Desde la primera Interceptor ya ha llovido mucho. Después llegó la denominación oficial, "VFR" sin más apellido, salvo en las honorables RR que fueron las RC30 y la RC45. La primera VFR con basculante monobrazo, con código interno RC36, constituyó un subidón de nivel, y Honda siempre trató con mucho cariño a esta gama de motos sport-turismo, que lo mismo viajabas con ella a Cabo Norte, que te hacías unas tandas en Jerez, y todo lo que hay entre medias.
La moto que se compró hace poco tiempo, de tercera o cuarta mano, poco importa, es una versión RC46, la primera con inyección electrónica, fabricada entre 1999 y 2002. Se trata, además, de la versión "50 aniversario", con una decoración especial bicolor en honor a las motos con las que corrió Mike Hailwood, unas alas pintadas en el depósito, y el colín monoplaza de serie.
Nunca he conducido ninguna de estas, y es una moto que tiene cierto atractivo por su motor, sobre todo, un V4 a 90º, con un sonido precioso. Ante el ofrecimiento de Pedrito, enseguida acepté, y la bajada del Cruce de Santa Ana hasta Zalamea fuimos ocn las motos cambiadas.
No había probado nunca una VFR, pero sí muchas Honda, y personalmente he tenido dos de ellas en mi juventud. Y la VFR tiene lo que la mayoría de las Honda: suavidad, ausencia de vibraciones, buenos acabados, mandos cuyo funcionamiento se mantiene inalterable con el paso del tiempo... son ciertos aspectos que dan esa sensación de calidad que tanto enorgullece a sus dueños. Y aunque he conducido Hondas más deportivas y potentes, pero igualmente anodinas y carentes de sensaciones, ésta, en cambio, ofrece cosas distintas.
Para empezar, su motor no es nada común, pues no sólo es una rareza un V4 (hoy ya más "popularizado" con las Aprilia RSV4 y las Panigale de Ducati), sino que éste además tiene distribución mandada por cascada de engranajes y no por cadena, que es lo habitual, salvo las anteriores Ducati y las Guzzi, que van con correas, y las más arcáicas varillas de las Harley. Eso ofrece un sonido especial y distinguido, un silbido curioso. Y el bramar del V4, que tiene la línea roja a 12.500 rpm, es sencillamente sensacional: esta moto pide a gritos un escape un poquito más abierto para dejarse escuchar cuando el ruido aerodinámico no te lo permite.
Y como buena Honda, te subes, arrancas, y cuando llevas veinte metros parece tu moto de toda la vida. Particularmente, además, es una moto pequeña, me vi perfectamente acoplado en todas sus medidas, y yo tengo envergadura de piloto clásico de motos de baja cilindrada, o sea, bajito eh. Moto pequeña, pantalla del carenado baja ¿pero no era una "turismo"? En mi opinión, es más sport que turismo, y su tamaño y manejo creo que lo confirman. El peso de 230 kg parece de 50 kg menos, y a su lado, mi Tiger 955 parece, literalmente, un mamut, por dimensiones y por peso.
La VFR800 RC46 es una moto genial, que cuando la aprietas corre muchísimo (110 cv), lo suficiente para ir directamente a la cárcel, suena bárbaro, y se maneja como una auténtica deportiva, con un chasis noble y predecible, frenos suficientemente potentes y dosificables (sin necesidad de pinzas o bombas extravagantes) y el sistema CBS ni se nota, y su suspensión se encuentra en el lado más firme del espectro de las motos de calle sport-turismo, a pesar de que la trasera la encontré un poco seca de reacciones, y eso por sacarla algún fallo, eh.
El manillar lo esperaba más alto, pero una vez más me sorprende que se apoye tanto en las muñecas para ser una turismo, lo que sin duda influye en su capacidad más sport.
Volví a casa pensando en vender la Tiger y empezar a ahorrar para pillarme una, con eso lo digo todo. Es una moto muy buena, fiable, divertida, y sorprendentemente deportiva a pesar de lo que Honda nos quiera convencer. Una moto lógica y especial, de esas que uno tiene muchos, muchos años, y de las que te resistes a deshacerte de ella.