martes, 28 de junio de 2016

hidroala: emoción, miedo, velocidad, descontrol

Esas cuatro palabras definen la sesión de esta tarde, culminada por supuesto, como toda buena sesión, con unos tercios en el chiringuito alternativo del spot veraniego. Lo pasamos bien.
Con más viento del esperado, y un mar que empezaba a moverse más de la cuenta, me hice de nuevo el valiente y acometí la lucha de enfrentarme no sólo a una componente de dirección impropia de nuestra costa, sino también a la primera vez que lo hacía verdaderamente potenciado.
A pesar de frenar la cometa en la medida de lo posible, no pude retener el control de la velocidad que el hydrofoil permite, y veo, por tanto, que son ciertas las siguientes afirmaciones:

1) Esto es un deporte diferente. Olvida todo lo que sabes sobre cualquier otro artefacto con el que hayas navegado con una cometa. La distribución de pesos, dinámica de fluidos, reacciones a los pies... es todo distinto. Creo, no obstante, que tener experiencia con tablas direccionales (como los surfkites) y de exigente equilibrio (como un skimmy), ayudará.
2) Podrás navegar en condiciones marginales de viento, y ten en cuenta que debes llevar una cometa más pequeña que la que usarías para cualquier otro tipo de tabla. Ejemplo: hoy estuve con 15m. Cuando el viento subió a 12 nudos, iba claramente pasadísimo de trapo, y una 12m hubiera sido algo delicioso, incluso una 10m. 
3) Imprescindible usar, al menos en la etapa de aprendizaje, protección para cabeza y tronco (casco, chaleco de impacto), y llevar los footstraps bastante sueltos. Lo de manejar el aparato strapless lo dejaremos para cuando seamos mayores.

Son sólo tres cositas, pero ninguna es baladí, y uno se da cuenta de ellas en cuanto lleva un rato intentando evolucionar sobre las aguas.

En cuanto a la experiencia de hoy, que ha sido sumamente satisfactoria, veo que avanzo, lo que no es poco dada mi congénita torpeza. Estoy muy contento, y cada vez que cojo el fishfoil doy un paso más allá. 
He podido, así, dar mis primeros pequeños tramos volando un par de palmos. No han sido demasiado largos, y reconozco que faltos de todo control en cuanto a potencia y rumbo, pero es un principio de lo que se avecina. Veo que es posible, y empiezo a vislumbrar pequeños detalles en el manejo que producen consecuencias reales en la navegación.
Mi cerebro y músculos siguen un proceso adaptativo correcto, creo.

Sólo ser

Cuando monto en moto, sigo aquel sendero en mi vieja bici, o navego sin rumbo previsto... me siento feliz. 
Es como volver a ser niño, a pesar de que no lo sea. No hay nada comparable a ser niño. Ser niño es sólo ser. 
Después llega la juventud. No está mal la juventud, que me trajo cosas hermosas, vivencias casi indescriptibles, pero no se acerca ni de lejos a la idea de felicidad de la niñez. 

lunes, 27 de junio de 2016

hidroala: domando a la bestia

He tenido sólo un par de oportunidades verdaderas de intentar explotar el potencial del artefacto.
Hoy fue un buen día, pues jugaba la selección nacional, y previendo una playa desierta de testigos incómodos, acerté de pleno con las condiciones: mar plana, sin corrientes, y viento suave pero suficiente para mi mayor velamen.

De este modo, en completa soledad ante el peligro, me introduje hasta que el mar me llegó a la altura del corazón fisiológico, y me subí a esta montura en pos de su doma. Trataba de encabritarse, y voto a bríos que me logró lanzar tres o cuatro veces volando, de una buena coz.

Hay que tener tiento con las riendas, digo con la barra, y prestar atención especial y concentración extrema sobre el asunto de apoyar peso con el pie delantero. La memoria muscular tiene que asentarse a base de horas de vuelo. En unos se tarda más, y en otros especímenes el proceso es más rápido. Yo soy de los que van lento. Pero trato de hacerlo seguro y meditando bien cada paso.

Muestro más seguridad, más aplomo, en el bordo con la amura de estribor (mano derecha delante), cosa normal en mí. Y voy comprendiendo la física de ese objeto que corta el agua un metro por debajo de mí. 

