sábado, 30 de julio de 2011

Gente decente

¿Por qué no existe una Asociación del Rifle en Hispanistán? ¿Ein? ¿purcuá?
Es necesario. Absolutamente.
Recuerdo una época, y no hace tanto porque yo no soy viejo -todavía no-, en que había gente decente, gente de bien, relaciones de buena vecindad, espíritu de comunidad.
Vale, no era así en todos los barrios, acepto eso, pero sí lo era en MI barrio.

Pero todo ha cambiado. Después de la época del ladrillazo, la del pelotazo, y la de todos los "azos", prácticamente cualquiera se ha podido comprar no uno, sino varios chalés en zona residencial. Y no me refiero a esos despreciables acosados que han recubierto la geografía nacional por doquier, puag que puto asco, cojones. No, me refiero a chalés fetén, con su parcela, con su buena grama francesa, con su piscina privada, y a ser posible un perro o dos dignos de pertenecer a la especie canina -nada de esos horribles, inútiles y despreciablemente molestos chuchos de compañía que sólo sirven para molestar al conciudadano-. Perros bien educados, unos buenos bóxer, mastines, dobermanes o pastores alemanes, bonitos, acojonantes y silenciosos a la par.
Hace unos días, mi tranquila y placentera lectura veraniega fue interrumpida, atormentada, por una imbécil que decidió compartir su nulo gusto musical. La deficiente mental en cuestión se estaba dando un baño en su piscina, y, claro, cuando se sumerge ocurre que el sonido no llega con buena definición y volumen, por lo que enrosca hacia la derecha el potenciómetros de su aparato estereofónico, en detrimento obvio de la calidad de vida de sus vecinos más inmediatos.
Y les juro que había vecinos que la estaban sufriendo más cerca que yo. Y hago un comentario a mi hermana, que vive en el chalet de al lado, y me dice "es normal, lo hace a diario, es una ordinaria". La canción era de Camela, y tiene su deje agradable... pero no a ese volumen y si le dejas el "repeat" para que la repita una y otra y otra y otra vez. De modo que me asomé a la calle, con mis muletas, y tuve que vociferar, muy educadamente, para que bajara la potencia del amplificador. A voz en grito le hice saber que no vivía sola, que esto era un vecindario, y que no teníamos que compartir nuestros gustos musicales con los demás. Al momento la música bajó a un nivel aceptablemente soportable.
Atiza, funcionó. Yo fui el primer sorprendido, pero lo grande es que la hija de puta hacía eso a diario y nunca nadie le había llamado la atención, no sé porqué cuestión de miedo o temor o "corte" o reparo. Me cago en lo cagable.
Es odioso y terrible lo pasivo, quejica y poco echado para alante que se ha vuelto el pueblo español. Es una puta vergüenza.
Ayer fui despertado por el ruido infernal de un cortacésped a cinco metros de mi ventana, abierta de par en par para que entre el frescor nocturno. Eran las 7'30 de la mañana. Inaceptable. Indecente. Delictivo.
No les quepa duda de que me levanté, me lavé la cara, me vestí con corrección, y salí a la calle a hacerle saber al jardinero contratado por horas que su conducta no era cívica en absoluto. Todo de un modo educado, razonado y casi amable.
El tipo no se lo tomó a mal, y me puso las típicas excusas: "soy un mandao", "más tarde hace calor", "siempre lo hice así"...
Quizá al verme con muletas se apiadó de mí. No sé si fue ese el motivo. El cabronazo había despertado a los habitantes de al menos siete chalets, de los cuales, el único en quejarse fui yo.

¿Qué le pasa a la gente? ¿Acaso soy un antisocial? ¿Cómo se ha llegado a admitir este tipo de conductas y actuaciones como algo inevitable?

En estos treinta días que llevo aquí, en este chalé que antaño fuera mi hogar, me han ocurrido más hechos increíbles, pero no quisiera aburrir mucho más.
Creo que hace falta una revolución, un verdadero puñetazo en la mesa. Me consta que hay más como yo, que piensan que nuestros derechos acaban donde empieza el derecho del vecino, que se molesta en no molestar al prójimo, que tiene un sentimiento de comunidad, de facilitar la vida a los demás porque así me la estoy facilitando a mí mismo -no crean que es algo meramente altruista, para nada-. En fin, lo lógico, lo que debería ser normal.

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