domingo, 30 de septiembre de 2012
jueves, 27 de septiembre de 2012
Pero, qué cosa es ello?
Rizoma es, desde hace años, un referente en accesorios de calidad para motocicletas, fundamentalmente dedicado a fabricar espejos retrovisores, manetas de freno, portamatrículas, todo tipo de embellecedores.. todo hecho en aluminio CNC y fibra de carbono, alta calidad italiana.
Su estética es, sin embargo, para el que le guste. No voy a entrar en ello porque el mundo de ese tipo de componentes me pasa bastante apartado en estos momentos.
Pero, extraña y sorpresivamente, nos anuncia la llegada de un nuevo producto: una especial bici ciudadana con imagen fixie, realizada en fibra de carbono, con tubos curvados y ausencia del normalmente fundamental tubo vertical que aloja la tija del sillín.
Se anuncia un peso de 8 kilos para este artefacto que, además, monta una correa de transmisión en vez de la engorrosa y sucia cadena habitual. Tiene multitud de detalles, como el conjunto potencia-manillar de una pieza, el alojamiento del pedalier, la ubicación del freno trasero:
Sólo queda saber la gama de colores, la disponibilidad y, cómo no, el precio en moneda comunitaria europea. Un desire que se quedará en el imaginario personal, porque no está el horno para muchos bollos...
Busta Rhymes
O sea, sí, estos tipos son geniales. Son de esos que pueden hacer que hasta te guste el jipijopi de los negratas. Me ha entusiasmado:
miércoles, 26 de septiembre de 2012
lunes, 24 de septiembre de 2012
Pista
Te puede cambiar la vida?
Hay muchas cosas que te pueden cambiar la vida. De un tiempo a esta parte me pregunto cuáles pueden ser.
Sin duda, un grave accidente de motociclismo es una de ellas... si uno quiere o se deja. Las presiones familiares son fuertes. Pero yo también soy fuerte. O loco. O estúpido.
Encima, además, añado nuevas y arriesgadas actividades a mis momentos de ocio. Lo último, como los más avezados seguidores ya deberían saber, es la cometita.
Sí, sí, la cometita.
Un sendero de tablas de madera. El atardecer detrás de mí hace una sombra alargada. Tonos rojizos y anaranjados en el cielo, justo antes de la puesta de sol. Camino despacio, cansado, todavía llevo el bañador mojado y lleno de arena. Acarreando una gran mochila a la espalda, la tabla del kite en una mano, me dirijo hacia el coche. Antes, paro junto a las duchas, perennes, para beber un poco de agua.
Una maravillosa mezcla de sensaciones, que ya he vivido muchas veces con distintas actividades, vuelve a mí: muy cansado, algunos puntos de dolor en piernas y hombros, emocionado por lo que he atisbado, por lo que he comprendido, por lo que he avanzado. Camino y miro hacia arriba, algunas pequeñas nubes pasan rápidamente.
Ayer sopló consistentemente un viento de Sur-Suroeste de 18 nudos, en el límite de lo recomendable para mi cometa de 12 metros. Da igual, hay que meterse sí o sí, y pelearse con las olas y una tremenda corriente que casi impedía ponerme la tabla en los pies. Veinte minutos más tarde sólo había sido capaz de dar un mibordo de quince o veinte metros. Luego hubo una baja de viento. Salí del agua a duras penas y bajé la cometa a la arena.
La desolación era en mí.
Cuarenta minutos más tarde el viento había vuelto a subir de nuevo. Yo me debatía entre la retirada y la reincidencia. Fuerza y honor, me dije, y allá que fui. Levanté la cometa, me metí hasta donde pude, y cazé hacia el Espigón, el límite de la playa: aleluya, por fin planeaba a gusto. Clavé el canto, ceñí lo que pude. Frené para no chocar con otro. Di la vuelta hacia el lado malo, hay que probar, hay que intentarlo, hay que aprender. Hay que entender el mecanismo, el funcionamiento, la mecánica, sin cuestionarse los porqués -eso ya vendrá después-.
Y salió, no a la primera, pero salió. Y otra vez hacia el Espigón. Y vuelta hasta el Tablas y más allá, y así una y otra vez, de derecha a izquierda y viceversa.
¿Saben lo que significa eso? La independencia, la libertad, se acabaron los paseos por la orilla acarreando cometa y destrozándome los talones.
Un gran paso para evolucionar más y más.
Pero lo que nunca pude imaginar es lo que ese logro iba a significar, las sensaciones íntimas que procurarían. En la intimidad que da la soledad en una playa al atardecer a casi finales de Septiembre, casi lloré. Sí, y no me duele reconocerlo.
Han sido meses de sufrimiento, de dolores, de falta de fuerza, de flexibilidad, de sensibilidad. Y aún así he logrado surfear arrastrado por la tracción de una cometa. He tragado litros de agua, he sangrado por arrastrar por la orilla, me he destrozado los talones durante dos meses siendo el hazmerreir de conocidos que me tildaban, como de costumbre, de loco. Y lo he logrado.
Está claro que aprender a hacer kiteboarding no me va a cambiar la vida, pero sin duda va a significar mucho para mí. Era una barrera que he cruzado, con éxito.
¿Las motos? Bueno, las motos siempre estarán ahí, en algún lugar de mi corazón. Me gustan mucho, quizá demasiado. Por eso tengo que tomármelo con calma. No tengo prisa, uno puede montar en moto incluso a muy avanzada edad. Y se disfruta tanto que no es necesario ir haciendo el loco, y menos por la vía pública. Es duro romper barreras mentales con la moto porque el suelo está duro, por no hablar de guardarraíles, árboles y los demás vehículos con los que se comparte el medio. El circuito, de momento, queda descartado. De momento. Puede que me lo plantee más adelante como una última puerta que tenga que abrir y cerrar para cerrar un ciclo de recuperación, un demostrarme a mí mismo que puedo hacerlo. Eso es importante e interesante para la mente. Te da poder, te da autoestima, te refuerza.
Para mañana hay grandes previsiones de viento de nuevo, y no veo el momento de pisar la arena otra vez.
Sin duda, un grave accidente de motociclismo es una de ellas... si uno quiere o se deja. Las presiones familiares son fuertes. Pero yo también soy fuerte. O loco. O estúpido.
Encima, además, añado nuevas y arriesgadas actividades a mis momentos de ocio. Lo último, como los más avezados seguidores ya deberían saber, es la cometita.
Sí, sí, la cometita.
Un sendero de tablas de madera. El atardecer detrás de mí hace una sombra alargada. Tonos rojizos y anaranjados en el cielo, justo antes de la puesta de sol. Camino despacio, cansado, todavía llevo el bañador mojado y lleno de arena. Acarreando una gran mochila a la espalda, la tabla del kite en una mano, me dirijo hacia el coche. Antes, paro junto a las duchas, perennes, para beber un poco de agua.
Una maravillosa mezcla de sensaciones, que ya he vivido muchas veces con distintas actividades, vuelve a mí: muy cansado, algunos puntos de dolor en piernas y hombros, emocionado por lo que he atisbado, por lo que he comprendido, por lo que he avanzado. Camino y miro hacia arriba, algunas pequeñas nubes pasan rápidamente.
Ayer sopló consistentemente un viento de Sur-Suroeste de 18 nudos, en el límite de lo recomendable para mi cometa de 12 metros. Da igual, hay que meterse sí o sí, y pelearse con las olas y una tremenda corriente que casi impedía ponerme la tabla en los pies. Veinte minutos más tarde sólo había sido capaz de dar un mibordo de quince o veinte metros. Luego hubo una baja de viento. Salí del agua a duras penas y bajé la cometa a la arena.
La desolación era en mí.
