Una tarde más, tras reposar el almuerzo, dedicada al montaje de la rubia italiana. Y cuando uno está entretenido, y un poco emocionado también, todo hay que decirlo, porque ya voy viendo luz al final de este proceso, cuando está entretenido (iba diciendo) pasa el tiempo volando.
Y entonces recibí la llamada inoportuna e intempestiva del limitador de velocidad, porque había salido a hacer algo importante y luego comenzó a llover, y me pedía que la fuera a recoger. Ustedes, mis muy queridos, ignorados, escasos y sufridos lectores, no se hacen una idea del estado en que tenía la cueva en ese preciso instante, justo cuando me disponía a montar de manera definitiva el depósito de combustible, una vez instalado el radiador, llenado el refrigerante, montada la rueda delantera, el airbox, los filtros de aire y los ram-air, montaje y ajuste de mandos de acelerador y del "aire", todo ello previo enrutamiento de manguitos y cables diversos... pues una especie de caos ordenado de herramientas, trapos, bolas de papel, restos de junta y varios tipos de residuos por el suelo, cartones llenos de aceite y líquido anticongelante, y mi mesa plegable (desplegada, claro), con dos cajas de herramientas, un par de bandejas con tornillos, piezas sueltas, linterna, martillo de goma, alcohol (para que entre fácil el airbox en las gomas de la admisión, no me sean malpensados), etc. Y claro, las manos sucias, y yo sudando.
Pues si no me llega a llamar para que la recogiera en el coche, no me habría dado cuenta de que llevaba un poco más de tres horas, y si hubiera mirado el reloj antes habría parado. Casi seguro, eh.
Parece que todo va bien, y pronto podré arrancarla. El escollo más gordo es cambiar el retén del piñón de ataque, pero espero que la última herramienta que he adquirido, una pistola de impacto, me facilite la tarea.
Por cierto, se habrán dado cuenta de que esta vez no hay imágenes que ilustren el tema, pero tal fue mi nivel de absorción y concentración.
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