domingo, 20 de febrero de 2011

domingo

Hoy, por fin, he tenido un gran día.
Para empezar me he despertado por mí mismo, sin mediar despertador, ni voces de niños, ni los ladridos de los perros de la vecina. Aún así, a las ocho y media ya estaba en la cocina preparando un magnífico café y un par de tostadas. Tenía toda la mañana para mí y mi afición ciclista. He optado por coger la Kona Fire Mountain, esta bici barata y vieja que me tiene casi robado el corazón. Si todo sigue su curso, ha podido tratarse de la penúltima salida campestre con ella, y digo si todo sigue su curso porque la Hei Hei que gané en una subasta en la eBahía por módico precio parece que está un poco atgrancada. No sé si el tipo que la subastó pensaba sacar más pasta por ella, o qué, pero lleva una semana para decirme el precio del envío, sin el cual no se puede finalizar la transacción. Si no se puede finalizar la transacción sería una gran jodienda, porque tengo grandes planes para ella.
Pero no nos desviemos del tema. Un viajecito por el carril bici hasta el Camino de Malpica, donde ya cojo campo hasta la gasolinera del Rompido, sigo hacia el Hotel El Rompido Golf, continúo por la pista forestal y cojo un sendero señalizado que va rodeando el campo de golf y desemboca en el centro comercial del faro, para volver cruzando toda la urbanización y retroceder hasta casa. Calculo entre 60 y 70 km a toda máquina. Buen ritmo en total, aunque reconozco que apenas cuestas y sí mucho barro y charcos por doquier.
Aquí un diaporama de cómo quedó la bici:

Un poquitín de barro acumulado. Me saqué arena y lodo hasta de las orejas

Uno de los pocos tramos que no presentaban excesiva humedad, un trail precioso

En casa un rápido afeitado, una ducha reparadora después de los preceptivos estiramientos yoguis, y tras seleccionar en mi iPod un trabajo de Seasick Steve, me dirijo a Sevilla con total destechamiento, a prudentísima y legal velocidad de crucero:

Autopicture
 En la capital, mientras el limitador y la prole pierden el tiempo en el templo de la secta, yo me refresco el gaznate en la señorial calle Betis, rodeado de turistas, en su mayoría españoles, curioso:

Siento el desencuadre, es lo que tiene beber cerveza, mirar para otro lado, y encima disparar con el codo epicondolítico
Un agradable almuerzo en compañía de padres y hermanos, rodeado de sobrinos alborotadores, y un viajde vuelta relajado, para acabar tomando un café con los amigos moteros en el bar de la esquina, ponen casi punto final a un magnífico domingo.
Seguro que ahora, antes de cenar, pasa algo que lo jode. ¡Seguro!

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