Sobre la base de un chasis de Ducati Pantah de 1983, Pepo Rosell, antaño alma páter de Radical Ducati, y mucho mucho antes de SRD, recientemente ha finalizado esta obra maestra de la interpretación del ducatismo más extremo, radical y neo-retro.
Ese chasis es único, muy distinto a los multitubulares posteriores encumbrados por Tamburini y Terblanche, y hoy día prácticamente defenestrados por el grupo VAG. Triste y cruel, decepcionante, pero cierto. De todos modos ¿a quién le importan estos detalles?
Solo una minoría (¿me atreveré a llamarla "selecta"?) valora tales cuestiones, como valora el bicilindrismo refrigerado por aire de un 900 de dos válvulas y embrague en seco, o ese depósito de fibra de inspiración NCR style...
Es necesario hacer hincapié en la importancia del especial chasis que se configura como la espina dorsal, o mejor aún, como el entero esqueleto que aguanta el cuerpo, la anatomía atlética de esta belleza que fue decorada en el bermellón guerrero propio de la marca original.
Hubo un antes y un después de la Pantah, y eso es por algo.
El basculante empleado, una concesión a la modernidad y lo asequible quizá, procedente de una Monster 696, estimula la creatividad al desplazar el único amortiguador trasero hacia la izquierda, obligando a modificar un poco el chasis para reforzar su asentamiento, y permitiendo un hueco que es muy bienvenido para ubicar el escape del cilindro trasero de una manera que de otro modo hubiera sido muy difícil, si no imposible.
En la siguiente congelación pictográfica de un momento y espacio determinados en dos dimensiones, a todo color, tenemos detalle de las bocas de llenado, recordándonos que el origen de la idea de esta maravilla es la resistencia:
Muchas más imágenes y checklist sobre el origen de las piezas en el blog de XTR.
Esta vez ha sido más rápido y mejor. Comparando con la vez que hicimos el mismo recorrido hace un par de años. El tiempo pasa volando, fue la primera ruta que hicieron Pedrito y su XR650R con nosotros.
En esta ocasión hemos sufrido algunas ausencias, y otras nuevas presencias en forma de motos de última hornada. La moda sueca ha llegado a nuestra panda, y esto ha propiciado que ahora, todos con motos trail-enduro, vayamos a buen ritmo y no nos achantemos con nada. O con casi nada.
Sobre el Puente de los Cinco Ojos con el Tinto de fondo
La travesía consistía en llegar lo más rápido posible hasta Valverde del Camino, y desde allí coger la antigua vía del tren minero para ir subiendo hasta Valdelamusa. Recorrido variado, bello, con tramos de auténtica montaña, paisajes a los que no estamos acostumbrados que, con las lluvias de los últimos días (por fin) se nos presentaban ahora plenos de una belleza total. En el recorrido hemos acompañado al río Tinto muy de cerca, cruzado puentes, varios riachuelos, charcos, cuestas, senderos estrechos, pistas anchas y rápidas... de todo.
Javi cruzando estrecho puente sin baranda, glups
Otra perspectiva del Cinco Ojos
La XR se puso tonta para arrancar después de superar un obstáculo en el camino
Sinopsis: Se centra en un excéntrico y decidido equipo americano de ingenieros y diseñadores, liderados por el visionario automovilístico Carroll Shelby (Matt Damon) y su conductor británico Ken Miles (Christian Bale). Henry Ford II y Lee Iacocca les dan la misión de construir desde cero un nuevo automóvil con el fin de derrocar el dominio de Ferrari en el Campeonato del Mundo de Le Mans de 1966.
Obviamente basado en la historia real que ocurrió en aquellos años, esta película nos presenta diversas dualidades o enfrentamientos entre maneras de ver las cosas.
Así, tenemos en primer lugar el motor de todo, dentro de la propia fábrica de Ford, un comité muy conservador que quiere que todo siga como está, y se centra en querer vender más y más a toda costa, encabezado por el ejecutivo Leo Bibi (o como se escriba, porque no lo vi escrito nunca), frente a Lee Iaccoca, que desea hacer algo absolutamente nuevo y distinto, sobre todo tratándose de Ford, que no olvidemos fue el fabricante que puso al alcance del pueblo la oportunidad de poseer un automóvil (eso sí que fue el verdadero volkswagen, y no lo de los alemanes): fabricar un coche para ganar la carrera de resistencia de las 24 horas de Le Mans, y así convencer al público más juvenil de que Ford puede hacer deportivos.
Merced a la idea de Iaccoca, nos llega la segunda de las polarizaciones: la manera americana de llevar Henry Ford II su fábrica, y la manera a la italiana de Enzo Ferrari de llevar la suya. De refilón vemos a Agnelli, quien con su adquisición de Ferrari desbarata los planes iniciales de los americanos, que quisieron aprovechar el lamentable estado contable de los italianos para aprovechar su know-how lanzando un órdago financiero.
