lunes, 30 de mayo de 2011

El Dharma

The path of Dharma, el Camino, es ello.
Olvidemos la religión en su concepto occidentalizado, personalizado en un ser supremo, todopoderoso y creator. Quedémonos con la espiritualidad, con el deseo de bondad, con el código moral eterno e inmutable, y válido, por supuesto, para cualquier época y condición.

Anoche, justo antes de dormirme, tumbado a oscuras, boca arriba, logré uno de esos escasos momentos al día en que no me dolía absolutamente nada. Mi respiración era pausada, todos mis músculos estaban relajados, y la inflamación constante del tobillo, pie y dedos, que me está acompañando desde el accidente, parecían no existir. ¿Percepción errónea? ¿Falta de percepción en sí misma? Poco importa, la verdad. Lo importante era el hecho, y por ello, en ese momento comencé un breve pero intenso ritual de acción de gracias que hago prácticamente a diario, o al menos siempre que me acuerdo de hacerlo.
Y di gracias por tener tal capacidad de recuperación, a mis huesos y músculos por responder. Di gracias a todos aquellos que me han apoyado, que me han ayudado directa o indirectamente, a todos los que se han acordado de mí en algún momento, incluso a todos los que no se han acordado -porque todos no somos iguales, y ahí está lo bonito del Mundo-.
Es un modo de oración, si se quiere. Yo no es que entable una conversación con Dios -almighty-, ni siquiera un monólogo lleno de peticiones y reconocimientos. No. Yo simplemente deseo, es un acto desiderativo. Deseo sobre todo que el hombre, el ser humano, sea mejor, más humano, más hombre, más ser. Deseo la bondad del prójimo, y me doy cuenta de que cada día que pasa amo más al prójimo, y mira que eso es difícil. Y por ello mismo sufro cuando veo el sufrimiento ajeno.
Quizá esta paja mental se deba al estado cansado y somnoliento, pero quiero pensar que no es así.
Yo, por si acaso, sigo orando de ese modo cada vez que me acuerdo, que suele ser cuando estoy bien relajado y tranquilo, conque últimamente cada vez tengo más momentos de esos, y supongo que a medida que mi pierna mejore tendré incluso más oportunidades.
Muchos de mis amigos y conocidos ya saben que yo no comulgo, literalmente, pero tienen que saber que hay muchas, muchísimas manifestaciones de la espiritualidad.
El viernes pasado intentaba convencer al párroco de mi barrio de que yo tenía un punto de vista contemplativo de la vida, de que yo intentaba no juzgar, y él me decía que eso era imposible, que todos estamos condicionados por prejuicios. Yo traté de convencerle de que podemos dejar a un lado los prejuicios en que somos educados de pequeñitos, y podemos depurar nuestros filtros para poder ver las cosas de un modo más objetivo, pero su negativa era constante. Eso me entristeció un poco. No se lo dije, pero me dejó un poco afectado, y desee que su forma de pensar no se viera reflejada en su feligresía, a la que pertenecen mi limitador y mis dos hijos.
El limitador es un caso casi perdido para mí. Aún así nos queremos mucho, y nos comprendemos y nos aceptamos, y nos hacemos la vida más fácil el uno al otro, y somos bastante felices con nuestras grandes diferencias. Pero los chicos, bueno, aún son jóvenes para cuestionarse ciertas cosas. El mayor ya hace preguntas, y eso siempre es bonito.
Habrá tiempo para todo, seguro.

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