Sobre la interpretación de los sueños se ha escrito mucho, la mayor parte grandes sandeces y estulticias.
Está claro que el subconsciente nos juega a menudo malas pasadas, o quizá la mala pasada nos la jugamos nosotros mismos (desde el punto de vista del plano consciente) al querer luchar contra él.
Dentro de nuestra cabeza hay muchas cosas, y poco a poco, a lo largo de nuestra vida, se van depositando todo tipo de experiencias, vivencias, acciones y reacciones. Aprendemos. Pero desconocemos la forma en que se guarda todo, y el mecanismo por el que somos capaces de acceder a esos recuerdos. Y porqué recordamos unas cosas sí, y otras no.
Y luego están los sueños... a menudo reflejo de anhelos y miedos.
Anoche tuve un sueño, y no quiero ahora parafrasear a nadie.
No viene a cuento dar pelos y señales del suceso, porque ni yo mismo recuerdo ya bien lo que pasó, pero me he quedado con la idea general, cosa a la que llevo muchas horas, desde que me desperté, dando vueltas: la capacidad de amar.
¿Tiene límite? ¿Cuál?
Y lo más importante, ¿hasta dónde estoy dispuesto a llegar? Supongo que todo depende del compromiso, porque amar es al mismo tiempo comprometerse, y yo, que no soy dado a ataduras, siempre he temido el compromiso, la obligación, la responsabilidad. La he temido y la temo, pero igualmente la acepto porque es necesario. Y descubro que teniendo capacidad de aceptación, aumento mi capacidad de amar, lo que no es poca cosa.
De todos modos, como todas las capacidades, la cosa va por días. Uno no tiene siempre la misma disposición, y hay veces en las que me levanto con el pie izquierdo y pareciera que todo se alinea en mi contra. Pero cuando las piezas encajan, soy capaz de repartir amor a diestro y siniestro.
Ah, las manifestaciones del amor. Son tantas... y tan variadas...
Ah, los tipos de amor... A la vida, a tu pareja, a tus hijos, a tus padres y hermanos, a tus amigos, a la obra bien hecha, a la naturaleza, a tí mismo. Tan diferentes y tan iguales en su fondo.
Pero el verdadero amor, la capacidad de amar es tan, tan, tan grande. Uno da. Uno recibe. Yin y yang. Karma. Y con el tiempo aprendo a no esperar nada a cambio, y a ser generoso en amor.
Fabuloso pedro!!
ResponderEliminarMarta
¡Fabulosa tú, Marta!
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