Cuarenta minutos más tarde el viento había vuelto a subir de nuevo. Yo me debatía entre la retirada y la reincidencia. Fuerza y honor, me dije, y allá que fui. Levanté la cometa, me metí hasta donde pude, y cazé hacia el Espigón, el límite de la playa: aleluya, por fin planeaba a gusto. Clavé el canto, ceñí lo que pude. Frené para no chocar con otro. Di la vuelta hacia el lado malo, hay que probar, hay que intentarlo, hay que aprender. Hay que entender el mecanismo, el funcionamiento, la mecánica, sin cuestionarse los porqués -eso ya vendrá después-.
Y salió, no a la primera, pero salió. Y otra vez hacia el Espigón. Y vuelta hasta el Tablas y más allá, y así una y otra vez, de derecha a izquierda y viceversa.
¿Saben lo que significa eso? La independencia, la libertad, se acabaron los paseos por la orilla acarreando cometa y destrozándome los talones.
Un gran paso para evolucionar más y más.
Pero lo que nunca pude imaginar es lo que ese logro iba a significar, las sensaciones íntimas que procurarían. En la intimidad que da la soledad en una playa al atardecer a casi finales de Septiembre, casi lloré. Sí, y no me duele reconocerlo.
Han sido meses de sufrimiento, de dolores, de falta de fuerza, de flexibilidad, de sensibilidad. Y aún así he logrado surfear arrastrado por la tracción de una cometa. He tragado litros de agua, he sangrado por arrastrar por la orilla, me he destrozado los talones durante dos meses siendo el hazmerreir de conocidos que me tildaban, como de costumbre, de loco. Y lo he logrado.
Está claro que aprender a hacer kiteboarding no me va a cambiar la vida, pero sin duda va a significar mucho para mí. Era una barrera que he cruzado, con éxito.
¿Las motos? Bueno, las motos siempre estarán ahí, en algún lugar de mi corazón. Me gustan mucho, quizá demasiado. Por eso tengo que tomármelo con calma. No tengo prisa, uno puede montar en moto incluso a muy avanzada edad. Y se disfruta tanto que no es necesario ir haciendo el loco, y menos por la vía pública. Es duro romper barreras mentales con la moto porque el suelo está duro, por no hablar de guardarraíles, árboles y los demás vehículos con los que se comparte el medio. El circuito, de momento, queda descartado. De momento. Puede que me lo plantee más adelante como una última puerta que tenga que abrir y cerrar para cerrar un ciclo de recuperación, un demostrarme a mí mismo que puedo hacerlo. Eso es importante e interesante para la mente. Te da poder, te da autoestima, te refuerza.
Para mañana hay grandes previsiones de viento de nuevo, y no veo el momento de pisar la arena otra vez.
cita:
Cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple su deber.
George Bernard Shaw
George Bernard Shaw
domingo, 23 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
cita y reflexión
"El lujo para las masas es una estupidez."
Richard Mille
En una reciente entrevista al creador de los relojes que han saltado a la fama de los legos en la materia por el affaire del robo del peluco de Rafa Nadal, que pueden leer aquí, han resaltado como titular esa frase del señor Mille.
La iterviú es rácana, escasa, mal redactada, y dice poco -o mucho, según se mire- del relojero venido a más, aunque algo me dice que ya era multimillonario antes de meterse en este negocio.
Me quedo con la cita antedicha, que suscribo, ratifico, sanciono y ordeno se publique en el BOE y en los noticiarios de difusión nacional para que el vulgo populacho se entere de una maldita vez.
Sostengo a menudo, y este verano me he visto obligado a explicar y repetir mi tesis varias veces entre amigos y conocidos, que uno de los grandes problemas de Occidente en general, y de Españístán muy en particular, es lo que yo vengo en llamar "la democratización del lujo". Tal cosa se cae por su propio peso, muchos ahora se ven ahorcados y sin futuro arreglable a corto, medio o larguísimo plazo, y lo peor no es eso, lo peor es que ahora la culpa es de los demás.
No hace tanto tiempo, porque yo no soy ningún anciano y recuredo perfectamente esa era, viajar en avión era un lujo. No existía el low cost a base de subvenciones euromillonarias a empresas extranjeras, y quien quería viajar por aire tenía que pagar bien caro. Ahora se puede dar la paradoja de volar ida y vuelta de Sevilla a Barcelona por 30 lereles, incluso menos si te lo curras bien. ¿Cómo es posible?
Recuerdo que de pequeño, con una excusa que no viene a cuento, mi padre nos llevó a Madrid, un viaje de noche en coche-cama de duración interminable y precio asequible. Hoy es incocebible tal cosa, hoy hay que ir en AVE sí o sí, o como mínimo en TALGO -no sé si quiera si todavía existe- o Altaria.
Yo he visto en la época de las vacas gordas como los peones de albañil acudían a la obra en BMW serie 3 cupé, y los Audis A3 eran legión. Todos conocemos a gente que con modestos empleos se embarcan en adquirir un piso en la playa cuando viven a menos de quince minutos de la arena y el mar. Viajes de vacaciones cada dos por tres a destinos exóticos, bodorrios inconmensurables, cenas fuera de casa a diario, copas a tutiplén en las terrazas más de moda de la ciudad, ropa y accesorios de primerísimas marcas...
Joder, joder, joder.
Yo me he preguntado muchas veces: ¿si nosotros vivimos así, cómo vivirán los ricos de verdad?
Mi señor padre, con cinco oposiciones a sus espaldas, y trabajando mi querida madre de maestra de EGB -o sea, otra oposición más-, no se compró un Mercedes hasta los 50, y eso teniendo un trabajo muy bien remunerado. Vivió de alquiler hasta los 38 años, edad a la que aprobó su última, su definitiva oposición.
Nunca comprendí a esos jóvenes que se casan con lo puesto, sin la más mínima seguridad en el trabajo, y se meten en hipotecas de cuarenta años, y se ponen, además, a parir como conejos. Porque es que hasta tener hijos se ha convertido en un lujo hoy día.
Es posible que la culpa sea nuestra, los hijos de la transición, de los nuevos aires de libertad, criados en Jauja. No nos faltó de nada, nunca pasamos hambre, frío o penuria de ninguna clase. Pensábamos que esto de la vida era fácil y divertido, y al final ha resultado ser una trampa horrible. Estamos metidos hasta el cuello.
Hace unos meses, un compañero se mareó y perdió el conocimiento ante la insinuación por parte de otro de la supresión de parte de la remuneración extra que percibía, porque se le vino el mundo encima al estar muy ajustado en su balance. Hoy mismo, otra compañera ha sufrido una crisis de ansiedad y ha tenido que abandonar la oficina entre lágrimas e hipidos al enterarse de las medidas ordenadas por la jefatura sobre nuestro más inmediato futuro respecto a las nóminas.
Los ánimos están revueltos, y lo pero no es eso, es que la cosa tiene pocos visos de mejorar.
Richard Mille
En una reciente entrevista al creador de los relojes que han saltado a la fama de los legos en la materia por el affaire del robo del peluco de Rafa Nadal, que pueden leer aquí, han resaltado como titular esa frase del señor Mille.
La iterviú es rácana, escasa, mal redactada, y dice poco -o mucho, según se mire- del relojero venido a más, aunque algo me dice que ya era multimillonario antes de meterse en este negocio.
Me quedo con la cita antedicha, que suscribo, ratifico, sanciono y ordeno se publique en el BOE y en los noticiarios de difusión nacional para que el vulgo populacho se entere de una maldita vez.
