viernes, 27 de julio de 2012

El bisturí, mi bisturí

Guantes húmedos por el sudor, maillot de tejido sintético, agua que se escapó no sé cómo coño de la mochila de hidratación... han dado lugar a unas extrañas tomas un poco borrosas. Una jodienda, la verdad, que ha empañado, nunca mejor dicho, esa tranquila tarde veraniega de ayer.

Mi primera salida campera con el bisturí me la tomé con cierta calma, la verdad. Después de quince días sin tocar unos pedales hay que controlarse. Ye he pagado cara mi osadía en ocasiones anteriores, por creer que tengo veinte años y estoy en pletórica forma.
Pues no, tengo el doble, y mi forma es normalita. Un poco descuidado el bicimontañismo por culpa de la arena, el polvo, el calor... pero siempre se puede encontrar un buen momento en el día, generalmente en las últimas horas de la tarde, para dar una vuelta.


 ¿Qué decir de la burra en cuestión? Poco que añadir a lo ya comentado el día que la probé, merced a que Marín me dejó su propia bici. Conste que él tiene dos escalpelos, una a base de piezas sueltas, con horquilla Fox, que es la que yo probé. Y otra tope de gama, con lefty de muelle, una versión especialísima que compró de rebote y que es la creme de la creme. Esta última se la robaron hace unos meses, y la ha recuperado esta semana. Gran suerte, sin duda. Ahora es más felic. Como yo.
La Cannondale, que ya de por sí es un magnífico aparato, gana mucho con la lefty. Esta horquilla, que en este caso ya no puede ser llamada horquilla por tener una sola pata, tiene muchos detractores, mayormente por cultpa de la ignorancia. Estoy completamente seguro de que casi todos los que hablan mal de ella, no la han catado en su vida. Craso error, y por otra parte algo muy común en el españolito medio.
¡Qué magnífica raza somos, eh!
Pasados los primeros problemas de juventud en sus inicios, la lefty de hoy día es algo maravilloso, prodigioso diríase. No sólo es suave y sensible. También es firme en las frenadas no amorrándose en exceso, lo que indica un excelente trabajo en la hidráulica. Y he podido comprobar que aguanta trote duro sin inmutarse ni percibir cimbreos extraños ni vibraciones ni dobleces.
Cojonuda, vaya. Y encima, para colmo, es ligera.

Esta bici es la más barata de las Scalpel, llamada ocurrentemente Scalpel 3. Por encima de ella hay tres versiones más, pero poco importa ahora hablar de sus diferencias. Baste decir que la más cara cuesta más del doble que ésta, que ya es bastante diferencia. Aún así, se venden algunas, conque figúrense el nivel de los chauvinistas, los fetichistas de la semihorquilla zurda y la fibra de carbono.

Lo más interesante es que todas las versiones comparten el mismo cuadro, aunque varíen el amortiguador. El cuadro suelto con amortiguador pesa sólo 1.300 gramos, todo un récord. Esto, unido a la ligera suspensión delantera, consigue un peso completa con pedales y todo de 10'300 kg en orden de marcha.
¡Flipa!
Podría extenderme bastante en los detalles, los acabados, el funcionamiento de la supensión, los anodizados de los tornillos, los colores a juego, lo bien que va la transmisión -a pesar de mezclar SRAM con Shimano-... pero para qué aburrir.

El manejo de la bici es espectacular, mola mucho. Es rápida, acelera muy bien -aunque se menea un poco más de la cuenta cuando se aprietan pedales de pie, pero claro, ¿qué doble no lo hace?-, se dirige con el pensamiento, es obediente y eficaz, es fácil conseguir el flow con ella, incluso después de tiempo sin frecuentar mis senderos favoritos. Amiga de correr mucho, cuanto más mejor, no es reacia a despegar al mínimo suspiro.

En definitiva, gran bicicleta que espero que me proporciones muchas tardes de gozo.

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