miércoles, 31 de agosto de 2011

yoga

Hoy, mientras desayunaba en soledad, como es habitual pues soy siempe el primero en despertar y abandonar el lecho, me ha venido un flash, uno de esos relámpagos que cruzan la mente, en este caso en forma de pregunta. Cuál había sido la aportación más importante que el yoga había hecho en mí, lo que parece algo baladí, pero no lo es en absoluto.
Comencé a practicarlo hace casi cuatro años, como ayuda en la recuperación de una lumbalgia que sufrí. Yo nunca había tenido problemas de espalda, pero se ve que la edad, los abusos de ciertos deportes, y la falta del descanso adecuado, me hicieron pasar dos o tres semanas bastante jodidas.
Fue un dolor insoportable, y recuerdo que sólo me sentía bien si estaba de pie o tumbado completamente recto. Tardó mucho en curar completamente, la verdad, y desde entonces me lo pienso dos veces antes de hacer cualquier esfuerzo serio, presto mucha atención a las posturas, y el yoga me ayuda a fortalecer la espalda y enderezar la cosa.
Porque yo vi entonces el yoga como una forma fácil de hacer ciertos ejercicios encaminados a la relajación y fortalecimiento de todo lo que rodea a la columna vertebral, lo que en verdad es cierto, pero también es un concepto incompleto.
Partiendo de la base de que el yoga no es único, no es una disciplina cerrada, yo pienso que hay tantos conceptos de yogas como practicantes del mismo. Yo, que entré en ello por una cuestión meramente física o fisiológica, quizá con ánimo meramente rehabilitador, he ido evolucionando.
Para mí, todo el rollo de la meditación era algo secundario, algo ilusorio, y lo veía o bien como únicamente propio de los muy expertos, o como una historia truculenta, algo demasiado oriental, algo ilusorio.
Bueno, con el tiempo fui comprendiendo que las asanas hay que practicarlas con total conciencia, con análisis, con conocimiento del porqué son así y no de otra manera, de qué músculos intervienen, del enraizamiento, de las líneas. Fui siendo consciente de que no se deben mezclar unas asanas con otras, que todas tienen su función lógica, y su orden en la ejecución. Y al final, con la postura del muerto, el relax, la conciencia en la inconsciencia, yo tenía que hacer un esfuerzo de concentración para no dormirme en la clase, pero a veces llegaba a soñar. Sobre todo al principio. Y no era la finalidad de ello, sino al contrario.
Bueno, todo este rollo para decir que al final también he llegado a comprender la meditación, su necesidad y sus beneficios.
Ahora puedo contestar, por fin, a la pregunta del principio: ¿qué me ha aportado el yoga? Más que una elasticidad mejorada, una espalda más fuerte, una zona pélvica más irrigada, el mayor aporte ha sido una mayor conciencia de mí mismo.
Pero sobre todo me ha hecho más paciente y, esto ha sido muy importante, más calmado. Me tomo mi tiempo, y eso antes no era así. Quizá sea porque también todo esto ha coincidido con un momento vital determinado, acercándome a los cuarenta. Quizá no tenga nada que ver. Me altero menos, creo que tengo una capacidad mejorada de análisis, y hago un esfuerzo constante y consciente de no juzgar, sólo contemplar.

Sí, en espíritu soy un auténtico "vagabundo del dharma".

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