Ante la sucia jugada de los espagueti, Henry Ford II toma el reto como algo personal y resulta ser el empujón que necesitaba para llevar a cabo la empresa ideada por Iaccoca, y de manera totalmente a la americana. Para ello contratan a Carrol Shelby, un excorredor (que en su día ganó en Le Mans), un reputado diseñador y constructor de pequeños descapotables deportivos, para que fabrique un vehículo adecuado. Y aparece la tercera y última dualidad: Ken Miles, el piloto fetiche de Shelby, un excéntrico cuya vida es la mecánica, la conducción, y su pequeña familia. Miles es un fenómeno de la naturaleza, un apasionado que a pesar de su avanzada edad para ser piloto profesional (45 años entonces), no pudo triunfar en ese aspecto porque tuvo que ir a la guerra y se truncó así su futuro. No obstante, Shelby confía en Miles, Miles confía en Shelby, pero desde el primer momento en que se conocen, Miles y Leo Bibi chocan frontalmente. Uno solo piensa en los números, en hacer la pelota a Ford, en vender, en marketing, en dinero, y el otro solo piensa en volar bajo, no se calla nada, tiene un carácter difícil, arisco, lenguaraz y puede llegar a ser violento.
Entre medio, veremos carreras de coches en Willow Springs y en Daytona, broncas familiares, broncas de negocios, jugarretas feas, falta de confianza, juego sucio, juego limpio, algo de emoción, mucho ruido de motores (magníficamente realizado esto), todo ello aderezado con la impecable y magnífica forma de actuar de Bale, que lo borda. No conocí a Ken Miles, pero estoy seguro de que hasta los andares, la complexión, los gestos, son casi perfectos. Damon en su línea, un actor que tiene muchos registros, pero que casi siempre hace el mismo papel, a pesar de sus intentos de actuar en verdaderos dramas como éste (que es un drama, no olviden esto) y salir más o menos bien parado.
Peli larga, dos horas y medias son más que suficiente para contar la historia, pero se pasan aceptablemente merced a las tomas increíbles de acción, el sonido verdaderamente creíble de los motores, etcétera. Lo he pasado mejor que cuando vi la legendaria "Le Mans" de Steve McQueen, que quizá recoge mejor el ambiente de la mítica carrera, pero es un tostón solo para muy freaks de la velocidad. Pero en este nuevo filme no se trata de Le Mans, no, sino de Ford vs Ferrari, pasión vs dinero, y en el fondo de todo, el amor. Amor al trabajo bien hecho, a la búsqueda de lo bueno, de la perfección.
En esta ocasión os traigo el impresionante trabajo de Geoff, un usuario del más importante foro de Ducati. Todo el proceso se puede ver en este larguísimo hilo, perfectamente documentado con cienes de fotos y comentarios, explicaciones, dudas resueltas, etcétera.
Lo más importante de esta moto es lo que menos se ve: el chasis, que es construido a mano con la premisa de que no puede ser un doble viga, sino que debe tener una espina dorsal clásica para alojar el depósito tipo el que tenían las antiguas SS750. Eso Ducati no lo hace desde los años setenta, de modo que o recurres a Siegel, quien hace algo similar para sus Leggera, o te lo haces con un potro y mucho conocimiento de causa, que es lo que ha hecho el tal Geoff. Partiendo de la pipa de dirección de una 999, todo lo demás es soldado, doblado y acoplado según sus instrucciones.
El motor proviene, según parece, de una Paul Smart, mientras que el basculante es de una SS1000DS. La horquilla procede de una GSXR1000, lo que provoca el detalle que menos me gusta de la moto: que las llantas son distintas por su dispar origen. Es difícil alcanzar la perfección, aunque de todos modos, esta máquina está lejos de ella por otros motivos, como un depósito demasiado plano, creo que se les fue la mano, aunque seguramente es la estética que iba buscando su dueño.
Precioso el asiento. El colín casa de lujo con la línea del depósito, a pesar de que para mí es un fallo enorme el dejar que se se vean esos tubos cortados por detras. Es algo indigno en una moto que ha tardado tanto en hacerse y que ha dado tanto trabajo. Estos son los detalles que hacen que se eche por tierra la valoración de un cliente realmente exigente... pero da igual si el cliente es uno mismo.
Lo bueno de hacérselo uno todo es que seguramente esos pequeños detalles se pueden ir puliendo con el tiempo.
Aquí vemos un boceto del chasis antes de pasarlo al potro:
Pruebas de ergonomía sobre el terreno:
Por fin, el telaio está acabado, con su subchasis desmontable de aluminio y todo: brutal. No he visto nada igual:
Hay que rellenar el colín para ocultar cositas de la vista. Es el precio que hay que pagar por el minimalismo.