Sostengo a menudo, y este verano me he visto obligado a explicar y repetir mi tesis varias veces entre amigos y conocidos, que uno de los grandes problemas de Occidente en general, y de Españístán muy en particular, es lo que yo vengo en llamar "la democratización del lujo". Tal cosa se cae por su propio peso, muchos ahora se ven ahorcados y sin futuro arreglable a corto, medio o larguísimo plazo, y lo peor no es eso, lo peor es que ahora la culpa es de los demás.
No hace tanto tiempo, porque yo no soy ningún anciano y recuredo perfectamente esa era, viajar en avión era un lujo. No existía el low cost a base de subvenciones euromillonarias a empresas extranjeras, y quien quería viajar por aire tenía que pagar bien caro. Ahora se puede dar la paradoja de volar ida y vuelta de Sevilla a Barcelona por 30 lereles, incluso menos si te lo curras bien. ¿Cómo es posible?
Recuerdo que de pequeño, con una excusa que no viene a cuento, mi padre nos llevó a Madrid, un viaje de noche en coche-cama de duración interminable y precio asequible. Hoy es incocebible tal cosa, hoy hay que ir en AVE sí o sí, o como mínimo en TALGO -no sé si quiera si todavía existe- o Altaria.
Yo he visto en la época de las vacas gordas como los peones de albañil acudían a la obra en BMW serie 3 cupé, y los Audis A3 eran legión. Todos conocemos a gente que con modestos empleos se embarcan en adquirir un piso en la playa cuando viven a menos de quince minutos de la arena y el mar. Viajes de vacaciones cada dos por tres a destinos exóticos, bodorrios inconmensurables, cenas fuera de casa a diario, copas a tutiplén en las terrazas más de moda de la ciudad, ropa y accesorios de primerísimas marcas...
Joder, joder, joder.
Yo me he preguntado muchas veces: ¿si nosotros vivimos así, cómo vivirán los ricos de verdad?
Mi señor padre, con cinco oposiciones a sus espaldas, y trabajando mi querida madre de maestra de EGB -o sea, otra oposición más-, no se compró un Mercedes hasta los 50, y eso teniendo un trabajo muy bien remunerado. Vivió de alquiler hasta los 38 años, edad a la que aprobó su última, su definitiva oposición.
Nunca comprendí a esos jóvenes que se casan con lo puesto, sin la más mínima seguridad en el trabajo, y se meten en hipotecas de cuarenta años, y se ponen, además, a parir como conejos. Porque es que hasta tener hijos se ha convertido en un lujo hoy día.
Es posible que la culpa sea nuestra, los hijos de la transición, de los nuevos aires de libertad, criados en Jauja. No nos faltó de nada, nunca pasamos hambre, frío o penuria de ninguna clase. Pensábamos que esto de la vida era fácil y divertido, y al final ha resultado ser una trampa horrible. Estamos metidos hasta el cuello.
Hace unos meses, un compañero se mareó y perdió el conocimiento ante la insinuación por parte de otro de la supresión de parte de la remuneración extra que percibía, porque se le vino el mundo encima al estar muy ajustado en su balance. Hoy mismo, otra compañera ha sufrido una crisis de ansiedad y ha tenido que abandonar la oficina entre lágrimas e hipidos al enterarse de las medidas ordenadas por la jefatura sobre nuestro más inmediato futuro respecto a las nóminas.
Los ánimos están revueltos, y lo pero no es eso, es que la cosa tiene pocos visos de mejorar.
cita:
"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida,
la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota.
La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado."
Marco Tulio Cicerón
Año 55 a .C.
la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota.
La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado."
Marco Tulio Cicerón
Año 55 a .C.
lunes, 17 de septiembre de 2012
domingo, 16 de septiembre de 2012
cita:
“The greatest barrier to success is the fear of failure."
La barrera más grande para tener éxito es el miedo a fallar.
Sven Goran Eriksson
La barrera más grande para tener éxito es el miedo a fallar.
Sven Goran Eriksson
Aguafría
Aguafría es una minilocalidad serrana del Norte de la provincia de Huelva. Es atravesada por la N-435, y ayer se convirtió en punto de parada y toma de refrigerio por estar cerrada por vacaciones la habitual venta del cruce de Santa Ana.
Bueno, ese restarurante a pie de curva en la entrada de la aldea tiene un enclave guay, aunque me tuviera que conformar con una Pepsi light de sabor infame. No había Cocacola, que es lo que me gusta, llámenme exquisito, raro o tiquismiquis si lo desean.
Unos grandes alcornoques que proporcionan la sombra ideal, una fuentecilla que alegra con su trinar, unas sencillas mesas y sillas de aluminio, son los componentes ideales para un breve descanso aprovechando para hidratarse.
Gabi no pudo/quiso acompañarnos ayer... pero entre Pedros quedó la cosa, más que suficiente para pasar un buen rato a ritmo alegre, que no demencial. La carretera estuvo a nuestra total disposición, con un tráfico casi nulo. Me congratulo por ello. Pocas motos.
La presión de estos últimos años por parte de la Benemérita, y la actual crisis unida a la subida del precio de los combustibles, ha hecho que sean pocos los domingueros, y de entre los motoristas acérrimos la mayoría se han pasado a las grandes motos trail, las naked o incluso a las cruisers. Mejor.
Una pena que la cinta negra de asfalto esté parcheada, rota a veces, un poco lisa por el desgaste en algunos sitios, pero es sólo cuestión de conocer los sitios, o sea, rodar y rodar, subir y bajar.
Me encontré bastante suelto, manejando la Susi con facilidad, disfrutando. Me extrañaba que Pedrito me hiciera el tapón a ratos, y en la vuelta incluso le metía metros cuando yo iba delante, y me los recuperaba en un tira y afloja, una chicle o elástico que se acerca y se aleja. ¿Se aburría por ir con un tipo que es como si empezara de nuevo sus primeros pasos en moto? ¿Jugaba conmigo?
Parece ser que no. Cuando llegamos a la capital y aparcamos, me explicaba que llevaba la suspensión dura y la goma gastadilla, y que sufría de constantes pérdidas de tracción a la mínima insinuación del acelerador:
Así no se puede ir, Pedrito. Jugarse tontamente el pellejo no es propio.
Bueno, ese restarurante a pie de curva en la entrada de la aldea tiene un enclave guay, aunque me tuviera que conformar con una Pepsi light de sabor infame. No había Cocacola, que es lo que me gusta, llámenme exquisito, raro o tiquismiquis si lo desean.
Unos grandes alcornoques que proporcionan la sombra ideal, una fuentecilla que alegra con su trinar, unas sencillas mesas y sillas de aluminio, son los componentes ideales para un breve descanso aprovechando para hidratarse.
Gabi no pudo/quiso acompañarnos ayer... pero entre Pedros quedó la cosa, más que suficiente para pasar un buen rato a ritmo alegre, que no demencial. La carretera estuvo a nuestra total disposición, con un tráfico casi nulo. Me congratulo por ello. Pocas motos.
La presión de estos últimos años por parte de la Benemérita, y la actual crisis unida a la subida del precio de los combustibles, ha hecho que sean pocos los domingueros, y de entre los motoristas acérrimos la mayoría se han pasado a las grandes motos trail, las naked o incluso a las cruisers. Mejor.
Una pena que la cinta negra de asfalto esté parcheada, rota a veces, un poco lisa por el desgaste en algunos sitios, pero es sólo cuestión de conocer los sitios, o sea, rodar y rodar, subir y bajar.
Me encontré bastante suelto, manejando la Susi con facilidad, disfrutando. Me extrañaba que Pedrito me hiciera el tapón a ratos, y en la vuelta incluso le metía metros cuando yo iba delante, y me los recuperaba en un tira y afloja, una chicle o elástico que se acerca y se aleja. ¿Se aburría por ir con un tipo que es como si empezara de nuevo sus primeros pasos en moto? ¿Jugaba conmigo?
