El Maestro dijo: la madera podrida no puede tallarse. Y de este modo acabó una breve charla que había comenzado sólo unos minutos antes. "La madera podrida no puede tallarse". Cojonuda metáfora.
Antes...
- Pero, si nuestra genética nos hace prácticamente iguales en capacidades y potencias, ¿cómo resulta que somos tan diferentes en el comportamiento, en la concepción del Mundo?
- Ah, mi abusivamente ignorante mosca del vinagre, olvidas lo más importante: el estímulo, la educación, el ambiente. Todo suma y, por supuesto, resta, y para comprobarlo no hay más que mirarte a tí. Lamentablemente.
- Bueno, pero el Mundo es el que es, para mí y para su Sapiencia, ¿o no?
- Puede que lo sea, que eso está por ver y por demostrar, pues ni yo sé lo que tú ves, y mucho menos tú puedes ver lo que veo yo. Pero hay toda una rama de la filosofía occidental llamada gnoseología, dedicada a las formas de adquirir el conocimiento. Para más formación sobre el concepto te invito a que acudas a la biblioteca del Cenobio, yo no estoy para estas importunaciones.
- Ummmm, temo que Usted insinúa, pues, que el ente sicológico que yo soy, formado a través de mi vida con suma de experiencias, estudios, educación... es lo que hace que yo vea el Mundo como lo veo, pero que hay otras formas de verlo.
- Aunque me parece extraño y mentira, has acertado plenamente, pequeña bola acarreada por un mugriento escarabajo pelotero. Es más, la afirmación correcta es que como cada sujeto tiene unas experiencias únicas, unas particulares relaciones personales con el entorno, asimilaciones del conocimiento restringidas... hay tantos Mundos (Universos), como personas.
- Y claro, una cosa lleva a la otra: hay tantas concepciones de la vida, del cómo debe ser lo que es, como sujetos que la observan y viven en ella!!!!!
- Definitivamente es de ese modo. La conclusión no es nada novedosa, te advierto, minúscula caquilla extraída de la goteante nariz de un anciano neumónico. Piensa en nosotros como en un árbol que va creciendo. Algunos nos dedicamos a tallar ese árbol, a moldearlo, a separar todo aquello que distrae o no sirve. Otros en cambio no se cuidan de dar la más elemental limpieza o poda, de desbrozar el bosque, de hacer bello lo que puede ser hecho bello, y de destruir lo inservible, lo pernicioso, lo inútil, lo que te desvía.
- Pero hay que hacer entonces lo obvio, supongo, que es enseñar a hacer eso a los demás.
Y justo antes de darse la vuelta, quitarse las sandalias y comenzar a ascender las rocas del acantilado hacia lo alto para sentarse en la cima a meditar, dijo: la madera podrida no puede tallarse.