El depósito de fibra es retocado y adaptado. Tiene que ajustarse a las líneas del chasis y encajar como un guante. Me encanta:
Ya casi está. Un buen trabajo de pintura es imprescindible, y en los USA están muy acostumbrados a hacer eso de la mejor manera:
El resultado final es una moto única, verdaderamente especial. Un artilugio con imagen rancia, verdaderamente setentera, pero con prestaciones contemporáneas:
Alrededor de 150 kg con el depósito lleno. Alucinante.
La sempiterna venta de El Cruce, un café en taza para ayudar a entrar en calor, hoy pocas motos, bastante frío solo once grados Celsius a las 11:40 cuando llegué.
Esto había, motos en formación, cuando me iba
Busqué una mesa al sol, y disfruté del día.
Cada época del año tiene su manera de conducir una moto. En invierno hay que huir del frío, eso es crucial e importante. Hablo de motos deportivas, con prestaciones deportivas, que llevan neumáticos deportivos: estos neumáticos sólo funcionan cuando se han calentado, y aunque la tecnología de fabricación y compuestos ha avanzado muchísimo, aún así hay que tener cuidado y más cuanto más radicales sean las gomas. Yo no les he exigido mucho hoy, me ha costado entrar en calor, pero al final, cuerpo y mente han ido entrando en materia, y en la zona buena de curvas ya íbamos a gusto la máquina y el hombre.
Hay que tener paciencia y sensibilidad, y saber aplazar el placer para otra ocasión y si las circunstancias no son propicias. No pasa nada.
Como viene siendo habitual últimamente, he encontrado bastante tráfico, sobre todo en la subida. Parece que ya da igual el día de la semana que salgas o la carretera que cojas, y lo achaco al solazo que hace que un día como hoy, a mediodía, sea algo espectacular.
He disfrutado y sigo aprendiendo mucho con cada salida. Ya casi le he hecho veinte mil km a la rubia y ahí sigue dándolo todo. Ni el más mínimo problema con ella, sólo me ha dado buenos momentos.
Esta tarde fui a otra pequeña cosa a Suraventura, tienda de bicis en el centro de la ciudad, donde siempre me han tratado fenomenal, y a veces me acerco sólo por charlar un poco de velocípedos con Laure. Hace unos días surgió el tema de las tan de moda e-bikes, y él me intentaba convencer, haciendo uso de su labor de comercial de las marcas que allí se venden.
Hoy ya no me he podido escapar, ha puesto a mi disposición para probarla una Cannodale Moterra, una bici con cuadro de aluminio y suspensiones básicas, pero que no renuncia a ciertos lujos como su tija pija, o unos frenos sobredimensionados.
Tras una breve explicación sobre los modos de funcionamiento de la asistencia al pedaleo y la configuración de la altura de la tija, me dispongo a desplazarme por la ciudad sobre las ruedas "27 plus", que tienen un tamaño desmesurado para una bicicleta, pero que van de lujo con la ayuda del motorcito eléctrico.
Hay que aclarar que esta es una bici con asistencia eléctrica al pedaleo, y el motor no funciona con ningún tipo de acelerador o gatillo: hay que pedalear para hacerlo funcionar, aunque como todo en la vida, tras un breve periodo de adaptación de unos minutos, enseguida se le coge el truco y somos capaces de ir a todo trapo en el piñón pequeño llaneando casi sin esfuerzo alguno. Es una sensación impresionante, pero no menos que el momento de la aceleración desde parado, dejando clavados a los coches a la salida de los semáforos. Este cacharro anda, y mucho.
Eso sí, el conjunto es bastante pesado, juraría que cerca de 30 kg, y la horquilla es de chichinabo. Las llantas ya estaban un poquitín alabeadas, pero para una conducción normal, sin más pretensiones que pasear por la ciudad, hay de sobra.
No la probé por el campo, y hubiera sido algo interesante, pero en ese ambiente de suelo con poco agarre no sería recomendable usar el moto "turbo", en el que la entrega de par puede ser un poco brusca. La elección de "emtb", o incluso el modo "tour", serían más adecuados y además otorgarán una autonomía extra. También existe el modo "eco", y el modo "off", o apagado, en el que el único motor que moverá el pedalier serán nuestras piernas, pero no lo recomiendo más que en caso de verdadera y pura emergencia, dado que arrastrar tal peso con semejantes ruedas, pueden convertir tan tremendo lastre en algo imposible de remontar en caso de que el firme se incline mínimamente contra la fuerza de la gravedad.
La sensación de pedalear y sentirte un poco Superman es muy agradable, y he hecho varios km a todo trapo sin llegar a romper a sudar y siempre con una sonrisa en la cara.
Todo muy bonito y tal, pero ¿la compraría?
