lunes, 10 de octubre de 2011

Eolo y el pedal

Hoy lunes, como hace dos semanas, he cogido el femenino velocípedo del limitador y me he dispuesto a surcar el carril que une Huelva con la playa. 
Estoy bastante contento, porque he recorrido más kilómetros, la velocidad media ha subido más de 2 K/h, y la recuperación posterior ha sido ostensiblemente mejor. Bien es cierto que nada más llegar a casa me he colocado una especie de tableta de chocolate gorda, que es un plástico relleno con un líquido azul que previamente ha estado en el congelador. Aplicando frío localmente desaparece la inflamación y el dolor, y las horas posteriores son bastante más llevaderas.
Aún así, a pesar de la mejoría general, pueden ver que el tiempo total fue de 1 hora y 38 minutos, cuando antes del incidente yo hacía eso en menos de una hora, incluso creo recordar que menos de 50 minutos, o sea, prácticamente la mitad:








La experiencia ha sido positiva, pero reconozco que dos semanas para que me volviera a apetecer salir en bici es demasiado. Estoy lejos de lo que se puede llamar una buena forma, pero sin duda estos esfuerzos me están ayudando mucho.
Aquí la herramienta temporal:

Instantánea semibucólica de la WSD
Más de una hora y media sobre un sillín da para mucho. La cabeza, en esas circunstancias, no para. Sobre todo si uno circula pausadamente por un carril pensado para las abuelitas.
El viento se convierte en tu único compañero, aunque en este caso habría que hablar de brisa, la verdad. Porque el viento es el mayor enemigo del ciclista, aunque también su único imperturbable amigo, su inequívoca presencia siempre está ahí. El ciclismo, sin viento, no sería lo mismo. Y tiene un montón de caras diferentes.
Un viento en contra o lateral fuerte te puede arruinar una salida, pero te hará más fuerte. Te enseñará a adaptarte, a doblarte sobre el manillar, a inclinarte y hacerte más un bloque con la máquina, y me viene enseguida a la mente la imagen del típico individuo encorvado, que esconde los miembros al máximo mientras trata de econtrar una mezcla de pedaleo eficiente con capacidad respiratoria...
También puedes tener, a veces, viento a favor, que es engañoso, pero guay. Entonces los kilómetros caen fácilmente, parece que vayas en moto, joder, es guay, ya lo he dicho.
Pero sea como fuere, el viento siempre está ahí, te acompaña, tú lo creas al atravesar la atmósfera, y sobre todo, notas que está realmente a tu alrededor, formando una pared invisible que te empuja, te frena, te hace cambiar de dirección, lo notas de verdad cuando pillas un rebufo. Eso es fantástico, te crees el rey del mambo... hasta que tienes que dar relevo al que va delante, claro.

Hoy he sentido el viento susurrar en mis oídos, y me he sentido vivo, me he encontrado feliz a pesar de momentos puntualmente dolorosos, que los ha habido también, aunque prefiero no recordarlos.
El próximo lunes día 17 tengo revisión con el ilustre don Eduardo, del que hace meses que no hablo. Espero escuchar cosas buenas y a ver si soy capaz de robarle alguna toma de las radiografías.

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