Parece ser que no. Cuando llegamos a la capital y aparcamos, me explicaba que llevaba la suspensión dura y la goma gastadilla, y que sufría de constantes pérdidas de tracción a la mínima insinuación del acelerador:
En las lonas!!! |
sábado, 15 de septiembre de 2012
Mañana de sábado atípica
A pesar de haberme levantado temprano, como es habitual, hoy sábado no he tenido la apetencia necesaria o requerida para dar una vuelta en bici, o en coche, o en moto, o andando, o corriendo.
En cambio, encontré en el menú de pelis de Imagenio una nueva aportación a la ridícula, obsoleta y habitualmente nefasta selección de videoteca por cable.
Siempre me gustó Sean Penn, es uno de mis favoritos entre los favoritos. Nunca me defraudó, ni siquiera en la última que vi en la que aparece, "La delgada línea roja", en la que a pesar de ser un secundario de lujo, y a pesar de haberla visto cuatro veces, me sigue pareciendo creíble al cien por cien. Al cien por cien, permitan que repita.
Pero en la de hoy no, en la de hoy era el único, irrefutablemente, inconmesurablemente protagonista.
"Un lugar donde quedarse" es el título mal traducido de un tema de los Talking Heads. A lo mejor los más jóvenes lectores jamás oyeron hablar de los Talking Heads... pero para ellos.
En ella, Penn da vida a Cheyenne, una cincuentona estrella de rock que aún conserva su imagen Glam o gótica, que vive de las rentas y los royalties. Vive atacado por la culpa de algo que sucedió y que no les voy a desvelar, en una gran mansión en Dublín, junto a su esposa, interpretada por una que nunca falla, Frances McDermod -me encanta esta tipa-.
Recibe la noticia de que su padre, con quien no tiene relación alguna dese hace treinta años, ha fallecido, y se dirige a NY a ver el cadáver. Allí se entera de que su progenitor pasó media vida persiguiendo resarcirse de una humillación sufrida durante la Segunda Guerra Mundial, durante su confinamiento en Auswich. El resto de la peli se transforma en una road movie, atravesando EEUU en busca de una persona. Así pasará por extrañas situaciones y conocerá a ciertos personajes. Pero en el fondo a quien encuentra de verdad es a sí mismo.
No les desvelaré nada más, desearía que la vieran ustedes. Merece la pena. A mí, al menos, me ha gustado mucho y me ha hecho pasar una mañana magnífica.
En cambio, encontré en el menú de pelis de Imagenio una nueva aportación a la ridícula, obsoleta y habitualmente nefasta selección de videoteca por cable.
Siempre me gustó Sean Penn, es uno de mis favoritos entre los favoritos. Nunca me defraudó, ni siquiera en la última que vi en la que aparece, "La delgada línea roja", en la que a pesar de ser un secundario de lujo, y a pesar de haberla visto cuatro veces, me sigue pareciendo creíble al cien por cien. Al cien por cien, permitan que repita.
Pero en la de hoy no, en la de hoy era el único, irrefutablemente, inconmesurablemente protagonista.
"Un lugar donde quedarse" es el título mal traducido de un tema de los Talking Heads. A lo mejor los más jóvenes lectores jamás oyeron hablar de los Talking Heads... pero para ellos.
En ella, Penn da vida a Cheyenne, una cincuentona estrella de rock que aún conserva su imagen Glam o gótica, que vive de las rentas y los royalties. Vive atacado por la culpa de algo que sucedió y que no les voy a desvelar, en una gran mansión en Dublín, junto a su esposa, interpretada por una que nunca falla, Frances McDermod -me encanta esta tipa-.
Recibe la noticia de que su padre, con quien no tiene relación alguna dese hace treinta años, ha fallecido, y se dirige a NY a ver el cadáver. Allí se entera de que su progenitor pasó media vida persiguiendo resarcirse de una humillación sufrida durante la Segunda Guerra Mundial, durante su confinamiento en Auswich. El resto de la peli se transforma en una road movie, atravesando EEUU en busca de una persona. Así pasará por extrañas situaciones y conocerá a ciertos personajes. Pero en el fondo a quien encuentra de verdad es a sí mismo.
No les desvelaré nada más, desearía que la vieran ustedes. Merece la pena. A mí, al menos, me ha gustado mucho y me ha hecho pasar una mañana magnífica.
viernes, 14 de septiembre de 2012
Grande
jueves, 13 de septiembre de 2012
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Amigos de Sofía
Les copio pego un artículo de César Molinas. Es harto interesante, aunque supongo que también es en exceso largo para sus débiles mentes. Hagan un esfuerzo y también háganse un favor: LEANLO, por Diosssss.
Después, añado algo de mi cosecha particular a modo de colofón y epílogo derrotista y catártico.
En fin, ahí va:
"este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales. ¿Por qué una teoría? Por dos razones. En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían. Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro. Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:
1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.
La historia
Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió. La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable. La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.
Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.
En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad. Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora. Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.
Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.
Las burbujas
Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española. Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva. Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.
La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político. Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores. Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir. Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!
Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir. Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía. A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de jaleuros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!
La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes. Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener. En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos. Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!
La teoría
Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.
El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:
"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".
"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".
"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo". Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".
Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
1.La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
2.La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
3.¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
4.Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.
La predicción
La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de jaleuros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.
La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.
El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.
Cambiar el sistema electoral
La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”? "
César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.
Sí, César Molinas ha sabido expresar una visión tan breve como acertada del panorama actual. Lo leí el lunes mientras desayunaba, y me lo guardé para publicarlo en el mi bloc, pero no me he decidido porque no me gusta hablar de política en él.
No obstante, me lo sigo pensando, porque esto ya no es política tal y como comúnmente se entiende ésta. Esto va más allá.
El análisis de las causas, de la naturaleza e idiosincrasia de las personas que gobernaron e hicieron de las suyas durante la transición, la corrupción y pudrimiento de la idea de la división del país en 17, el expolio, saqueo, robo al contribuyente, el hágase rico fácil y rápido sin producir nada... Todo eso trasciende la política.
Me niego a creer que forma parte de nuestra genética el habernos llevado a crear el tamaño desaguisado en que se ha convertido España.
La solución se deja leer en el mismo artículo, y pasa por hacer borrón y cuenta nueva, empezar de cero, cambiar el sistema, pero no sólo el electoral, que debería incluir una segunda vuelta para eliminar los minoritarios y acabar de una puta vez con las minorías nacionalistas que haciendo de bisagra son los que gobiernan realmente cuando no hay mayoría absoluta. Debe gobernar un partido claramente mayoritario, es el único modo.
Y desde luego, al carajo las autonomías o, al menos, tal y como las entendemos ahora.
Es necesario un control total del endeudamiento. En necesario un "no endeudamiento". No se puede ir tirando con crédito sobre crédito sobre crédito, eso no hay economía que lo soporte, es de parvulario saberlo.
Y por supuesto, es necesario actuar con responsabilidad, y no me refiero a una frase hueca (padre de familia y tal), no, me refiero a que quien la cague, pague, como paga el administrador de una empresa que la hunde, o el gestor que gestiona mal. Porque al fin y al cabo, los gobernantes son eso, administran nuestro dinero, gestionan gastos y problemas. Los presupuestos hay que hacerlos sobre lo que se tiene, no sobre lo que se desea, se espera o se pide prestado.
En fin, podría seguir y seguir, pero creo que son obviedades. Todos lo sabemos, ellos también. Nadie hace nada, yo el primero y no me duele decirlo. A mis 40 estoy totalmente desencantado de la política, lo público, y hace lustros que no acudo a las urnas. No comulgo con este sistema y trato de colocarme a un lado en todo momento. Simplemente aguanto que me saqueen la nómina cada vez, no tengo más remedio, es lo que hay.
