miércoles, 30 de marzo de 2011

reborn: yoga

He tenido ocasión de vivir nuevas e intensísimas experiencias de meditación, a raiz del suceso que supongo que ya conocerán ustedes a estas alturas.
Sin duda, el yoga me ha ayudado mucho, sobre todo esa parte que no se ve, eso que ocurre internamente, dentro de mí. He estado postrado, sufriendo, y rápidamente acudían en mi ayuda las técnicas de respiración, la necesidad de tranquilizar mi espíritu -o mi mente, o acallar el ruido, llámenlo como quieran-. La calma era en mí, entonces.
Recuerdo estar tirado en el duro asfalto de Portimao, con la pierna grotescamente situada a mi izquierda, y el dolor, un horrible e intenso dolor, empezaba a apoderarse de mí. La ambulancia aún no había llegado, y llevaba apenas un minuto o dos allí, y ya dolía mucho, y yo sabía que aquello iba a doler todavía mucho más.
Con la respiración agitada, todavía el casco puesto y el mono abrochado hasta arriba, cerraba los ojos y me obligaba a pensar "tranquilo, Pedro", como si estuviera hablando con otra persona y yo lo viera todo desde fuera, "relájate, todo va a salir bien". Son esas cosas que salen en las pelis, ya saben, aquello de "todo va a salir bien", que se dice por sistema ¿no?. Hice un verdadero esfuerzo por frenar el ritmo de mi respiración, por ahuyentar la horrible sensación de un fémur roto en varias partes, por procurar ser un ser humano cabal, tranquilo incluso en esta situación extrema, posiblemente la más extrema que yo haya vivido.
Cuando la ambulancia al fin llegó, y varias personas me rodearon para estabilizarma y preparame, yo era totalmente consciente de todo, me encontraba bien, tranquilo. O sea, la pierna me dolía una barbaridad, pero pensé que nadie se moría de dolor: si hay dolor, hay vida, estas vivo, sin duda. Y me iban informando: "Pedro, tienes una fractura muito fea", "tes que relajaaarte". Y yo les contestaba que "vale, estoy bien, estoy tranquilo".
Hubo un momento en que no me llegaba el aire a los pulmones. No sé a qué achacarlo, si a los diversos y variados golpes que recibí en el tórax, si a un agobio pasajero, si a la escasez de sangre... Pedí que me quitaran el casco, y les costó un poco de trabajo hacerlo, pero lo lograron, y enseguida me sentí mucho mejor.
Luego, por fin, me inmovilizaron totalmente en una camilla con un collarín especial, supongo que lograron parar la hemorragia de la fractura abierta, y me abrieron una vía por donde empezó a circular suero. Tardaron, en total, unos cuarenta minutos en meterme en la ambulancia. Una enfermera llamada Sandra me acompañó en mi trayecto al hospital. Como el viaje fue tan dolorosísimo, yo cerraba los ojos y trataba de evadirme, respirar profundo y despacio, llenar los pulmones al máximo, sentir la inspiración y la expiración como si fuera lo único que importase en mi vida, en aquel preciso instante, y Sandra me interrumpía una y otra vez: "no te duermas, eh", y "ahora no debes dormir, aguanta". Yo no pensaba en dormir, ni mucho menos, el dolor me lo impediría de todos modos, pero tampoco tenía ganas ni energía para explicarle que estaba aplicando ciertas técnicas de pranayama para mejorar mi estado.
Hice más uos intenso del yoga durante mi estancia, sobre todo al principio, en el hospital de Portimao, para aguantar las numerosas tropelías físicas a las que fui sometido.
Posteriormente, durante mi estancia en el Virgen del Rocío, también acudía al yoga varias veces al día, siempre en un estadio mental, en una práctica callada y secreta, absolutamente personal. Ojalá hubiera podido levantarme por las mañanas para hacer unos saludos al sol, unas torsiones y estiramientos, o algunas asanas de potencia de esas que te dejan reventado y luego duermes como un niño chico. Pero no pude, ni puedo.
Ayer estuve intentando hacer algo, pero me pareció totalmente irreal y extraño. Mi cuerpo se encuentra a menos del 40%, supongo, y cualquier gesto o esfuerzo que se salga de lo común me deja literalmente muerto. Sentado en la cama hice unas respiraciones profunda elevando y bajando los brazos para ayudar a que el pecho se hinchara más. Hice unos giros de torax, que más bien fueron minigiros, activé los hombros y las muñecas, intenté alargar la columna al máximo... pecata minuta, aunque supongo que para algo servirá. No puedo, ni debo, usar las piernas, de modo que se me escapa el 95% de las asanas que conozco. Seguramente hay mucho yoga terapéutico que se pueda aplicar a mi caso, pero lo desconozco. No obstante, no me quejo, seguiré intentando lo imposible, hago mis ejercicios de flexión y extensión de rodilla, algunos abdominales, he descubierto que tenía totalmente muerto e ineficaz el bicep femoral izquierdo, y en dos días ya lo muevo bastante en un amplio recorrido. Cada día noto avances respecto del día anterior, lo cual es muy positivo para mi sique, me anima a que siga con mi rutina de ejercicios, que cambio prácticamente a diario para que no sea eso, una rutina, sino algo más creativo que ayude y me ilumine.
A veces es difícil, pero nadie me dijo que fuera a ser fácil. Ya me explicó el doctor Belascoaín que para mí, el principio era justo el día siguiente a la operación en la que me introdujeron el clavo. Y que iba a ser un camino largo y a veces duro.
Da igual, yo me considero un tipo duro, aunque no lo parezca para nada.
Todo esto me ha cambiado para siempre, y no hablo de la pierna o de lo físico. La experiencia mental, la lucha diaria contra el insomnio, la rutina, el aburrimiento, el dolor, la fatiga... todo ello me hará mejor, más fuerte, más válido.

¡¡Estoy completamente convencido de ello!!

2 comentarios:

  1. mucho animo colega. ahora es cuando tienes que da caña, gritar banzai, meterte 14 escalones de imposible, marcarte un bf de dos metros, zamparte 14 curvas a 200...ya estoy investigando donde coño ver a NIN a chutarnos toda la adrenalina de cuerpo...esta jodido,pero mas jodido estas tu y saldras palante coño!!!
    nuestras tardes volveran, nuestras charlas entre pedales...cuando menos te des cuenta se encendera de nuevo la chispa y ardera huelva, cojones!!!
    el hermano que siempre tuviste.

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  2. Gracias, de verdad, mi muy querido Jul. El tiempo corre, y cada día que pasa es un triunfo para mí y los que me rodean.

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