Ummmmmm, la verdad, tan buenas sensaciones dan que pensar, pero en realidad eso no es una bici, y como tal, lo que se haga con ella no puede llamarse tampoco ciclismo (ni mtb, por añadidura). Es algo híbrido, una especie de ciclomotor moderno, y no me imagino a un verdadero atleta, a un ciclista de la vieja escuela, usándola en sus circuitos preferidos...
Hay quien me dice que con una e-bike haces más deporte... algo que considero rotundamente falso: no hay más que bajarse de una y montar en tu bici de toda la vida para desmontar tal afirmación. Con la e-bike desaparece el reto contra uno mismo, el afán de superación, el sudor, la agonía, la endorfina provocada por haber superado una subida imposible, el agarrotamiento de las piernas por la acumulación de km... ciclismo en estado puro.
Es, por lo tanto, un ciclismo impuro y falso, engañoso y tramposo. Es una moto que no es una moto tampoco. Ya os he dicho con esto todo lo que no es. Para saber lo que es tendrán que probarlo ustedes mismos.
Cuando el deporte al máximo nivel, el amor propio, el afán de superación, y la motivación, chocan frontalmente, de manera literal, con el oportunismo sindicalista más deleznable, pueden producirse situaciones que nuestros vecinos del Norte tildarían de "bizarre"...
Se trata de una anécdota muy interesante sobre el que es considerado como el segundo mejor ciclista de la historia: Bernard Hinault.
La imágen que abre esta entrada resume muy bien ese 12 de marzo de 1984 en el que «El Tejón» o «The Badger» se liaba a puñetazos con unos manifestantes durante la 5ª etapa de la Paris-Niza (Miramas a La Seyne-sur-Mer).
Amanecía ese día con Robert Millar luciendo el maillot blanco de lider pero en el descenso de la Col de l’Espigoulier (a las afueras de Marsella), un ataque de Hinault le pilla muy mal colocado.
El grupo se parte en dos y el campeón francés se lleva a su rueda a unos 20 corredores que luchan por seguir su ritmo en un rapidísimo descenso.
Con la escapada ya asentada y la diferencia creciendo, el grupo que va en cabeza se topa de frente con unos 300 trabajadores de un astillero local llamado La Ciotat que estaban bloqueando la carretera a modo de protesta.
Algo que no habían tenido en cuenta estos manifestantes era el mal genio de un Hinault que ya iba saboreando el liderato en la general al ver que Millar y sus compañeros del equipo Peugeot eran incapaces de recortar las diferencias.
Uno de los ciclistas que iban en ese grupo de escapados cuenta como Hinault, al ver el grupo de manifestantes, se ajusta las correas de sus calapies y apenas sin aminorar la marcha embiste contra la primera línea de protestantes cayéndose de la bicicleta como consecuencia del impacto.
En cuestión de segundos, Hinault se incorpora y agarra al primero de los trabajadores al que le suelta un puñetazo que le impacta en el hombro.
En ese momento, alguien le agarra por detrás, parece que por el pelo, para impedir que le suelte un segundo golpe y el francés le intenta dar una patada casi perdiendo el equilibrio.
Una escena totalmente dantesca.
En seguida, la gendarmerie toma cartas en el asunto y las aguas vuelven a su cauce pero la carrera está ahora neutralizada e Hinault amenaza con retirarse de la misma tras ver que su escapada ha sido en vano.
Finalmente, la organización decide relanzar la carrera respetando las diferencias de tiempo que había justo antes de que Hinault impactase con el grupo de manifestantes.
Llegando a la meta en La Seyne, Eddy Plankaert se impondría al sprint, con Sean Kelly segundo e Hinault tercero.
Esta edición sería una de las siete veces que Sean Kelly ganaría la Paris-Niza.
No solamente hay fotos sino que el momento está documentado en un video de la televisión francesa:
En la dilatada historia del ciclismo en tierras francesas, ha habido muchos intentos de secuestrar la carrera pero hoy en día los organizadores suelen negociar con los manifestantes de modo que estos permiten pasar la carrera a cambio de unos segundos extra en pantalla.
Bernard Hinault, un hombre en un deporte de hombres:
Mucho tiempo antes de la llegada de los Garmin, Strava, potenciómetros, batidos de proteínas o incluso los pedales automáticos, había un hombre en el pelotón internacional que imponía no solamente por su dominio en las carreras sino también por su carácter.
Su apodo «The Badger« no asusta tanto cuando se traduce al castellano… «El Tejón»
Quizás por ello también le empezaron a llamar «El Caimán» ya que es complicado imaginarse que a Mr. Bernard Hinault, uno de los más grandes ciclistas de la historia, conocido por su tenacidad y personalidad más propia de pandillero se le conociese por el nombre de un pequeño roedor de hábitos discretos y apreciado pelaje.
