Hoy voy a referirme a otro asunto no menos importante, al menos para mí.
La "miniGixer", que es el instrumento de mi desgraciada situación actual, fue apalabrada en aquellos días extraños, días inciertos, días nublados en parte por las drogas, la aflicción, el dolor, la desesperanza, la frustración.
Este soy yo sobre la miniGixer en pleno apogeo:
Kneedraggin' en el Circuito de Monteblanco, La Palma del Condado, Huelva |
A posteriori, una vez más calmado, ya con muchísimos menos dolores, y con la claridad de pensamiento que da la distancia y el tiempo, me di cuenta de mi error, pero uno se debe a su palabra, o al menos algunos todavía somos esclavos de nuestro honor. Había yo hecho ya ciertos planes para el futuro más o menos mediato en cuanto a mi afición sobre el arrastre de la rodilla se refiere, bien en base a una sustituta para mi miniGixer para la explotación del gen piloto, bien en cuanto al planeamiento de diversos viajes de diferente índole, tanto peninsulares como internacionales, tanto hacia el Sur como hacia el Norte.
Pero figúrense que por hache o por be todo ha sufrido un revés. Los designios de Nuestro Señor son inexcrutables, y es cuando aparecen los renglones torcidos: la situación personal del intencionado adquirente se ha torcido más de lo conveniente, por lo que el trato ha sido deshecho. Realmente no he sufrido alegría, pero tampoco pena, siempre hablando de mi situación personal, claro está. A él le deseo lo mejor, por supuesto, y seguro que vendrán tiempos mejores. Siempre vienen.
Ahora la miniGixer ha vuelto a ocupar su puesto en el garaje, justo delante de mi destechable biplaza, bien tapadita con su funda, y ubicada sobre los caballetes pertinentes, sin apenas daños aparentes a pesar de haber deslizado grácilmente sobre el asfalto de Portimao a más de 160 kilómetros por hora. Maravillas de la técnica y la suerte.
Fui a recogerla la semana pasada, e increíblemente arrancó al instante tras más de cinco meses de inactividad, ante mi asombro y el de mi fiel acompañante y sin embargo amigo, Joseantonio. Me ayudó a montarme sujetándola y cogiendo mi muleta, metí primera y subí la cuesta del garaje.
Las sensaciones fueron raras, contradictorias, pero halagüeñas. Sentí el palpitar de la sangre en mis arterias, el bombeo insistente de ese músculo llamado corazón. Cuando al fin paré la moto y bajé, nuevamente con la ayuda de Joseantonio, fui incapaz de reprimir un temblor que sacudía mis manos, y casi lloré de la emoción.
Han pasado varios días, una semana realmente, y ahora, con esas sensaciones maduras, me he atrevido a plasmarlas en este bloc que se ha convertido, sin yo quererlo, en un diario de mis vivencias.
Compruebo que todo vuelve a la normalidad muy poco a poco, y creo que en unos meses estaré listo para dar una vuelta sobre dos ruedas.
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