lunes, 21 de junio de 2010

Calamares

Cefalópodo automovilístico: hez de coche.


La táctica del calamar es observada prácticamente a diario hoy día: uno se coloca detrás de un auto de estos, una de estas máquinas pestilentes y horribles, alimentadas por esa cosa que usan las calderas, y en un alarde de cobardía extrema, de intolerancia a lo digno, haciendo ostentación del más absoluto desprecio a todas las normas antipolución, al más profundo sentido común... hunde el pie en el acelerador y automáticamente expulsa una enorme humareda, oscura y negra como el corazón retorcido del que lo conduce, ocultando de forma casi total la habitualmente fea silueta del tdi de turno.
Y me cuestiono porqué, cómo, cuándo, qué y quién. Cúal ha sido la manera en que se ha introducido en el subconsciente colectivo la idea de la necesidad de poseer semejante aberración mecánica en el garaje -eso quien tenga garaje privado, claro, que para el resto de los mortales ya es bien suficiente la puta calle para aparcar-. Porque una cosa tiene que quedar clara: a menos que usted sea un viajante de comercio que tenga que hacer de manera rápida y económica unos 80.000 kilómetros al año, no viene a cuento comprarse un egendro de esos. Y eso siempre que lo pague la empresa, por supuesto. Por supuesto que hay excepciones, claro. O sea, yo mismo fui a comprar un Altea XL, y uno de gasolina -como debe ser si uno tiene un puntito de cordura y un mínimo de buen gusto, no por lo del Seat, sino por lo del motor alimentado por gasolina-. Pero tenían un coche tdi cuyo precio fue totalmente irrechazable. Es por ello. Pero eso es una raya en el agua, no se equivoquen.
Paseo por la ciudad y veo constantemente las calles inundadas de una marea incesante de vehículos que vibran en los semáforos, tacatacatacatacatacatá, mientras suenan como la parrilla de salida de una carrera de tractores, y el nauseabundo olor del aceite pesado que les da de comer, a menudo mal quemado, inunda mis narices.  Qué asco, por Dios, pero que puto asco.
Porque no conozco a una sola persona, ni una, a quien le guste el olor de ese combustible, mientras que a casi todo el mundo le agrada el de la gasolina. Hasta a los niños les gusta. Ah, qué inmenso placer rellenar el depósito de mi moto de circuito entre tanda y tanda, viendo cómo el cristalino y pontente líquido cae por la boca de llenado, dejando un rastro de fuego fátuo mientras su olor penetrante me atraviesa. Gasolina es sinónimo de potencia, de fuego, de violencia, de aventura, riesgo, velocidad, libertad. Incluso de amor.
Esa cosa que usan las calderas, cuyo nombre común me niego no sólo a pronunciar, sino ni tan siquiera a escribir, es en cambio pestilente, sucio y horrible. Y ahora encima tiene que echarlo usted mismo en algunas gasolineras -menos mal que no le han cambiado el nombre por algo así como "dieseleras"-, de modo que a la mínima de cambio tendrá que lidiar con mangueras guarras y gatillos pringosos, que dejarán ese penetrante y repugnante rastro en las yemas de sus dedos durante todo un día, a menos que se lave las manos inmediatamente con ese jabón especial que tienen los mecánicos, ese que es como una pasta arenosa y que lo quita todo, hasta el alquitrán...  lo peor, vamos.

Y convencen a tus amigos, a tus familiares, al cura, a la vecinita del quinto, incluso al seudo-aficionado a los coches deportivos, de que lo mejor, más eficaz, más in, más molón, es un tedeí. Sí, sí, una mierda pinchada en un palo de 140 cv hediondos, llenos de vibraciones y malos humos, con esa patada en medio régimen que es absoutamente incontrolable en las tres primeras marchas, para morirse inmediatamente una vez que llegas a 4.000 rpm. Lo peor. La esencia pura de la antideportividad. La amtítesis del sonido emocionante, puro y limpio de un buen motor de gasolina bien revolucionado.

Pero la cosa no acaba ahí. Convencen al adinerado promotor inmobiliario, al director de banco venido a más, o al futbolista de moda, de que es mucho más elegante y representativo un buen petrolero de estos que un V8 de gasolina. Y se venden a patadas los A6 tdi, que montan exactamente el mismo motor que mi Altea XL, toma glamour, toma representación, toma elegancia. Da asco parar en un semáforo o verse pillado en medio de un embotellamiento rodeado de esa horripilante plaga de Audis tdi, BMW320d y C Klass cdi. Y siempre me tienen que pillar con la capota bajada....

Y eso que no he hablado de los Poyó hdi, Citroenes picasos, o Renoles dci, marcas de las que hace años que no veo una versión de gasolina por la calle.

Sí, sí, sigan ustedes adquiriendo esos mamotretos para hacer 10.000 km al año, llevar los críos al cole, ir a la compra, y hacer dos miniviajes de 200 km en verano.

MUAHAHAHAHAHHAHAAAAAA.

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