Nada más lejos de la realidad.
Aquellos que desprecien la exactitud del mote es que nunca han visto de cerca o presenciado los efectos de este protegido mamífero.
Mal encarado y capaz de hacer frente a animales de mucho mayor tamaño.
Es conocido que puede llegar a poner en retirada al perro de caza más venturoso y sus efectos en la fauna son noticiosos en cuantiosas ocasiones.
Así era el Bretón. Pequeño, orgulloso y de talante agresivo.
Sin ir más lejos, en el incidente descrito más arriba cuando Hinault impacta con los manifestantes se fisuró una costilla pero sin darle mayor importancia, se subió a la bicicleta para terminar esa etapa y las cinco siguientes.
Se cuenta que empezó a usar la bicicleta de joven, como medio de transporte para allegarse a los pueblos vecinos y tomar parte en las batallas a puñetazo limpio que se organizaban de cuando en cuando para quemar el exceso de frenesí juvenil.
Ni Caimán, ni Oso Cavernario ni nada por el estilo. El Tejón y punto.
Perlas que Bernard Hinault ha dejado para la historia:
Muchas frases para enmarcar nos ha dejado el duro de Bernard Hinault.
Cuando le preguntaron sobre el Tour de Flandes, una de esas clásicas de un día que discurren por suelos flamencos, famosa por su dureza e inconvenientemente situada demasiado pronto en el calendario, dijo lo siguiente:
“Esa carrera es un circo y como yo no soy un payaso… nunca participaré en ella” (…y lo cumplió)
Sobre la París-Roubaix afirmó:
“Es una carrera de mierda pero acudiré a ella para demostrar que puedo ganarla” (…y lo cumplió)
Su lema siempre fue:
“Mientras siga respirando… seguiré atacando”
Mostraba plena confianza en sí mismo a cada aparición en los medios:
“La noche antes de cada carrera duermo como un bebé porque estoy seguro de que al día siguiente conseguiré la victoria”
Cuando le preguntaron sobre el futuro no muy halagüeño del pelotón ciclista francés:
“Hay campeones que se vuelven sirvientes en cuanto dan el salto a profesionales. Hay que ponerles un cuchillo al cuello para que funcionen
Los franceses no entrenan, nadie se encarga de ponerles las pilas. Habría que retener parte de su salario y solamente si ganan algo se le paga íntegramente”
¿Es el Tour demasiado duro?:
“Eso no es cierto. Hay que dejar de quejarse de una vez. El ciclismo es una profesión dura pero es mucho mejor que estar en una fábrica. Si quieres ganar hay que luchar hasta tu último aliento”.
Sobre la vuelta de Armstrong en 2009:
“Espero que no gane nada. ¡Nadie le obliga a volver, que se quede en casa!. No puede ganar el Tour. Ojalá Contador le dé su merecido”.
Sobre el doping:
“Los franceses toman lo mismo que todos los demás. Lo que no es normal es que a los ciclistas se les exija más que a otros deportistas”.
Sobre la comunicación del director de equipo con sus corredores en carrera (el pinganillo):
“Estoy en contra de ello. Es como una Game Boy con un gigoló al otro lado diciéndole al ciclista cuando debe parar a mear.
Con Guimard, estudiábamos el mapa y el viento cada mañana antes de comenzar la etapa”.
Como ves, en cuanto se pone a hablar no deja títere con cabeza.
Me habría encantado verle enfrentarse con Lance Armstrong.
En once años como profesional (1975-1986) consiguió 216 victorias de etapa, 5 Tours de Francia, 3 Giros a Italia y 2 Vueltas a España.
Pero entre sus victorias más épicas estará seguro esa Liege-Bastonge-Liege de 1980 bajo la nieve.
Aventajó en más de 9 minutos al segundo, de los 174 ciclistas que tomaron la salida solamente 21 consiguieron terminarla e Hinault… la hizo de corto!!
Aunque cuando subía el Stelvio y sus 2’757 metros de altitud tampoco te creas que se abrigaba demasiado.
Su carrera está plagada de anécdotas, como la que sigue, narrada por él mismo y que tuvo lugar durante el Grand Prix La Marseillaise, en 1982.
«Era la primera carrera de la temporada y yo estaba totalmente fuera de forma, con varios kilos de más incluso.
La primera hora de carrera fue frenética, rodando a 50 km/h en todo momento. Una locura.
Me quedé descolgado tras una hora de sufrimiento pero el grupo en el que me encontraba siguió con un buen ritmo y conseguimos alcanzar la cabeza de nuevo cuando se redujo la marcha.
Entonces les dije:
«¡Muy bien! Si vais a ir como locos para descolgarme mejor que lo hagáis como Dios manda y os aseguréis de que no vuelva a engancharme al grupo.
