Somos los carpinteros de nuestras propias cruces. Ya les contaba eso mismo a ustedes hace unos pocos días.
Esa metáfora es buena, y refleja tan exactamente la realidad, lo veo a diario, que no he podido resistirme a buscar una frase que refleje lo mismo pero en positivo.
De ese modo, me he dado cuenta de que puedo ser el arquitecto de mi Taj Majal particular. Puedo trabajar para montar mi propio palacio de ensueño, y vivir en él. Es más: no sólo puedo invertir esfuerzo y tiempo para lograrlo, es que simplemente debo.
Y así, mientras unos maldicen su situación sin hacer realmente nada para cambiarla, otros damos pasos, a veces pequeños, otras veces más importantes; se toman decisiones; se asumen riesgos; o simplemente tenemos un poco de suerte (la suerte hay que buscarla y trabajarla también, y no olvidemos que ya los antiguos sabían bien que la fortuna favorece a los audaces).
Decisiones.
Decidí tomar un día libre con el hermano que nunca tuve (ahora me pregunto si la relación con Julio sería mejor, peor, diferente, si realmente fuéramos hermanos), y nos encaminamos a Caños de Meca para aprovechar uno de esos días tremendos de sol, ambiente, y cuarenta nudos de viento que hacían que la arena volara a más de metro y medio de altura y picara como mil alfileres en nuestra cara, brazos y piernas.
Ibamos preparados con nuestras cometas más minúsculas. Pero vientos de esa magnitud suelen ser racheados, incómodos, y el líquido elemento también se comporta de forma distinta, demasiado agitado, demasiado extraño, imprevisible.
Hora y media de charla con los locales. No teníamos prisa, sabíamos que iba a soplar todo el día con buena intensidad, y que en poco tiempo Eolo se aplacaría un poco y se haría más estable. La marea evolucionaba, mientras tanto, a posiciones más favorables.
Cuando la espera llegó a su fin y decidimos montar nuestras cinco metros, rondarían los 35 nudos, pero ya se averiguaba que iba a bajar más. En una hora ya tuve que ir a por la siete metros, y a partir de ahí, primero con el twintip y al final de la jornada, con el mar en su punto más favorable en cuanto a formación de olas, di el paso definitivo a la tabla de surf.
¿Cómo describir la sensación de navegar con la 7 en su punto dulce de potencia, con olas de hasta 3 metros y viento estable de Levante asurado? Esa conjugación permite surfear en Caños una buena ola de izquierdas, mi lado bueno, experiencia inigualable.
Un tercio y una buena hamburguesa de retinto en Las Dunas para reponer sales minerales y energía, una última mirada para despedirnos del Taj Majal del día:
Seguimos construyendo nuestro palacio, nuestro paraíso particular. Es tarea de toda una vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.