Una pena que no pueda aportar hologramas del suceso, pero prometo que pronto los habrá, para mayor mofa y escarnio del personal.

jueves, 23 de junio de 2016

Taj Majal

Somos los carpinteros de nuestras propias cruces. Ya les contaba eso mismo a ustedes hace unos pocos días. 
Esa metáfora es buena, y refleja tan exactamente la realidad, lo veo a diario, que no he podido resistirme a buscar una frase que refleje lo mismo pero en positivo.

De ese modo, me he dado cuenta de que puedo ser el arquitecto de mi Taj Majal particular. Puedo trabajar para montar mi propio palacio de ensueño, y vivir en él. Es más: no sólo puedo invertir esfuerzo y tiempo para lograrlo, es que simplemente debo

Y así, mientras unos maldicen su situación sin hacer realmente nada para cambiarla, otros damos pasos, a veces pequeños, otras veces más importantes; se toman decisiones; se asumen riesgos; o simplemente tenemos un poco de suerte (la suerte hay que buscarla y trabajarla también, y no olvidemos que ya los antiguos sabían bien que la fortuna favorece a los audaces).

Decisiones. 

Decidí tomar un día libre con el hermano que nunca tuve (ahora me pregunto si la relación con Julio sería mejor, peor, diferente, si realmente fuéramos hermanos), y nos encaminamos a Caños de Meca para aprovechar uno de esos días tremendos de sol, ambiente, y cuarenta nudos de viento que hacían que la arena volara a más de metro y medio de altura y picara como mil alfileres en nuestra cara, brazos y piernas.

Ibamos preparados con nuestras cometas más minúsculas. Pero vientos de esa magnitud suelen ser racheados, incómodos, y el líquido elemento también se comporta de forma distinta, demasiado agitado, demasiado extraño, imprevisible.

Hora y media de charla con los locales. No teníamos prisa, sabíamos que iba a soplar todo el día con buena intensidad, y que en poco tiempo Eolo se aplacaría un poco y se haría más estable. La marea evolucionaba, mientras tanto, a posiciones más favorables.

Cuando la espera llegó a su fin y decidimos montar nuestras cinco metros, rondarían los 35 nudos, pero ya se averiguaba que iba a bajar más. En una hora ya tuve que ir a por la siete metros, y a partir de ahí, primero con el twintip y al final de la jornada, con el mar en su punto más favorable en cuanto a formación de olas, di el paso definitivo a la tabla de surf.

¿Cómo describir la sensación de navegar con la 7 en su punto dulce de potencia, con olas de hasta 3 metros y viento estable de Levante asurado? Esa conjugación permite surfear en Caños una buena ola de izquierdas, mi lado bueno, experiencia inigualable. 


Un tercio y una buena hamburguesa de retinto en Las Dunas para reponer sales minerales y energía, una última mirada para despedirnos del Taj Majal del día: 


Seguimos construyendo nuestro palacio, nuestro paraíso particular. Es tarea de toda una vida.

martes, 21 de junio de 2016

capacidad

Sobre la interpretación de los sueños se ha escrito mucho, la mayor parte grandes sandeces y estulticias.
Está claro que el subconsciente nos juega a menudo malas pasadas, o quizá la mala pasada nos la jugamos nosotros mismos (desde el punto de vista del plano consciente) al querer luchar contra él.

Dentro de nuestra cabeza hay muchas cosas, y poco a poco, a lo largo de nuestra vida, se van depositando todo tipo de experiencias, vivencias, acciones y reacciones. Aprendemos. Pero desconocemos la forma en que se guarda todo, y el mecanismo por el que somos capaces de acceder a esos recuerdos. Y porqué recordamos unas cosas sí, y otras no.
Y luego están los sueños... a menudo reflejo de anhelos y miedos.

Anoche tuve un sueño, y no quiero ahora parafrasear a nadie.

No viene a cuento dar pelos y señales del suceso, porque ni yo mismo recuerdo ya bien lo que pasó, pero me he quedado con la idea general, cosa a la que llevo muchas horas, desde que me desperté, dando vueltas: la capacidad de amar.
¿Tiene límite? ¿Cuál?

Y lo más importante, ¿hasta dónde estoy dispuesto a llegar? Supongo que todo depende del compromiso, porque amar es al mismo tiempo comprometerse, y yo, que no soy dado a ataduras, siempre he temido el compromiso, la obligación, la responsabilidad. La he temido y la temo, pero igualmente la acepto porque es necesario. Y descubro que teniendo capacidad de aceptación, aumento mi capacidad de amar, lo que no es poca cosa.