Estoy totalmente fuera de forma, ¿y no sois capaces de dejarme atrás?
¡Voy a usar hasta mi último aliento contra todos vosotros! «
Así que ataqué y me fugé con otros 5 corredores. Yo estaba muerto pero conseguí agarrarme a sus ruedas hasta el final sin dar un solo relevo.
En los últimos kms empezaron a atacarse los unos a los otros mientras yo me limitaba a bajar la cabeza y seguir ruedas.
Al final conseguí meterme en el sprint y me llevé la victoria.
Deberían haberse asegurado bien de que me dejaban descolgado.>>
Personaje histórico de los que ahora ya no vemos en ningún ámbito deportivo...
Cientos y cientos de metros, kilómetros de una línea continua y estrecha entre pinos y pinos y más pinos. Subir, bajar, empalmar virajes, algún garrote, ¡esquiva aquella raíz!, cuidado con la arena...
Aunque noto que los más recientes senderos son más rectilíneos y de curvas amplias, quizá debido a que el 99'95% de usuarios lleva bicis de 29", y que ya empiezan a hacerse grupos de e-bikers que, claro está, circulan a mayor velocidad, no dejan de ser bellos, incluso emotivos.
La experiencia de surcar el terreno por unos raíles en los que el flow, la anticipación, y el manejo adquieren unas características únicas, puede ser algo que te eleva, inspira y gratifica.
Hay momentos en que la imaginación se vuelve realidad, se produce la sublimación. Los sueños afloran y hay quienes, gozosos, son capaces de plasmarlos en objetos palpables, y lo que antes era una idea, una simple imagen en el fondo del cerebro, se vuelve en algo que arranca, se mueve, brama:
Esta no es sino una Sport Classic más, despojada de todo lo necesario para circular por la vía pública. Una auténtica trackday moto para caprichosos de altos vuelos.
Esta otra es "circulable" por la vía pública, aunque su estética está poco conseguida por culpa de una combinación de colores de dudoso gusto, o quizá lo es el esquema de aplicación. El faro le pega más a una Triumph sesentera, sería el que llevara Brando en Salvaje, por ejemplo, pero jamás iría montado en una moto de diseño italiano, y queda igual de horrendo que el color de las llantas. Y ese asiento... Fabio Taglioni se volvería a la tumba si al salir de ella lo viera en directo. Sin duda.
Un vivo ejemplo de que aunque tengas una Sport Classic original, también puedes cagarla hasta el fondo.
Incluso el hoy reputado Walt Siegel tuvo sus escarceos de dudosa calidad estética hace algunos años, cuando se atrevió a realizar trabajitos como éste:
Sobre la base de una Monster con el Verlicchi cromado (oh, anatema!), instaló un colín tapizado en un estilo que parece de primeros del siglo XX, y un semicarenado desmesurado en tamaño que me recuerda a esas BMW "deportivas" que eran cualquier cosa menos eso. Lo cual contrasta con otros detalles de modernidad acuciante, como la masiva horquilla invertida que tiene tratamiento deslizante de cromo negro y cogida para las pinzas radiales (Tokiko, todo un delito en una moto italiana que, como todo el mundo sabe, debería llevar Brembo o, a lo sumo, Discaciati), procedente de una Suzuki GSXR1000R moderna. Un diseño tiene que tener una proporción, un estilo. No se puede mezclar un colín retro de principios del siglo pasado con una horquilla que es lo último. Eso da pellizcos al sentido del gusto.
Termino la entrada de hoy con este ejemplar de una Sport Classic Sport Biposto carenada de las últimas, repasada por NCR, importante preparador durante décadas. Decir "NCR" es como apelar a AMG o Brabus para Mercedes, o "M" en BMW:
Quitando aparte el tapizado fuera de lugar del asiento reconvertido a monoposto (que seguramente en vivo sera la rehostia), esta máquina tiene un importantísimo (y carísimo) trabajo de adelgazamiento, y eso sin entrar en la preparación del motor que, viniendo de donde viene, no debe ser moco de pavo. Sólo las llantas y la horquilla deben costar como una Monster original...