Empezar de cero. Reacción del pueblo. Echar a los culpables. Insumisión. Rebeldía. ¿Me creen loco o subversivo o radical o trasnochado? Puede que tengan razón.
Después, añado algo de mi cosecha particular a modo de colofón y epílogo derrotista y catártico.
En fin, ahí va:
"este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales. ¿Por qué una teoría? Por dos razones. En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían. Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro. Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:
1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.
La historia
Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió. La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable. La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.
Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.
En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad. Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora. Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.
Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.
Las burbujas
Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española. Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva. Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.
La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político. Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores. Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir. Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!
Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir. Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía. A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de jaleuros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!
La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes. Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener. En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos. Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!
La teoría
Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.
El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:
"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".
"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".
"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo". Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".
Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
1.La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
2.La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
3.¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
4.Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.
La predicción
La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de jaleuros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.
La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.
El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.
Cambiar el sistema electoral
La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”? "
César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.
Sí, César Molinas ha sabido expresar una visión tan breve como acertada del panorama actual. Lo leí el lunes mientras desayunaba, y me lo guardé para publicarlo en el mi bloc, pero no me he decidido porque no me gusta hablar de política en él.
No obstante, me lo sigo pensando, porque esto ya no es política tal y como comúnmente se entiende ésta. Esto va más allá.
El análisis de las causas, de la naturaleza e idiosincrasia de las personas que gobernaron e hicieron de las suyas durante la transición, la corrupción y pudrimiento de la idea de la división del país en 17, el expolio, saqueo, robo al contribuyente, el hágase rico fácil y rápido sin producir nada... Todo eso trasciende la política.
Me niego a creer que forma parte de nuestra genética el habernos llevado a crear el tamaño desaguisado en que se ha convertido España.
La solución se deja leer en el mismo artículo, y pasa por hacer borrón y cuenta nueva, empezar de cero, cambiar el sistema, pero no sólo el electoral, que debería incluir una segunda vuelta para eliminar los minoritarios y acabar de una puta vez con las minorías nacionalistas que haciendo de bisagra son los que gobiernan realmente cuando no hay mayoría absoluta. Debe gobernar un partido claramente mayoritario, es el único modo.
Y desde luego, al carajo las autonomías o, al menos, tal y como las entendemos ahora.
Es necesario un control total del endeudamiento. En necesario un "no endeudamiento". No se puede ir tirando con crédito sobre crédito sobre crédito, eso no hay economía que lo soporte, es de parvulario saberlo.
Y por supuesto, es necesario actuar con responsabilidad, y no me refiero a una frase hueca (padre de familia y tal), no, me refiero a que quien la cague, pague, como paga el administrador de una empresa que la hunde, o el gestor que gestiona mal. Porque al fin y al cabo, los gobernantes son eso, administran nuestro dinero, gestionan gastos y problemas. Los presupuestos hay que hacerlos sobre lo que se tiene, no sobre lo que se desea, se espera o se pide prestado.
En fin, podría seguir y seguir, pero creo que son obviedades. Todos lo sabemos, ellos también. Nadie hace nada, yo el primero y no me duele decirlo. A mis 40 estoy totalmente desencantado de la política, lo público, y hace lustros que no acudo a las urnas. No comulgo con este sistema y trato de colocarme a un lado en todo momento. Simplemente aguanto que me saqueen la nómina cada vez, no tengo más remedio, es lo que hay.
Empezar de cero. Reacción del pueblo. Echar a los culpables. Insumisión. Rebeldía. ¿Me creen loco o subversivo o radical o trasnochado? Puede que tengan razón.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Un escorpión es un escorpión
Pues sí, queridos lectores.
Un escorpión siempre será un escorpión.
Y vuelvo a las andadas, es inevitable, no lo puedo contrarrestar con ninguna otra distracción, y mira que lo he intentado.
Reconozco que la bici me produce gran cantidad de endorfinas, pero también hay un componente de sufrimiento, unido a la autosuperación, el entorno natural, los beneficios físicos, la fuerza mental... Todo eso lo hace un deporte bello y a menudo épico si se quiere.
El automovilismo, como deporte, la verdad es que no lo he vivido. Unas tandas esporádicas no significa deporte, y mis usuales paseos serranos dejan tanto margen de seguridad que aunque a un ritmo alto para el usuario lego en la materia, o a la suspicaz vista del picoleto de turno, en verdad está lejos de cualquier radicalidad.
Mi relación con el windsurf, que no considero acabada pues aún conservo una tabla y dos velas, siempre ha sido de tira y afloja, de amor/odio, condicionado por mi situación familiar y el lugar donde he vivido. Hoy casi he pasado página y he pasado un verano magnífico aprendiendo a hacer kitesurf, que me está dando momentos inolvidables en este principio de Septiembre. Sensaciones ya olvidadas como sentir el poder del viento, el planeo, despegar, la lucha contra las olas, la constante búsqueda de la ceñida para poder aprovechar la ida y la vuelta. La adrenalina, el vértigo de la velocidad.
Bonito. Fácil descubrir el mundo de la cometa vivienda en Huelva.
Pero casi nada como la moto. Un simple paseo en moto puede recargar las pilas a cualquiera, o calmar al más agobiado. Olvidarse de todo, dejarse llevar, disfrutar de la inclinación, esa batalla entre la fuerza de la gravedad, el agarre de los neumáticos y la fuerza centrípeta, todo ello gobernado por el puño derecho y el manejo de los pesos de tu propio cuerpo... eso es algo único, casi incomparable.
Las motos son los caballos de la era moderna, y proporcionan un sentimiento de libertad y de poder análogo al que produjeran durante siglos los buenos caballos a los jinetes experimentados.
Por eso, antes del parón veraniego, di un par de paseos en solitario por diversas carreteras de la provincia, con ciertas dosis de miedo en el cuerpo, haciéndome a la máquina, adaptando mi estilo a la conducción por carretera, que es muy distinta a la practicada en el "seguro entorno de un circuito cerrado". De modo que, dejando unos inmensos márgenes de seguridad, más que disfrutar, me trasladaba de A hasta B, parecía un aprendiz, un novato, un lerdo sobre dos ruedas.
Pero el tiempo pasa. He cogido mucho la moto para recados, ir al curro, a la playa, en fin, un poco para todo. Y el sábado montamos una subidita entre Gabi, Pedrito y un servidor que, aunque lejos del ritmo de las subidas infernales de los primeros años del siglo XXI, unjo empieza ya a ver un poco de luz en el oscuro y difícil túnel del disfrute de la conducción sport.
No, no esperen que hable de velocidades máximas, ritmos carcelarios o adelantamientos imposibles. No. No es el tema aquí, sino antes bien señalar lo que ha significado para mí: un comprobar que puedo volver a disfrutar mucho con una moto, aunque sea una miniGixxer de 600, un infraescalón motorístico, eso sí, con la dignidad mínima. Porque siempre hay que tener en cuenta que una moto deportiva debe tener una potencia mínima, unas cualidades tasadas para el disfrute, y la Susi cumple. Con creces.
No hay entrada agradable sin algunas pruebas pictográficas:
Para acabar, esta visión serrana:
Resumiendo. Como ave Fénix en mitológico renacimiento desde sus cenizas, el escorpión ha vuelto por sus fueros. Y punto.
Un escorpión siempre será un escorpión.
Y vuelvo a las andadas, es inevitable, no lo puedo contrarrestar con ninguna otra distracción, y mira que lo he intentado.
Reconozco que la bici me produce gran cantidad de endorfinas, pero también hay un componente de sufrimiento, unido a la autosuperación, el entorno natural, los beneficios físicos, la fuerza mental... Todo eso lo hace un deporte bello y a menudo épico si se quiere.
