lunes, 13 de febrero de 2012

Perversión

Parece el título de una peli, pero no. No es ciencia ficción, no pertenece al ámbito de la creación literaria, ni ha salido de la mente de un novelista ocurrente. Ni mucho menos.
Perdonen, aún no les dije que me estaba refiriendo a la subvención. Sí, ese invento de quién sabe quién, esa maravillosa arma creada para el desarrollo de vaya usted a saber qué, ni por parte de quién.
Desde mi punto de vista, el curioso caso de la subvención es una perversidad mayúscula, es algo horrible, es demencial, es tremendo, y parece que nadie -o muy pocos-, son capaces de alzar la voz en su contra, no vaya a ser que señalen con el dedo a un tipo políticamente incorrecto.
La Wikipedia la define como: la entrega de una cantidad de dinero por la Administración, a un particular, sin obligación de reembolsarlo, para que realice cierta actividad que se considera de interés público.
Y se añade que: En cuanto técnica de intervención administrativa, pertenece al conjunto de instrumentos propios de la actividad de fomento.

De esta sencilla, pero sensata y apropiada definición, se pueden extraer obvias y terribles conclusiones.
- La Administración entrega una cantidad de dinero a un particular: pero la Administración, que es un ente abstracto, una invención, cuya misión es, como su propio nombre indica, administrar el dinero del contribuyente para revertir en servicio público, la Administración -como decía- no tiene dinero propio, como no puede tenerlo ningún ente abstracto -el amor no tiene dinero, ni el odio, ni la idea de la libertad-. Eso es así, y no admite prueba en contrario. El dinero que tienen las diferentes categorias de Administraciones -local, provincial, autonómica y estatal- no es suyo, sino de todos aquellos que lo han pagado a la fuerza a través de los impuestos, tasas y demás. Te quitan el dinero, y lo invierten en lo que un iluminado, el del momento -no siempre es el mismo-, considera oportuno y adecuado, que puede muy bien no coincidir con lo que a usted o a mí nos interese, sino que ni siquiera sea adecuado para el bien común o general. Eso es lo que hay, y no podemos hacer nada para evitarlo salvo cambiar a las personas que eligen ese destino cada cuatro años, lo que, a todas luces y como la experiencia demuestra, es inútil. La Administración sólo debería dar dinero a un particular como contraprestación por un servicio, una obra, la entrega de un objeto manufacturado, y siempre que sea necesario para la marcha de la nación. Lo que nos lleva al segundo punto.
- Sin obligación de reembolsarlo: por favor, ¿tiene esto alguna lógica, obedece a algún motivo mínimamente explicable, cuál puede ser el objeto de obviar el hecho de la recuperación de ese dinero? Lo que se viene llamando "a fondo perdido". Creo que esto, que tiene tela y es muy gordo, no necesita de mayor crítica o explicación. No obstante, como no todos son igual de rápidos y perspicaces, tendré que aclarar que si se concede una ayuda pecuniaria para, por ejemplo, montar un negocio -negocio privado, claro está-, cuando en el futuro ese negocio sea rentable, si lo es, no veo descabellado trazar un plan de devolución de la ayuda, pues el Estado no es una ONG, señores, sino todo lo contrario.
- Para que realice una actividad que se considera de interés público: ahora entramos en el espinoso asunto de qué se debe considerar de interés público. Se conceden subvenciones millonarias para montar un mirador de ballenas a seis mil kilómetros de aquí, o para realizar la obra de reforma y rehabilitación de una cofradía de Semana Santa, o para contratar a un extranjero, o por ser mujer o por ser minusválido, o por cualquier otra peregrina cuestión. Para una persona como yo, que piensa que lo público debería quedar reducido a lo mínimo, a la defensa nacional, a la policía, a los jueces y poco más, la mera idea de lo que los otros consideran de interés público me revuelve el estómago, me causa la náusea.
- Ya se aclara, inmediatamente después que es una técnica de intervencionismo. No puede ser de otro modo, y dentro del ambito de lo que se ha dado en llamar "fomento", sí, sí, claro. Se fomenta la holgazanería, el descaro, la poca vergüenza, la cara dura, la desfachatez, el garrapatismo, el chupóptero, el vampirismo.
Y desde aquí lo digo, hay que ser cabrón y perro y caradura para conceder subvenciones de un dinero que no es tuyo -ay, si fuera de ese, qué poco se concedería-, pero también hay que serlo para solicitarlo y vivir del cuento, porque hay auténticos especialistas en obtenerlas.

Que asco, por favor, pero qué puto asco.
Luego, esos mismo que las reciben, se preguntan escandalizados el porqué del vaciado de las arcas públicas, y critican a los gobernantes que han propiciado tamaño despilfarro. Era lógico, antes o después se tenía que acabar el fluir incesante y exagerado de pecunia sin ton ni son.

En fin, que el tema no es baladí, y seguramente sobre esto hay libros escritos. Seguro. Pero da igual. Tendrán que pasar algunas generaciones para aprender de nuestros errores y aplicar otra forma de hacer las cosas.

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