Norman Spinrad nos dejó Incordie a Jack Barron en 1969, y consiguió nominaciones a los premios Hugo y Nebula. El descubrimiento para mí de este maravilloso autor ha sido providencia, y no es la primera vez que, buscando algo para leer, cualquier cosa relacionado con lo que me gusta, me topo con una maravilla que ha estado oculta de las corrientes principales de la literatura. Eso o yo soy poco exigente y me conformo con cualquier cosa. Pero no creo. Este libro es bueno, muy bueno, de lo mejor. Les copio la sinopsis:
Jack Barron es el presentador de «Incordie a Jack Barron», el programa de televisión en el que millones de espectadores tienen la oportunidad de denunciar la corrupción de políticos y empresarios. Desde el poder de la audiencia Barron no teme enfrentarse a nadie, y eso incluye a Benedict Howards, el millonario director de la Fundación para la Inmortalidad Humana, un instituto que ofrece a sus clientes la vida eterna a través de la congelación criogénica. Pero el complejo científico de Howards ampara en secreto un negocio de millones de dólares. Incordie a Jack Barron fue denunciada en el Parlamento norteamericano por «depravada, cínica, repulsiva, degenerada y altamente irreverente». Con esta novela. Norman Spinrad nos introduce en un mundo inquietantemente próximo a nuestra realidad, donde la política, el dinero y los medios de comunicación compiten sin piedad por la hegemonía de la opinión pública.
Escrita en 1969, la novela parece escrita ayer mismo. El personaje principal, presentador carismático de un programa que incordia constantemente a los poderosos, y que, por ello mismo, es codiciado por los mismos, y que goza de una audiencia fenomenal, parece sacado directamente de algunos shows mediáticos de rabiosa actualidad. Asimismo, todo el juego visual con las cámaras y las pantallas de televisión, manejado por el presentador desde su mesa mediante botones escondidos al espectador, nos retrotrae inmediatamente a la pirotecnia visual de la televisión de nuestros días. Todo ello resulta de una clarividencia increíble, aunque probablemente Spinrad no se propuso predecir el futuro, sino extrapolar su presente haciendo uso de su imaginación.
La novela está tratada también con un realismo notable. A pesar de que la criogenización no es posible, por más que haya empresas que en la actualidad prometen que si, todo está tratado con una verosimilitud tan notable que por momentos todo lo planteado en la novela parece aplicable a la realidad. El relato se ambienta en la realidad contemporánea al escritor, pero bien podría ser la nuestra actual. El uso de términos científicos es plausible y creíble, al menos para el que no entiende mucho de ciencia. Una vez aceptada la premisa, el lector, gracias a las habilidades como escritor de Spinrad, se deja envolver, y de qué manera, por el relato.
Los personajes también destacan por su psicología y su personalidad, fuertemente definida, y que experimenta cambios a lo largo del relato. Jack Barron, hombre de fuerte personalidad, carismático y en apariencia fuerte, tiene que hacer frente a conspiraciones y presiones políticas y empresariales, viendo tambalearse a veces su fortaleza y su honestidad. A lo largo del relato se las ve y se las desea para solucionar los problemas éticos que le caen encima, y tiene que cuestionarse hasta qué punto debe y quiere sacrificar su honestidad e integridad. Los juegos de manos que realiza, los enfrentamientos dialécticos con sus oponentes, son brillantísimos, a la vez que nos hablan de los intríngulis del poder político, de las mecánicas e intereses que constituyen la política de los Estados Unidos, y por ende de cualquier otra parte.
De la misma forma, el desenlace del relato no resulta convencional, deparando más de una horrible sorpresa, conviertiéndolo en una tragedia de proporciones espantosas para el protagonista.
Ya les digo y les repito: inexcusable es su lectura, dense prisa. Disfrutarán, sin duda.
El paso de los años y mis relaciones con la Administración han acabado por convencerme de que vivimos en algo muy diferente de lo que idealmente entendemos por “democracia”. ¿Vivimos, pues, engañados? En parte sí. En la mayor parte, claro.
De vez en cuando abrimos un poquito los ojos, pero enseguida los cerramos de nuevo para seguir "noviendo" la realidad, porque la realidad es que la “democracia” que domina Occidente se ha convertido en la única opción, y hemos llegado a ella por eliminación de otros diversos sistemas de gobierno que han ido pasando a lo largo del tiempo sin lograr imponerse. Ello no quiere decir que la forma actual de sociedad sea la definitiva, y ni mucho menos que sea perfecta.
Esto no es nuevo, ni yo vengo ahora a descubrir las Américas, claro, pero sí me puedo permitir la licencia honorable de exponer mi pensamiento en esta parte alejada del mainstream, pues considerándome como me considero un outsider, un renegado del sistema (aunque obligado por las circunstancias a vivir dentro de él, por él, para él), ello no quita que no sea ciego, ni que comulgue con ruedas de molino.
¡Eso jamás!
Pero entonces, ¿cuál es el límite, hasta dónde debe uno aguantar? Y lo más peliagudo, ¿acaso hay alternativa?