El automovilismo, como deporte, la verdad es que no lo he vivido. Unas tandas esporádicas no significa deporte, y mis usuales paseos serranos dejan tanto margen de seguridad que aunque a un ritmo alto para el usuario lego en la materia, o a la suspicaz vista del picoleto de turno, en verdad está lejos de cualquier radicalidad.
Mi relación con el windsurf, que no considero acabada pues aún conservo una tabla y dos velas, siempre ha sido de tira y afloja, de amor/odio, condicionado por mi situación familiar y el lugar donde he vivido. Hoy casi he pasado página y he pasado un verano magnífico aprendiendo a hacer kitesurf, que me está dando momentos inolvidables en este principio de Septiembre. Sensaciones ya olvidadas como sentir el poder del viento, el planeo, despegar, la lucha contra las olas, la constante búsqueda de la ceñida para poder aprovechar la ida y la vuelta. La adrenalina, el vértigo de la velocidad.
Bonito. Fácil descubrir el mundo de la cometa vivienda en Huelva.
Pero casi nada como la moto. Un simple paseo en moto puede recargar las pilas a cualquiera, o calmar al más agobiado. Olvidarse de todo, dejarse llevar, disfrutar de la inclinación, esa batalla entre la fuerza de la gravedad, el agarre de los neumáticos y la fuerza centrípeta, todo ello gobernado por el puño derecho y el manejo de los pesos de tu propio cuerpo... eso es algo único, casi incomparable.
Las motos son los caballos de la era moderna, y proporcionan un sentimiento de libertad y de poder análogo al que produjeran durante siglos los buenos caballos a los jinetes experimentados.
Por eso, antes del parón veraniego, di un par de paseos en solitario por diversas carreteras de la provincia, con ciertas dosis de miedo en el cuerpo, haciéndome a la máquina, adaptando mi estilo a la conducción por carretera, que es muy distinta a la practicada en el "seguro entorno de un circuito cerrado". De modo que, dejando unos inmensos márgenes de seguridad, más que disfrutar, me trasladaba de A hasta B, parecía un aprendiz, un novato, un lerdo sobre dos ruedas.
Pero el tiempo pasa. He cogido mucho la moto para recados, ir al curro, a la playa, en fin, un poco para todo. Y el sábado montamos una subidita entre Gabi, Pedrito y un servidor que, aunque lejos del ritmo de las subidas infernales de los primeros años del siglo XXI, unjo empieza ya a ver un poco de luz en el oscuro y difícil túnel del disfrute de la conducción sport.
No, no esperen que hable de velocidades máximas, ritmos carcelarios o adelantamientos imposibles. No. No es el tema aquí, sino antes bien señalar lo que ha significado para mí: un comprobar que puedo volver a disfrutar mucho con una moto, aunque sea una miniGixxer de 600, un infraescalón motorístico, eso sí, con la dignidad mínima. Porque siempre hay que tener en cuenta que una moto deportiva debe tener una potencia mínima, unas cualidades tasadas para el disfrute, y la Susi cumple. Con creces.
No hay entrada agradable sin algunas pruebas pictográficas:
Los fieles compañeros. En primer plano la Espada de Fuego 1000. |
A la izquierda, con summer jacket, ego. A la derecha, feliz, Gabi, orgulloso de su bicilíndrico. |
Resumiendo. Como ave Fénix en mitológico renacimiento desde sus cenizas, el escorpión ha vuelto por sus fueros. Y punto.
domingo, 9 de septiembre de 2012
jueves, 6 de septiembre de 2012
Video para echar unas risas
Aparte de las titis, que están muy buenas, las caras y grititos de algunos no tienen precio. Quizá alguno les suene de haberlo visto antes por aquí:
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Autobiografía
Nacido en Tarraco, Civitas Imperial, en algún punto de la segunda mitad del siglo IV después de Cristo, el filósofo íbero Petrus Lavare Secundus pasó gran parte de su infancia a gatas. No fue sino hasta que aprendió a caminar cuando por fin pudo dar sus primeros pasos.
De la vida de Petrus se sabe poco (sobre todo ustedes, ya que nunca les ha interesado el tema). Sin embargo he podido saber que dormía de noche y trabajaba de día, costumbre muy popular en la antigua Iberia. Por cierto que este horario ha prevalecido hasta nuestros días, por lo que es una lástima que Petrus Lavare 2º haya muerto, ya que seguramente se hubiera adaptado muy bien a nuestra época.
Su infancia transcurrió muy rápidamente, a tan sólo 15 años de su nacimiento ya era todo un joven adolescente de 15 años de edad. Un año antes de cumplir sus primeros 20 años de vida, Petrus cumplió 19. Para hacernos una idea de cómo fue este proceso incluyo la siguiente tabla:
COMO FUE CUMPLIENDO AÑOS PETRUS LAVARE SECUNDUS: AÑOS: 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11-12-13-14-15-16-17-18-19-20.
Y así sucesivamente.
Otro día hablaré de la entrada en la mediana edad, las crisis existenciales, los logros y sus aportaciones metafísicas a la humanidad que, desgradecida, jamás le ha honrado.
De la vida de Petrus se sabe poco (sobre todo ustedes, ya que nunca les ha interesado el tema). Sin embargo he podido saber que dormía de noche y trabajaba de día, costumbre muy popular en la antigua Iberia. Por cierto que este horario ha prevalecido hasta nuestros días, por lo que es una lástima que Petrus Lavare 2º haya muerto, ya que seguramente se hubiera adaptado muy bien a nuestra época.
Su infancia transcurrió muy rápidamente, a tan sólo 15 años de su nacimiento ya era todo un joven adolescente de 15 años de edad. Un año antes de cumplir sus primeros 20 años de vida, Petrus cumplió 19. Para hacernos una idea de cómo fue este proceso incluyo la siguiente tabla:
COMO FUE CUMPLIENDO AÑOS PETRUS LAVARE SECUNDUS: AÑOS: 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11-12-13-14-15-16-17-18-19-20.
Y así sucesivamente.
Otro día hablaré de la entrada en la mediana edad, las crisis existenciales, los logros y sus aportaciones metafísicas a la humanidad que, desgradecida, jamás le ha honrado.
Summer ending
Martes, 4 de Septiembre. Un simple gayfón, diseñado en California y ensamblado en China, es capaz de extraer tamaña guapeza de un sunset en La Canaleta, la única playa frecuentada por mí este año.
Alrededor de las 21 horas, en el seno de una tarde más que magnífica en lo tocante a temperatura, brisa, humedad relativa, por no hablar del agua: por fin casi transparente y de una templanza sin igual en toda la temporada.
Estuve largo rato disfrutando en soledad de momentos de relax haciendo el muerto en la superficie, deslizándome por la profundidad a ras del arenoso fondo a metro y medio más o menos, y dándome de leches intentando ponerme de pie sobre la tabla de surf de mi hijo que, obviamente, no está diseñada para aguantar ochenta kilos de puro músculo con olas de treinta centímetros...
Post scriptum: la prolongada ausencia de la influencia de Eolo en estas latitudes hace mella en mi inquietud. Deseo, ardo en ganas, desespero por planear sobre el agua salada arrastrado por un mínimo de doce o trece nudos.
Watch talk: Sharkhunter
Hace un año ya les hablé de este peluco.
Vale, hoy día seguramente no usaría ese reloj en sus inmersiones, pero es indudable que el glamour, la belleza, los logros, la historia, el diseño... todo eso pesa mucho.
Uno de mis relojes favoritos, si no la estrella de mi modesta y escasa colección, es mi adorado Doxa Sub 1200T Sharkhunter. No, no tiene nada que ver con cazar tiburones, para nada. Es la denominación para los Doxa de esfera negra, así como Professional son los naranjas, Searambler los grises, Numa los azules, y Aware el de color turquesa (espectacular).