De todos modos, como todas las capacidades, la cosa va por días. Uno no tiene siempre la misma disposición, y hay veces en las que me levanto con el pie izquierdo y pareciera que todo se alinea en mi contra. Pero cuando las piezas encajan, soy capaz de repartir amor a diestro y siniestro.

Ah, las manifestaciones del amor. Son tantas... y tan variadas...
Ah, los tipos de amor... A la vida, a tu pareja, a tus hijos, a tus padres y hermanos, a tus amigos, a la obra bien hecha, a la naturaleza, a tí mismo. Tan diferentes y tan iguales en su fondo.

Pero el verdadero amor, la capacidad de amar es tan, tan, tan grande. Uno da. Uno recibe. Yin y yang. Karma. Y con el tiempo aprendo a no esperar nada a cambio, y a ser generoso en amor.


viernes, 17 de junio de 2016

Casi verano

Bueno, ya basta de hablar de lo bien que me lo pasé aquella tarde fantástica en uno de los spots favoritos.
Se acabó relatar lo maravilloso que fue ese día en Caños de Meca o en Faro.
Tanto repetirme ha acabado aburriéndome a mí mismo, lo cual es propio de persona torpe, y hay que huir de la mediocridad. Se aprende.

Pretendo variar un poco la forma de plasmar mis "aventuras". ¿Qué mejor modo que cogerme un viernes de vacaciones?
Después de una semana magnífica en el plano náutico, mi cansado cuerpo me pedía, a gritos, un descanso reparador. Hoy he amanecido a las 10:10, un récord. Tengo que remontarme mucho en el tiempo para recordar la última vez que me levanté tan tarde.
Pero la naturaleza es sabia, siempre lo digo. Nada más incorporarme he notado una mejoría absoluta. Me siento fuerte de nuevo, preparado para un fin de semana que puede ser largo por varios motivos.

Volviendo al asunto cometero, sólo dejar constancia de que estos cuatro años que se han cumplido el día 15 de junio han sido un revulsivo sin parangón en mi vida. 
En la línea de mi discurrir vital por este mundo, se han dado algunos puntos de inflexión que me han afectado, que han sido un giro radical, que me han dirigido cambiando la manera de vivir: mi primera moto, la Universidad, comenzar a trabajar, unirme en matrimonio, tener hijos, el accidente que a punto estuvo de arrebatármelo todo, y entrar en el mundo del kite...
No es que viva por y para el kite. Tampoco es eso. Pero no cabe duda de que ha afectado a mi forma de vida, a mi manera de verlo todo. 
En este momento, sólo puedo desearos lo mejor a vosotros, que si me leéis es por algo (aunque yo no lo sepa), y por eso, brindo por todos:


Como ven, el verano hace muchos días que ha empezado para mí y mis colegas del viento, aunque tengamos que enfundarnos unas sudaderas y guarecernos del azote de la arena que vuela tras la jaima y el escenario del Mosquito, no renunciamos a disfrutar de las siempre bellas puestas de sol que nos regala nuestro litoral, que son, a decir de muchos que han viajado por el planeta, de las más bellas. ¿Será el influjo del océano?

Grupo de adoradores de Eolo, disfrutando en exclusiva. Los simples mortales han huído.
Aún queda para el sunset, pero se adivina que va a ser apoteósico.

Sí, amigos, soy un privilegiado, o al menos yo así lo siento. Pero no debo sentirme culpable por ello, pues mi privilegio está al alcance de muchos, y por tanto podría dejar de ser considerado como tal.
A menudo repito aquello de "somos los carpinteros de nuestras propias cruces", y quiero encontrar una frase que signifique lo contrario, algo así como "somos los escultores de nuestro ...", y ahí va una palabra, o quizá dos, que no acaba de salirme. Seguro que pronto.

Muchos abrazos sinceros a todos, y nunca dejéis de ser libres!!!

martes, 14 de junio de 2016

La Paja en el Ojo de Dios, y más

Con esta cita bíblica, Larry Niven (en colaboración con Jerry Pournelle) publicó en 1975 una sensacional novela de ciencia ficción dura, en la que se trata el encuentro por primera vez con una civilización alienígena, las relaciones que se establecen, y la solución a problemas que surgen de esas relaciones.



