sábado, 10 de diciembre de 2011

Hoy

Curvas.-
Hoy ha sido un día extraño. Completo, pero extraño.
Cuando se acercan las fechas navideñas siempre aparecen estos días raros, lo que me recuerda, inevitablemente a la película que lleva por título, y perdonen la redundancia, "Días Extraños".
A pesar de no despertar tan temprano como suele ser mi costumbre, he decidido dar una vuelta en el destechable biplaza, como antaño hiciera prácticamente cada sábado. El sábado es mi día escogido para estos menesteres porque está comprobado que hay menos tráfico. Aprovecho entonces para frecuentar mis carreteras favoritas, retorcidas vías secundarias alejadas de las rutas turísticas, que invitan a dar rienda suelta a mis adrenalíticas aficiones.
Dirección Norte, surcando la N-435, pronto cogí el desvío a la izquierda hacia Calañas, un poco antes de llegar a Valverde del Camino. Ahí empieza lo bueno, una carretera muy revirada que me llevará, entre bancos de niebla, a una pequeñísima localidad llamada Sotiel Coronada, entre cañones naturales, un río que horada paciente e interminablemente el suelo, miles y miles de ejemplares del invasor eucalipto, y un montón de curvas olvidadas con un firme en perfecto estado. Pasada Sotiel, y pensando en dar la vuelta por la poca visibilidad, algo me empuja a continuar un poco más, hasta superar el breve pero intenso puerto a dos carriles donde suelo desatar a tope la caballería de mi V6 haciendo chirriar las cuatro ruedas. Hoy no han chirriado, la cosa no estaba para bromas, no. Al llegar arriba del todo, tachán, la niebla desaparece como por arte de magia, y me alegro de haber continuado ignorando las dificultades. La experiencia de miles, sí, miles de salidas en moto por estos parajes, ha demostrado que tenía razón al seguir para alante.
El sol no me ha abandonado en el resto del trayecto, pero mi reciente resfriado me ha aconsejado no disfrutar de la cabellera al viento...

Universo GT.-
Estos días estoy dedicando más tiempo a desarrollar mis habilidades en el mundo online de Gran Turismo. Como algunos de ustedes sabrán por anteriores entradas, es una de mis muchas aficiones. La apertura a nivel exponencial en cuanto a interés que ha ganado este juego merced a la posibilidad de enfrentar mis habilidades frente a la de cienes y cienes de pirados de todo el planeta, ha supuesto una perestroika del vicio, sin duda.
Un amigo de la pandilla de locos por la velocidad se ha unido recientemente a ello gracias a las, aparentemente inacabables, ventajas y posibilidades de su aifóncuatro, con el que ha logrado la conexión necesaria para acceder a la competición en línea.
Los piques son tremendos, la adrenalina fluye, el autodominio aflora -o debería-, la rabia cuando pierdes por fallos mínimos, la frustración cuando ves que el nivel de algún competidos es superior al tuyo... todo ello es muy interesante y resulta incluso enriquecedor.
Pero no todo es de color de rosa: uno se enfrenta demasiado a menudo con auténticos marrulleros, trolls de la velocidad, haciendo uso y abuso de la impunidad que da el anonimato para conducir como auténticos delincuentes virtuales, sin comprender que hay reglas, que hay algo llamado fair play, que el automovilismo es deporte de gentlemen, que no se puede dar bandazos en una recta para impedir el adelantamiento, y que hay que admitir que el que te ha ganado el interior de la curva apurando la frenada lleva la ventaja en la trazada.
Sí, lamentablemente hay mucho niñato de mierda en GT5, es inevitable, cualquiera tiene una PS3 y banda ancha, únicos requisitos para hacer lo que te salga de los cojones. A veces, el anfitrión de la sala se percata y pone un poco de orden, lo justo para no espantar a todos los que corren, pero es raro, y la mayoría de las situaciones se saldan con un par de rifirrafes a base de mensajes tipo wassapp. Al final terminas por ignorarlo todo, ir a tu rollo, quedarte con el coche y el nombre del que te ha puteado, y sencillamente esperar tu momento y devolverle la jugada. Es la ley de la red, no hay más. A quien no le guste que no juegue, que se dedique al ajedrez o al monopoly.

Reborn: por fin puedo.
Después de meses intentándolo, hoy lo he hecho. Flipo.
Como consecuencia de la fractura de la que todos deberían ya tener noticia y constancia fehaciente, he tenido un grupo vascular pinzado mucho tiempo. Tanto tiempo que ya había perdido la esperanza en recuperar la sensibilidad en partes de la piel, o en que desapareciera la hipersensibilidad en otras zonas. Así, por ejemplo, no podía apretar, ni levemente siquiera, el gemelo. Necio de mí, ignorante de la vida y del devenir y curación de las lesiones, no podía concebir que nueve o diez meses no son apenas nada en un proceso de recuperación nerviosa.
A veces sueño que corro y salto. No una, ni dos, sino varias veces lo he soñado. Me han dicho que eso es bueno, que mi mente sigue trabajando incluso dormido, que la recuperación no es sólo algo físico, sino que la mente es poderosa, y el ánimo, la fortaleza síquica, las ganas de superarse, todo ello es muy importante, y que hay todo un campo medicinal estudiando este rollo mental en profundidad.
Bueno, pues hoy he hecho una pequeña sesión de yoga, mi querido yoga. El yoga, a día de hoy, sólo me ha dado beneficios. No sólo ha influido fuertemente en la curación y mejora de un problema de espalda que tuve hace cuatro años, sino que me ha enseñado mucho sobre mí mismo. Y eso es importante, porque en general somo unos grandes desconocedores de nuestro Yo, nuestro Yo físico y nuesto Yo mental. No somos conscientes de hasta donde podemos llegar, lo que podemos soportar, lo que potencialmente podemos hacer. Es un poco intenso y hasta emocionante para mí hablar de esto aquí, desde la frialdad de un teclado, la verdad, pero me gusta dejar constancia de ello, y lo debo todo a mi limitador, quien me animó a practicarlo, y a Carlos, mi Gurú, sí, con mayúsculas. Y a los libros que leí, los videos que visioné, las palabras y pensamientos que intercambié con otros. Todo cuenta, de todo se puede aprender.
En mi sesión de hoy, básicamente dedicada a respiraciones profundas y estiramientos, un par de torsiones y tal, me he lanzado y he hecho una postura del diamante, vrajasana. Magnífico. Inclino hacia un lado, hacia el otro, me retuerzo a la izquierda, suelto el aire y me retuerzo un poco más, inspiro y trato de enderezar hacia arriba, mantenerme con la columna recta, correcta, y luego haciea el otro lado. Mi pierna bien, mi gemelo no pincha, ni arde en ningún modo. Me emociono.
Para acabar, una hoja plegada que no he podido ejecutar por el mismo motivo durante nueve meses y medio, mi querida balasana, pone el punto final a la sesión. La paz me llena, la alegría y la calma se apoderan de mí a partes iguales.

No, no me he convertido al Islam. Es una hoja plegada.
Lumen.
Para acabar, y deseando dar por culo a más de uno, les dejo está toma instantánea en semipenumbra de un guardatiempo en la que se observa la fosforescencia de índices y agujas:

Modded Seiko Fifty Five Fathoms. Masmola, claramente.

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