Hay muchas cosas que te pueden cambiar la vida. De un tiempo a esta parte me pregunto cuáles pueden ser.
Sin duda, un grave accidente de motociclismo es una de ellas... si uno quiere o se deja. Las presiones familiares son fuertes. Pero yo también soy fuerte. O loco. O estúpido.
Encima, además, añado nuevas y arriesgadas actividades a mis momentos de ocio. Lo último, como los más avezados seguidores ya deberían saber, es la cometita.
Sí, sí, la cometita.
Un sendero de tablas de madera. El atardecer detrás de mí hace una sombra alargada. Tonos rojizos y anaranjados en el cielo, justo antes de la puesta de sol. Camino despacio, cansado, todavía llevo el bañador mojado y lleno de arena. Acarreando una gran mochila a la espalda, la tabla del kite en una mano, me dirijo hacia el coche. Antes, paro junto a las duchas, perennes, para beber un poco de agua.
Una maravillosa mezcla de sensaciones, que ya he vivido muchas veces con distintas actividades, vuelve a mí: muy cansado, algunos puntos de dolor en piernas y hombros, emocionado por lo que he atisbado, por lo que he comprendido, por lo que he avanzado. Camino y miro hacia arriba, algunas pequeñas nubes pasan rápidamente.
Ayer sopló consistentemente un viento de Sur-Suroeste de 18 nudos, en el límite de lo recomendable para mi cometa de 12 metros. Da igual, hay que meterse sí o sí, y pelearse con las olas y una tremenda corriente que casi impedía ponerme la tabla en los pies. Veinte minutos más tarde sólo había sido capaz de dar un mibordo de quince o veinte metros. Luego hubo una baja de viento. Salí del agua a duras penas y bajé la cometa a la arena.
La desolación era en mí.
Cuarenta minutos más tarde el viento había vuelto a subir de nuevo. Yo me debatía entre la retirada y la reincidencia. Fuerza y honor, me dije, y allá que fui. Levanté la cometa, me metí hasta donde pude, y cazé hacia el Espigón, el límite de la playa: aleluya, por fin planeaba a gusto. Clavé el canto, ceñí lo que pude. Frené para no chocar con otro. Di la vuelta hacia el lado malo, hay que probar, hay que intentarlo, hay que aprender. Hay que entender el mecanismo, el funcionamiento, la mecánica, sin cuestionarse los porqués -eso ya vendrá después-.
Y salió, no a la primera, pero salió. Y otra vez hacia el Espigón. Y vuelta hasta el Tablas y más allá, y así una y otra vez, de derecha a izquierda y viceversa.
¿Saben lo que significa eso? La independencia, la libertad, se acabaron los paseos por la orilla acarreando cometa y destrozándome los talones.
Un gran paso para evolucionar más y más.
Pero lo que nunca pude imaginar es lo que ese logro iba a significar, las sensaciones íntimas que procurarían. En la intimidad que da la soledad en una playa al atardecer a casi finales de Septiembre, casi lloré. Sí, y no me duele reconocerlo.
Han sido meses de sufrimiento, de dolores, de falta de fuerza, de flexibilidad, de sensibilidad. Y aún así he logrado surfear arrastrado por la tracción de una cometa. He tragado litros de agua, he sangrado por arrastrar por la orilla, me he destrozado los talones durante dos meses siendo el hazmerreir de conocidos que me tildaban, como de costumbre, de loco. Y lo he logrado.
Está claro que aprender a hacer kiteboarding no me va a cambiar la vida, pero sin duda va a significar mucho para mí. Era una barrera que he cruzado, con éxito.
¿Las motos? Bueno, las motos siempre estarán ahí, en algún lugar de mi corazón. Me gustan mucho, quizá demasiado. Por eso tengo que tomármelo con calma. No tengo prisa, uno puede montar en moto incluso a muy avanzada edad. Y se disfruta tanto que no es necesario ir haciendo el loco, y menos por la vía pública. Es duro romper barreras mentales con la moto porque el suelo está duro, por no hablar de guardarraíles, árboles y los demás vehículos con los que se comparte el medio. El circuito, de momento, queda descartado. De momento. Puede que me lo plantee más adelante como una última puerta que tenga que abrir y cerrar para cerrar un ciclo de recuperación, un demostrarme a mí mismo que puedo hacerlo. Eso es importante e interesante para la mente. Te da poder, te da autoestima, te refuerza.
Para mañana hay grandes previsiones de viento de nuevo, y no veo el momento de pisar la arena otra vez.
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