La fantástica obra que he terminado de leer recientemente no ganó ninguno de los preciados premios destinados a consagrar los meritorios trabajos de imaginación y prosa que anualmente se otorgan. No obstante, ni falta que le ha hecho para ganarse un hueco entre el ranking de las mejores novelas del género de todos los tiempos.
El tratamiento de la sicología de los alienígenas es correcto y perfectamente creíble, y se basa en supuestos lógicos, como sus condiciones demográficas, el estado del arte y tecnología, la organización social en castas... todo bien elaborado y narrado poco a poco de manera bien solvente. 
Es cierto que no se profundiza demasiado en la caracterización de los personajes protagonistas, pero tampoco hace falta, y la historia queda bien completa y entendible sin entrar en mayores profundizaciones que, sin duda, harían más pesada y anodina la lectura. Bastante tenemos con la sosa historia de amor que incluye la trama...
Sobre el argumento y sinopsis me remito a la wikipedia, no les quiero desgranar aquí de qué va la cosa ni fastidiarles el final, bien resuelto, aunque quizá algunos hubieran preferido algo diferente, más, digamos, violento... ¿por qué no?

Grande Larry Niven, un señor que se hizo famoso, supongo, con Mundo Anillo, que ya comenté por aquí hace meses, pero para mí ésta que ahora comento es superior, más absorbente y emocionante, mejor libro. Con eso lo digo todo.


Aprovecho la ocasión y meto una pequeña reseña como bola extra. He leído, a la par, un libro recopilatorio de cuentos de Philip K. Dick, el grandísimo Philip K. Dick. Desde luego, son cuentos breves, y como tales hay que tomarlos. La mayoría son predecibles, y algunos hasta aburridos y prescindibles, pero otros son muy buenos. No se puede pedir más cuando la narración es breve y dura unas pocas páginas, porque precisamente la obra de Dick hay que verla en profundidad. Sus libros, sus verdaderas novelas, tienen miga, te introducen en sus mundos, sus obsesiones, y para ello tienen que desarrollarse a base de líneas y líneas, hojas y páginas y más páginas. 
Ha sido una experiencia satisfactoria, pero esperaba quizá otra cosa, seguramente entusiasmado por el buen sabor de boca de sus novelas más elaboradas.

lunes, 13 de junio de 2016

hidroala: recapitulemos

Como algunos de ustedes ya saben, el verano pasado hice mis primeras incursiones en este nuevo mundo del foil. Nuevo para mí, claro está, porque el invento tiene sus años, y lleva mucho explotándose no sólo en el aspecto recreativo, deportivo o lúdico, sino también en el comercial y militar.



Cito textualmente a la wikipedia: Un hidroala (en inglés: hydrofoil) o alíscafo es un tipo de barco cuyo casco sobresale del agua cuando la velocidad es lo bastante elevada, gracias a la acción de un plano de sustentación o ala que funciona según el mismo principio que las alas de un avión pero en medio líquido, del orden de mil veces más denso que el aire. Esta técnica permite a los barcos aumentar su velocidad disminuyendo la fricción entre el casco y el agua, y evitando la resistencia por formación de olas.
El funcionamiento del hidroala se basa en obtener una fuerza que eleve el casco de la nave gracias a la sustentación generada por medio de un ala sumergida en el agua.
A baja velocidad, el hidroala se comporta como un barco convencional. A medida que la velocidad aumenta, la presión del agua bajo el ala, unida a la disminución de la presión que se forma sobre la misma genera una fuerza de sustentación opuesta al peso de la nave y una vez alcanzada cierta velocidad es suficiente para elevar completamente el casco sobre el agua. La única parte del barco que permanece sumergida, por supuesto, son  las alas. Con el casco elevado sobre el agua, la única resistencia al avance es la que ofrecen las alas que lo mantienen elevado, que es mucho menor que la que ofrecería el casco sumergido navegando a la misma velocidad.




Aunque la invención corresponde inicialmente a Enrico Forlanini, quien comenzó a trabajar en ello sobre 1898, la cosa no empezó a despegar adecuadamente hasta finales de la primera década del siglo siguiente, y es considerado uno de los mayores avances de la historia de la navegación. 



Después de esta introducción breve, les pasaré a constar mi experiencia personal en la convivencia con semejante artefacto demoníaco, que puede convertirse en un elemento peligroso por sus formas afiladas, su tendencia a acabar con la integridad física del navegante inocente, y su a priori extraña manera de ser gobernado.



