martes, 1 de junio de 2010

El gran montaje

La fábrica hace coches, que luego vende a las personas.

La fábrica usa componentes que fabrican los fabricantes de componentes.

La fábrica y los fabricantes de componentes emplean a personas.

Todo lo que beneficia o perjudica a la fábrica de coches, beneficia a los fabricantes de componentes en la misma medida. Lo que les perjudica, indefectiblemente perjudica a las personas empleadas. Pero lo que les beneficia no lo hace a los empleados en la misma medida, ni mucho menos.

Las personas pagan impuestos al Estado.

Las personas que compran coches, pagan IVA, IM, y tasas de Tráfico.

Las personas que usan coches pagan IE (carburantes) e IVA, IVTM, seguro (+impuestos), y pasan revisiones y reparaciones en talleres. Los talleres emplean a personas.

El Estado subvenciona (con el dinero que pagan todas las personas) la destrucción de coches usados para la adquisición de coches nuevos*.

El fruto de esa subvención supone un ahorro para el comprador de coche (relativo, porque pierde el coche de diez años que aún funciona pero no se quiere molestar en vender), y una ganancia para el vendedor de coches (porque incentiva la compra de coches nuevos).

Como consecuencia, los coches se cambian más frecuentemente, su ciclo de vida se ve acortado artificialmente**.

Las autoescuelas enseñan a conducir a las personas (a aprobar el permiso, más bien).

Cuantas más personas aprueben, más permisos habrá, y más coches se venderán, los fabricantes de coches ganarán más dinero, y el Estado recibe más dinero por pago de IVA e IM, por no hablar del ingreso en concepto de consumo de combustible.

Es muy fácil aprobar el permiso, ya que prácticamente lo aprueba cualquiera, incluso los que no saben leer ni escribir. Eso beneficia a autoescuelas (que están llenas y las clases se pagan a precio de oro), fabricantes de coches (que atienden gustosamente la demanda de coches para todos los que tienen permiso de conducir), a las personas que trabajan en la fabricación y mantenimiento de los coches, y sobre todo al Estado (que recibe ingentes cantidades de euros)

El Estado impone cada vez normas más represoras en el Tráfico, castigando el prácticamente inevitable incumplimiento de algunas con más y más multas, lo que beneficia al Estado y aparentemente no perjudica a nadie, porque se siguen incumpliendo, se siguen poniendo multas y los infractores las siguen pagando.


Deducciones lógicas:

- Más personas que conducen su coche = más ingresos para el Estado.

- Más personas que aprueban el permiso = más ingresos para el Estado.

- Se venden más coches = más ingresos para el Estado.

- Se ponen más multas = más ingresos para el Estado.


Cuestiones:

- ¿Dónde está el límite en el número de coches circulando?

- Hace una generación había un coche por familia. Ahora hay tantos coches como permisos de conducir en una familia. ¿Qué nos ha llevado a esto?

- ¿Dónde está el límite de lo que los usuarios están dispuestos a pagar por infracciones, por un coche, por el combustible?


* No es exactamente destrucción, sino desmontaje, en un sitio habilitado para ello, llamado “desguace”. El coche es llevado allí, donde se desmonta: lo que no sirve se aplasta y se recicla (el desguazador cobra por ello), lo que sirve se vende a las personas para reparar sus coches (el desguazador cobra por ello). Negocio para el desguazador, quien también emplea a personas.

** No es una verdad absoluta, ciertamente, porque todo depende de la necesidad real de cambiar de coche a los diez años.

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