En mi opinión, el negro es con diferencia el más elegante, y sin duda uno no se cansará tan rápido como con el típico y apreciado Doxa de esfera naranja, apreciado porque fue el primer fabricante en utilizar ese color en la esfera alegando mejor visibilidad en lo profundo.
Otras primicias fueron el bisel con los tiempos que no necesitan descompresión, según especificaciones de la Marina norteamericana, o la válvula de helio, desarrollada conjuntamente con Rolex.
Unos wristshots para ilustrar nunca vienen mal:
El bisel es único y típico de Doxa, de acero y grabado con su doble acabado en pulido por la parte exterior, incluyendo en naranja la profundidad en pies, y cepillado en la franja más interior, dividida en minutos.
La aguja minutera sobresale inmediatamente y salta a la vista, para indicar los tiempos de inmersión, de un rápido vistazo. Se aprecia en este primer daguerrotipo coloreado la hermosura de la caja tipo "cojín", tan típica de los años sesenta y setenta, y que caracteriza y condiciona estéticamente a esta marca.
Es ese toque retro, unido a unas características técnicas que son demasié: su robustez es tal que puede aguantar 1.200 metros de profundidas, o 3.937 piés. Y eso con sólo unos 14 mm de altura es bastante loable.
Me chiflan esos reflejos azulados de los buenos critales de zafiro con tratamiento AR. Me chifla la fuente que ha elegido Doxa para los números de la fecha. Son geniales las agujas tipo "dwarf", iguales a aquellas del Sub 300T Conquistador de 1967 (magnífico año, desde luego, desde el punto de vista de creaciones horológicas subacuáticas). Los índices, no cabe lugar a dudas, son muy visibles. La corona, cuyo estriado sigue el mismo patrón que el bisel, mucha atención con ese detalle que no he visto en ningún otro reloj hasta hoy, queda perfectamente integrado en la carrura cuando está totalmente roscada, que es como tiene que estar, sin necesitar aditamentos o refuerzos o guardas adicionales para salvaguardar su integridad. Otro detalle.
El cristal ligeramente curvado de tres milímetros de grosor es de una calidad exquisita, y produce ciertas y sugerentes aberraciones cuando se alcanza la inclinación que ven en esta última toma digital. Pueden apreciar que lleva un caucho original, lo prefiero para el trato marino surfero que le doy estos días frente al brazalete de granos de arroz típico de la marca que pudieron ver hace un año cuando lo presenté. Da igual, todo le sienta bien. Igualmente tengo un caucho naranja, una correa de lona tricolor negro/blanco/naranja a juego, y un cuero, todo ello con hebillas originales del fabricante.
Espero que les guste tanto como a mí, que estoy que me meo en las bragas de gusto cada vez que miro la hora...
J.Y. Cousteau con su Doxa Sub 300T |
Uno de mis relojes favoritos, si no la estrella de mi modesta y escasa colección, es mi adorado Doxa Sub 1200T Sharkhunter. No, no tiene nada que ver con cazar tiburones, para nada. Es la denominación para los Doxa de esfera negra, así como Professional son los naranjas, Searambler los grises, Numa los azules, y Aware el de color turquesa (espectacular).
En mi opinión, el negro es con diferencia el más elegante, y sin duda uno no se cansará tan rápido como con el típico y apreciado Doxa de esfera naranja, apreciado porque fue el primer fabricante en utilizar ese color en la esfera alegando mejor visibilidad en lo profundo.
Otras primicias fueron el bisel con los tiempos que no necesitan descompresión, según especificaciones de la Marina norteamericana, o la válvula de helio, desarrollada conjuntamente con Rolex.
Unos wristshots para ilustrar nunca vienen mal:
Muy bellísimo!!!!! |
La aguja minutera sobresale inmediatamente y salta a la vista, para indicar los tiempos de inmersión, de un rápido vistazo. Se aprecia en este primer daguerrotipo coloreado la hermosura de la caja tipo "cojín", tan típica de los años sesenta y setenta, y que caracteriza y condiciona estéticamente a esta marca.
Es ese toque retro, unido a unas características técnicas que son demasié: su robustez es tal que puede aguantar 1.200 metros de profundidas, o 3.937 piés. Y eso con sólo unos 14 mm de altura es bastante loable.
Uhmmmmm... |
El cristal ligeramente curvado de tres milímetros de grosor es de una calidad exquisita, y produce ciertas y sugerentes aberraciones cuando se alcanza la inclinación que ven en esta última toma digital. Pueden apreciar que lleva un caucho original, lo prefiero para el trato marino surfero que le doy estos días frente al brazalete de granos de arroz típico de la marca que pudieron ver hace un año cuando lo presenté. Da igual, todo le sienta bien. Igualmente tengo un caucho naranja, una correa de lona tricolor negro/blanco/naranja a juego, y un cuero, todo ello con hebillas originales del fabricante.
Espero que les guste tanto como a mí, que estoy que me meo en las bragas de gusto cada vez que miro la hora...
martes, 4 de septiembre de 2012
lunes, 3 de septiembre de 2012
The Doors
Sentado bajo la sombrilla en una muy placentera tarde de finales de la estación veraniega, leo, entre distraído y expectante, "Las puertas de la percepción".
Aldous Huxley escribió este ensayo en el año 1954. Ha llovido mucho desde entonces, pero no hay que quitar mérito por ello al experimento de hablar sobre su propia experiencia personal, la plasmación de lo que sintió y vivió cuando tomó mescalina a sabiendas.
Nadie había hecho algo así antes, y en su época fue popular entre cierto ámbito de curiosos, seguidores, artistas y tal y cual.
El mismo Jim Morrison aprovechó el título en el inglés original -"The doors of perception"- para dar nombre a su mastodónticamente famosa banda de ¿rock?.
Dejo de leer, interrumpido constantemente por conocidos que se sientan a nuestro alrededor. Un domingo playero es así. La arena se encuentra poco poblada en estos principios de Septiembre, lo que es un lujo. El tiempo es muy agradable, una suavísima brisa nos acompaña, el Sol calienta pero no quema, el agua está fresca y se agradece un remojón tras un partidillo a las palas con mi primogénito, que ha aprendido rápidamente las más elementales cuestiones de muñeca y acompañamiento para golpear esa pelotilla. Tac, Toc, Tac. Mi pala está a punto de desmontarse, es mala, la madera se ha curvado y tiene holgura en el punto en que se une a la empuñadura. Da igual, se trata de echar el rato.
Un corto paseo mirando al infinito y esquivando las acumulaciones de conchas para no pincharme las plantas de los piés.
Un poco de pranayama nunca viene mal. Mi amiga Cristina cuenta anécdotas e impresiones de su reciente viaje a Myammar y pequeños paises que lo rodean, así como a Dubai. Nada nuevo.
La tarde acaba con una de esas fantásticas puestas de Sol que se dan en Punta Umbría. Casi ha acabado el día, un día más de verano, una jornada de esas que echas de menos cuando se hace de noche a las seis de la tarde y ya no apetece salir de casa por el frío. Todo tiene su punto, todo puede ser bello, sólo hay que mirar con el ojo adecuado.
Aldous Huxley escribió este ensayo en el año 1954. Ha llovido mucho desde entonces, pero no hay que quitar mérito por ello al experimento de hablar sobre su propia experiencia personal, la plasmación de lo que sintió y vivió cuando tomó mescalina a sabiendas.
Nadie había hecho algo así antes, y en su época fue popular entre cierto ámbito de curiosos, seguidores, artistas y tal y cual.
