Con esta cita bíblica, Larry Niven (en colaboración con Jerry Pournelle) publicó en 1975 una sensacional novela de ciencia ficción dura, en la que se trata el encuentro por primera vez con una civilización alienígena, las relaciones que se establecen, y la solución a problemas que surgen de esas relaciones.
La fantástica obra que he terminado de leer recientemente no ganó ninguno de los preciados premios destinados a consagrar los meritorios trabajos de imaginación y prosa que anualmente se otorgan. No obstante, ni falta que le ha hecho para ganarse un hueco entre el ranking de las mejores novelas del género de todos los tiempos.
El tratamiento de la sicología de los alienígenas es correcto y perfectamente creíble, y se basa en supuestos lógicos, como sus condiciones demográficas, el estado del arte y tecnología, la organización social en castas... todo bien elaborado y narrado poco a poco de manera bien solvente.
Es cierto que no se profundiza demasiado en la caracterización de los personajes protagonistas, pero tampoco hace falta, y la historia queda bien completa y entendible sin entrar en mayores profundizaciones que, sin duda, harían más pesada y anodina la lectura. Bastante tenemos con la sosa historia de amor que incluye la trama...
Sobre el argumento y sinopsis me remito a la wikipedia, no les quiero desgranar aquí de qué va la cosa ni fastidiarles el final, bien resuelto, aunque quizá algunos hubieran preferido algo diferente, más, digamos, violento... ¿por qué no?
Grande Larry Niven, un señor que se hizo famoso, supongo, con Mundo Anillo, que ya comenté por aquí hace meses, pero para mí ésta que ahora comento es superior, más absorbente y emocionante, mejor libro. Con eso lo digo todo.
Aprovecho la ocasión y meto una pequeña reseña como bola extra. He leído, a la par, un libro recopilatorio de cuentos de Philip K. Dick, el grandísimo Philip K. Dick. Desde luego, son cuentos breves, y como tales hay que tomarlos. La mayoría son predecibles, y algunos hasta aburridos y prescindibles, pero otros son muy buenos. No se puede pedir más cuando la narración es breve y dura unas pocas páginas, porque precisamente la obra de Dick hay que verla en profundidad. Sus libros, sus verdaderas novelas, tienen miga, te introducen en sus mundos, sus obsesiones, y para ello tienen que desarrollarse a base de líneas y líneas, hojas y páginas y más páginas.
Ha sido una experiencia satisfactoria, pero esperaba quizá otra cosa, seguramente entusiasmado por el buen sabor de boca de sus novelas más elaboradas.
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