Como les repito, ya el verano pasado lo usé tres veces. Tres. Y no se me olvidan porque en cada una me pasó algo.
Primera: un primer contacto fue necesario para darme cuenta, en medio de un hype obvio, de que esto del hidroala no era cosa de llegar y topar. Ibamos a tener que currar, empezar desde cero. Tendríamos que olvidad todo lo que sabíamos sobre navegar sobre tablas de kitesurf. Lo único que nos valdría es el manejo de la cometa, que no es poco, pero todo lo demás es como empezar de cero. Tan complejo y diferente es avanzar sobre el artefacto ese, caballo que se desboca a la primera de cambio queriendo darte una dolorosa coz donde menos lo esperes... 
Así, cuando no salía despedido por sotavento, lo hacía por barlovento, o por la proa, por la popa, o volaba descontroladamente hacia quién sabe dónde. La mayoría de las veces sin ni siquiera sospechar las causas del desastre. Y cuidado con patalear bajo el agua, pues me llevé algún buen roce en mis desnudos pies con esas cuchillas submarinas. En fin, un desastre. Mi cerebro trataba de comprender lo que pasaba, pero la dinámica acuática no respondía a nada que yo hubiera experimentado anteriormente.

Segundo día: Ya lograba avanzar unos metros, pero con el foil totalmente sumergido. Me empapé de videotutoriales en youtube, y leí algunos artículos en webs especializadas extranjeras... todo para nada. Hay que mamarlo en el agua, como todo. Y en una de esas veces que el artefacto me escupió, el pie izquierdo se quedó trabado en el footstrap y me torció muy dolorosamente el tobillo, con un sonoro crujido incluido. Me asusté mucho, y creí incluso que me lo había roto. ¡Qué desastre!

En dos días, y unos 40 minutos en total con el bicho, sólo había sido capaz de estar montado un par de minutos, y apenas unos metros. Dolorido, asustado, confuso. Esos eran mis sentimientos.

Dejé que pasaran un par de semanas antes de atacar de nuevo a la doma de la bestia aquella, y me atreví una tercera vez... en qué hora!!!  Logré levantarme varias veces. Parecía que el tiempo dedicado iba comenzando a dar sus frutos, y llegó el desastre: se enganchó el ala con el cabo de una boya a unos 150 metros de la orilla, cerca del espigón de Punta Umbría... Era un día de buena corriente que tiraba hacia un lado, mientras el viento tiraba de la cometa hacia otro, y me fue totalmente imposible desengancharlo. Me agoté intentándolo, pensando en cómo hacer... pero nada sirvió. Tuve que salir haciendo bodydrag, y volver con un kayak y un chico de la escuela de vela, para poder recuperar el elemento del infierno, al que miraba ya con ojos desesperados, mitad frustración, mitad odio. 
Lo llevamos de vuelta a la orilla, y decidí apartar de mi mente la idea de evolucionar con el hidroala.



¿Merecía realmente la pena tanto sufrimiento? ¿Qué ventajas podía extraer yo de domar aquella montura? ¿A costa de qué?

Fin de temporada

Aunque un poco tarde, quiero dejar constancia de que la temporada de moto de campo acabó. El curso 2015-2016 llega a su fin con la entrada en vigor de las restricciones y prohibiciones propias del verano y el calor, de cara a evitar actividades que puedan dar lugar a incendios.

Esta vez se propuso ir a Zafra, en la vecina provincia pacense, en un recorrido en parte más que trillado y fácil, pero bonito, y en otra parte por tramos de carretera secundaria y otras pistas desconocidas por estar lejos de nuestra área de influencia.

Nueve motoristas, buena convocatoria de para una ruta de fin de temporada. Mejor. Aunque los ritmos se resienten cuando el grupo es más numeroso, en esta ocasión debo hacer notar que había calidad y cierto nivel, por lo que los km iban cayendo fácilmente. 

Pero el día empezaba húmedo, por decirlo suavemente. Nos vimos obligados a vestirnos con ropas más o menos impermeables, pero aún así acabamos mojados dada la increíble cantidad de agua que nos cayó entre Fuente La Corcha y Calañas, por la pista que cruza el Odiel. Jamás me llovió tantítismo montado en una moto, y tuve que ir en segunda velocidad y con mucho tiento a ratos, tomando con precaución muchas curvas cerradas que se iban llenando poco a poco de verdaderas "escorrentías", riachuelos que cruzaban la pista, charcos de incierta profundidad y piedras que nos regalaban curiosos deslizamientos. Mis gomas mixtas pusieron al límite mis habilidades como equilibrista. Toda una experiencia que, aunque penosa, me ha hecho mejor piloto. De todo hay que extraer lo positivo. Siempre.

