veces, y mejor salir a disfrutar sin tener que mirar un reloj ni controlar tiempos ni horas.
Me voy encontrando mejor. Intento no pensar en nada, lo que no es fácil. Estoy cómodo, apoyado en la barra horizontal de la bicicleta, mientras el tiempo corre.
Hace calor. No mucho, pero hace.

Yo estuve allí
Retomo tranquilamente la veredilla, y pasados unos cuantos kilómetros más, según lo previsto, termino el paseo/ruta de hoy.
Me he encontrado fuerte, mis piernas van bien, y los pulmones de escándalo a pesar de la inactividad de estas semanas atrás. Me cuido más últimamente, no como tanto, y creo que eso ayuda a encontrarse mejor.

La próxima no sé cuándo será, pero habrá que pensar en acometer más distancia...