domingo, 12 de agosto de 2012

Watch talk: recuperación lograda

Sólo tengo un reloj ruso. Hay auténticos aficionados a estas maquinarias procedentes de más allá del telón de acero, y hoy, con la globalización galopante que nos inunda, es no sólo fácil, sino muy barato, hacerse con un ejemplar.
Ya saben que tengo un Vostok Amphibia 1967, reedición modernizada del primer Amphibia que, obviamente, se fabricó en 1967.
Sus entrañas, conformadas por una antigualla, un calibre manufactura de 31 rubís, automático, y con unas escasas 31 horas de reserva de marcha, son comunes con la mayoría de los Vostok. Archiprobado, fiable al máximo, permite remonte manual, aunque su precisión no es de lo mejor: el mío iba, antes del incidente que ahora contaré, en +10 segundos al día, que no está mal. El de mi brother Julen llega a los 30 segundos al día. Pero estos relores son asín, es incluso parte de su atractivo, esa lotería de afinación, o ese tener que ponerlo en hora cada pocos días.

Bueno, vamos al tema del día. Hace un par de meses, entrando el verano, me lo puse. Y sucedió lo que ha sucedido en la mayoría de estos Vostok:

Repentina, extraña, inesperadamente, el cristal mineral apareció de esta guisa. Y eso sin darle golpe, ni sumergirme a 40 metros ni nada de nada. Espontáneamente ha ocurrido con la mayoría de los 1967. Se achaca, según investigaciones y a la opínión de mi relojero de confianza, a que el cristal tiene un tamaño que entra demasiado justo, y la presión que ejerce la caja en sus cantos hace que, por una mínima dilatación, estalle. Una cagada, vamos.
También ha habido quejas por parte de algunos usuarios de relojes inundados. Vale, el objeto no ha sido caro, teniendo en cuenta su belleza particular y que es un diver de 200 metros, pero si resulta que adelanta 30 segundos, se parte el cristal fantasmagóricamente, y si te bañas le entra agua, apaga y vámonos.

En fin, es lo que hay. Lo llevé a Quiroga, en Sevilla. Me propuso ponerle no un plexi -que era lo que yo tenía pensado-, sino otro cristal mineral, aduciendo que sería más fácil y fiable de cara a lograr una impermeabilidad decente. Me dejé hacer, y un par de semanas, o tres, más tarde, ya se pudo recoger el bicho arreglado:


Incluso me gusta más ahora. El nuevo cristal no es tan abombado como el original, pero tiene algo que a mí me encanta, son esas aberraciones que tienen lugar cuando lo miras desde una cierta inclinación. Ahora, con la correa Nato, ha quedado un ligero peluco para el verano, ciertamente bonito.
Cambio de cristal más juego de juntas más prueba de estanqueidad = 21 euros. Magnífico.

A ver cuánto dura.

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