El mismo Jim Morrison aprovechó el título en el inglés original -"The doors of perception"- para dar nombre a su mastodónticamente famosa banda de ¿rock?.
Dejo de leer, interrumpido constantemente por conocidos que se sientan a nuestro alrededor. Un domingo playero es así. La arena se encuentra poco poblada en estos principios de Septiembre, lo que es un lujo. El tiempo es muy agradable, una suavísima brisa nos acompaña, el Sol calienta pero no quema, el agua está fresca y se agradece un remojón tras un partidillo a las palas con mi primogénito, que ha aprendido rápidamente las más elementales cuestiones de muñeca y acompañamiento para golpear esa pelotilla. Tac, Toc, Tac. Mi pala está a punto de desmontarse, es mala, la madera se ha curvado y tiene holgura en el punto en que se une a la empuñadura. Da igual, se trata de echar el rato.
Un corto paseo mirando al infinito y esquivando las acumulaciones de conchas para no pincharme las plantas de los piés.
Un poco de pranayama nunca viene mal. Mi amiga Cristina cuenta anécdotas e impresiones de su reciente viaje a Myammar y pequeños paises que lo rodean, así como a Dubai. Nada nuevo.
La tarde acaba con una de esas fantásticas puestas de Sol que se dan en Punta Umbría. Casi ha acabado el día, un día más de verano, una jornada de esas que echas de menos cuando se hace de noche a las seis de la tarde y ya no apetece salir de casa por el frío. Todo tiene su punto, todo puede ser bello, sólo hay que mirar con el ojo adecuado.
domingo, 2 de septiembre de 2012
Singletrack fury + american toys
Ha sido una semana movidita. Fuera aparte los asuntos que atañen a mi vida laboral, y que a la mayoría de ustedes no interesa ni importa, no he tenido mucho tiempo para actualizar el bloc porque he surfeado casi todos los días y me he quedado en la playa hasta el anochecer.
Estoy tan moreno que parece que sigo de vacaciones. Nunca en mi vida he estado tan moreno, joder, ni siquiera en aquellos laaaargos veranos de bachillerato.
De modo que hacía siete días que no salía en bici, y tenía unas ganas tremendas. Ayer no hizo viento, y a punto estuve de coger la Santa Cruz, pero decidí dejar descansar las piernas y pasé una placentera y tranquila tarde en familia en La Canaleta, jugando a las palas, imitando cantos y gritos de aves, contando algún que otro chiste, y paseando por la orilla mientras se me perdía la vista en el horizonte.
Hoy me he levantado temprano, como siempre, y me he puesto en marcha.
Pero algo no iba bien: tenía las piernas destrozadas, agotadas, y me dolían tanto que yendo por el carril bici en dirección a Aljaraque estuve a punto de dar la vuelta y abortar la expedición. No lo hice, pero la idea de dar marcha atrás ha estado rondando mi cabeza durante casi toda la ruta. Buscaba una sombra, bebía un poco, y me autoconvencía para seguir adelante. "Venga, vamos tranquilitos, poco a poco, disfrutando".
El dolor en los cuádriceps se fue olvidando (la mente es un arma poderosa), pero me notaba vacío, casi sin fuerzas.
Ya me dijo un amigo y practicante de kitesurf que lo que más machacaba la cometa eran las piernas. Ahora que ya empiezo a dar bordos largos lo he podido comprobar, y eso que es raro estar más de una hora u hora y media seguida en el agua (no por falta de ganas, sino por ausencia de viento).
Ya vendí la Specialized, se la queda mi colega Dani, un descender que me ayudó a introducirme en el oscuro mundo del deporte de gravedad por excelencia en el ciclismo. Las piezas satélites se las he pasado a la Chameleon, por lo que ha pegado un subidón de calidad: ruedas con buje Cristo Rey, bielas XT con platos TA Specialties, un mando X9 para el derailleur delantero... El conjunto potencia manillar ha ido a parar a la Trek Sawyer, que ahora es más montañera que nunca, y el sillín SLR+tija KCNC ha ido a aligerar la fantástica Scalpel.
Les dejo unos daguerrotipos positivados electrónicamente mediante dispositivo celular diseñado en California y Made in China:
Mucho color en la siguiente toma:
Esto último me ha dado una idea: llamaré a esta bici "Kalesi", en honor a la rubia de los dragones de la famosa serie de HBO. Ains, mi Kalesi.
Por fin, una vista general del artefacto, para que aprecien el tropical colorido y belleza intrínseca de su línea endurera. Una endurera rígida, para tipos duros. Para mí. Me encanta y la disfruto hasta para ir a la oficina, cosa que hago:
Estoy tan moreno que parece que sigo de vacaciones. Nunca en mi vida he estado tan moreno, joder, ni siquiera en aquellos laaaargos veranos de bachillerato.
De modo que hacía siete días que no salía en bici, y tenía unas ganas tremendas. Ayer no hizo viento, y a punto estuve de coger la Santa Cruz, pero decidí dejar descansar las piernas y pasé una placentera y tranquila tarde en familia en La Canaleta, jugando a las palas, imitando cantos y gritos de aves, contando algún que otro chiste, y paseando por la orilla mientras se me perdía la vista en el horizonte.
Hoy me he levantado temprano, como siempre, y me he puesto en marcha.
Pero algo no iba bien: tenía las piernas destrozadas, agotadas, y me dolían tanto que yendo por el carril bici en dirección a Aljaraque estuve a punto de dar la vuelta y abortar la expedición. No lo hice, pero la idea de dar marcha atrás ha estado rondando mi cabeza durante casi toda la ruta. Buscaba una sombra, bebía un poco, y me autoconvencía para seguir adelante. "Venga, vamos tranquilitos, poco a poco, disfrutando".
El dolor en los cuádriceps se fue olvidando (la mente es un arma poderosa), pero me notaba vacío, casi sin fuerzas.
Ya me dijo un amigo y practicante de kitesurf que lo que más machacaba la cometa eran las piernas. Ahora que ya empiezo a dar bordos largos lo he podido comprobar, y eso que es raro estar más de una hora u hora y media seguida en el agua (no por falta de ganas, sino por ausencia de viento).
Ya vendí la Specialized, se la queda mi colega Dani, un descender que me ayudó a introducirme en el oscuro mundo del deporte de gravedad por excelencia en el ciclismo. Las piezas satélites se las he pasado a la Chameleon, por lo que ha pegado un subidón de calidad: ruedas con buje Cristo Rey, bielas XT con platos TA Specialties, un mando X9 para el derailleur delantero... El conjunto potencia manillar ha ido a parar a la Trek Sawyer, que ahora es más montañera que nunca, y el sillín SLR+tija KCNC ha ido a aligerar la fantástica Scalpel.
Les dejo unos daguerrotipos positivados electrónicamente mediante dispositivo celular diseñado en California y Made in China:
Colorida tija ligerísima de alu con tornillos de titanio |
Rodamientos de la dirección Cristo Rey Sotto Voce, mango anodized; tenedor Rock Shox Revelation XX |
Buje Hope, ligero, inglés, bonito; disco Dirty Dog con motivos de dragones y llamas por pista de frenado. Muy freak! |
EL BUJE: Chris King azul, la gloria bendita hecha instrumento para rodar; disco de freno digno de Juego de Tronos. |
Esto último me ha dado una idea: llamaré a esta bici "Kalesi", en honor a la rubia de los dragones de la famosa serie de HBO. Ains, mi Kalesi.
Por fin, una vista general del artefacto, para que aprecien el tropical colorido y belleza intrínseca de su línea endurera. Una endurera rígida, para tipos duros. Para mí. Me encanta y la disfruto hasta para ir a la oficina, cosa que hago:
Mi Kalesi |
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