Llegando a Aroche, feliz.
Almorzamos en Cortegana, unas tapas y raciones en céntrica y coqueta plaza, en un entorno muy típicamente serrano, con su pavimento empedrado entre casas encaladas y tal y cual. Ya casi secos, y tras unos últimos tramos que tomamos bastante alegres, unos más que otros. Pero es que algunos estábamos deseando desfogarnos tras la mojada. Diversión a lomos de nuestras máquinas, y más risas y ricas viandas para comentar lo vivido.
Pronto partimos hacia el Norte, y llegaríamos más pronto que tarde a la ciudad de destino:

Buscando la Plaza Grande en Zafra, epicentro de los alojamientos.
Tendrán que perdonar el desorden en los pictogramas: fui colgándolos sin ton ni son mientras me llegaban vía wasap...

En el siguiente holograma bidimensional me pueden ver haciendo el símbolo surfero, contento y hambriento, recién aparcada la máquina junto a la mesa donde nos íbamos a resarcir de nuestro sufrimiento:


Como en toda ruta que se salga de lo habitual, y más si vamos varios, surgen algunas incidencias en forma de cuasi averías. Una mochila que se suelta y se quema con el tubo de escape; un cubrecárter que se afloja, una cadena que empieza a saltar por el desgaste de la transmisión, uy uy uy que me quedo sin gasolina...  En fin, lo propio. Las cosas hay que tomárselas con humor, acompañar y ayudar en la medida de la posible, es parte del tácito contrato social del motociclista que viaja en gupo.




Famosa es la pista del Mustio, que avanza entre montañas por el Norte de la provincia de Huelva, en la que a ratos nos enchufamos levantando bastante polvo, y nos divertimos derrapando a la salida de las curvas. Piedrecitas que vuelan arrancadas de su tranquilo reposo en el suelo, buitres que sobrevuelan la escena, encinas que nos rodean, algún cineasta aficionado que capta secuencias... en fin, las cosas propias.


El único punto picante de la aventura venida a menos: un riachuelo aderezado con varios troncos de árbol que algún aficionado al 4x4 había puesto en el fondo, hizo las delicias del grupo. Las bicilíndricas sufrieron de lo lindo. ¡Cuidado con ellas si las sacas de pistas anchas y rápidas! 
Por supuesto, las buenas trail monocilíndricas sortearon la dificultad sin despeinarse, claro.




Cachondeo en el respostaje en Encinasola. Ya veíamos el final, apremiados por la prisa de querer ver la final de la Copa del Rey...


Estas caras de felicidad y satisfacción sólo pueden verse tras un rápido tramo lleno de derrapadas, levantadas de rueda, charcos y apuradas de frenada:





De lo que ocurrió tras el partido, las copas, locales nocturnos, y etc, poco hay para contar, pues son cosas que, como las despedidas de soltero, hay que ir y vivirlo...

La vuelta fue casi todo por lo negro, lo que no estuvo mal y no me quejo, porque lo considero parte del trail, y la verdad que las carreteras por parques naturales, llenas de curvas y paisajes bellísimos, merecían la pena. La parte final fue por la famosa N-435, ruta principal de los quemados de Huelva, que conozco como la palma de la mano, y en la que lo pasamos pipa trazando finamente con nuestras capaces motos para todo.

Punto y final al fuera de carretera, presumiblemente hasta octubre, comienza ahora una etapa que también me gusta: paseos al amanecer en busca de perdidas carreteras terciarias por la sierra, con la excusa de ir a desayunar un sábado por la mañana...

la iglesia

El kiteboarding es como la iglesia: muchos asisten, pero son pocos los que comprenden.

A decir verdad, eso ocurre con muchas cosas. De hecho, ¿por qué no?, yo mismo me puedo considerar un mero asistente ensimismado (¿enmimismado?) en sus propios pensamientos y divagaciones cuando se supone que debo atender a lo que el predicador de turno nos está revelando.

¿Por qué es así? Bueno, cada cual tiene las motivaciones que tiene para asistir a misa, entiéndase de forma metafórica, claro. 

El ciclismo es un caso análogo, o montar en moto, o ir a votar.