Ya en la Francia anterior la Revolución de 1789, Jean-Claude Marie Vicent de Gournay habló de “buromanía”, y en otras ocasiones se refirió a la “burocracia” como forma de gobierno, y siempre de manera peyorativa o negativa, en el sentido en que la casi unanimidad de los seres humanos nos referimos al concepto, y no como el optimista de Max Weber, para quien es una forma de organización y administración más racional que las alternativas, que se caracterizan como sistemas basados en aproximaciones "carismáticas" o "tradicionales". Weber definió a la burocracia como una forma de organización que realza la precisión, la velocidad, la claridad, la regularidad, la exactitud y la eficiencia conseguida a través de la división prefijada de las tareas, de la supervisión jerárquica, y de detalladas reglas y regulaciones… solo que la realidad, que es tozuda, nos demuestra que es exactamente lo contrario: imprecisión, lentitud, oscuridad, irregularidad, inexactitud y, sobre todo, ineficacia.
Es el gran Leviatán, ese monstruo inaccesible y que todo lo abarca, ese indomable, despiadado y ciegamente poderoso Estado.
Da igual si gobierna tal o cual partido, pues notaremos pocos o ningún cambio en el funcionamiento global de la Administración: las dimensiones del aparato son tales que ya no es posible la vuelta atrás. Es más, el bicho se alimenta incluso de sus propias entrañas, y crece y crece pareciendo no tener fin su capacidad de envolverlo todo, de regularlo todo, de afectar a todos los aspectos de nuestras vidas.
Ahora llega tiempo de elecciones generales, una vez más en pocos años, lo que se nos antoja algo inusual, pero a lo que parece que estamos abocados en adelante dado el fin del bipartidismo (que nunca fue tal, pues siempre existieron pequeños partidos bisagra, de corte nacionalista autonómico, que facilitaba el gobierno de uno u otro en función de las ventajas económicas obtenidas, lo que viene siendo una auténtica y total inmoralidad). En un sistema constitucionalista como el nuestro, que ab initio ya establece diferencias notables entre las diferentes Comunidades Autónomas y, por ende, entre sus habitantes, uno se pregunta de qué sirve todo esto. Ninguno de los candidatos me ofrece lo que quiero, ¿acaso debo votar al menos malo? ¡Menudo consuelo!
Podría no votar, pero entonces, ¿tendría derecho a quejarme después? Todo voto importa, aunque gracias a nuestras leyes sobre el sufragio, unos valen más que otros, y eso no es justo. Otra cosa que me cuestiono es si el pueblo vota por conveniencia o por convicción ideológica. ¿Qué sería lo adecuado? ¿Sería acaso procedente que toda la población tuviera ese derecho, o habría que ganárselo? No es ninguna barbaridad pensar eso, pues hasta no hace mucho no existía el sufragio universal. Tener una formación académica mínima, demostrar unos conocimientos sobre política, administración y organización a través de un examen, realizar alguna función de aportación a la sociedad (servicio militar, prestación social, pago de impuestos cuyo fruto se redistribuye, y similares), son sólo algunos ejemplos. Asimismo, habría una parte de la población que no debería acceder al voto, que serían todos aquellos que no contribuyen al objeto del gobierno (consistente, no lo olvidemos, en asignar el dinero fruto de la recaudación de impuestos a unos presupuestos, es decir, decidir a qué se dedica lo que nos quitan por la fuerza): los parados, los jubilados, los menores de edad (entraría aquí el debate de cuándo cruzar esa franja ¿por que a los 18, y no a los 25 o a los 40?), los extranjeros de primera generación...
Algunos pueden tachar mis ideas de algo radicales, y puede que produzcan la repugna y el rechazo. Me da exactamente igual. El sistema es el que es y tampoco parece que vaya a cambiar a corto plazo. Hay mucha gente comiendo de él, y se lo tienen bien montado. Les hemos dejado hacerlo.
Yo, como buen anarquista, no comulgo, joder, y cada vez que hay elecciones me pongo malo.
El mínimo reposo tras el almuerzo, un café y al lío. Y cuando se van empalmando senderos uno tras otro tras otro tras otro, descubriendo, riendo, asombrándome, maravillándome, el sol va bajando como espada de Damocles o como el filo de aquella fenomenal cuchilla del cuento de Edgar Allan Poe...
Correr, pedalear, reservarse un poco porque no sabes a donde lleva el nuevo caminito, cómo será la vuelta, a cuánto estoy del coche?
Bah, y sin luces, y aún uno puede tener una avería o una caída, vaya usted a saber.
Walt Siegel es, con diferencia, uno de los cuatro o cinco gurús actuales de la personalización de café racer con base ducati. Tan es así, que se atreve a montar un negocio con la base de unos modelos únicos, sobre un chasis de fabricación propia a los que adapta un conjunto depósito-colín tan perfectamente logrados que parecen hechos por Miguel Angel:
Sirvan como fuente de inspiración. Todo lo que hace este señor me gusta, pero ya está. Sus precios son prohibitivos, amén de que está en la parte superior de los continentes americanos y aquí no podrían conducir tal cual, pero me sirve para fijarme y aprender de proporciones, colores, y enfoques.