martes, 30 de septiembre de 2014
misticismo, religion, comunión con la naturaleza y otras leyendas oceánicas
Expresiones como "sólo surfeando puedes encontrarte a ti mismo" surgen de todo un catálogo de refranes, dichos, y una biblia de recomendaciones místicas para alcanzar el nirvana del sentimiento hacia la naturaleza acuática en toda su plenitud.
Terminamos por convertirnos en unos verdaderos outsiders, tanto más auténticos cuanto más alejados de la realidad nos encontremos. Sólo pendientes del viento, de las mareas, del mar de fondo, del swell, las isobaras, borrascas y los minúsculos bikinis, las tabletas de chocolate, los pelos largos y descuidados, los bronceados naturales, el último grito en material...
Ahora, para despistar, cuelgo unas fotos del Pagani Wajairahiiiirriya, por alabar la, oh, maravilla de las maravillas del arte que un entusiasta millonario se empeñó hacer, con total éxito:
Tras este paréntesis extraño, sigo.
Ah, la ola, esa fuente de poder que el hombre aún no ha sabido aprovechar verdaderamente más allá de lo lúdico-religioso... y menos mal. Porque sí, amigos, este asunto es como una religión, con sus mandamientos, sus reglas, sus dioses, sus mitos y sus milagros. El kit completo.
Pero como ocurre con todo, puede morir de su propio éxito, del abarrotamiento de las playas, del uso indebido y sin juicio de los recursos, que nos llevará a la prohibición y persecución por parte de las autoridades. No sería la primera vez, ni, me temo, la última. Es condición humana, no hay que darle más vueltas ni tampoco ser tremendista. Es lo que pasa con las modas, con todas las modas.
Yo, igual que otros, a mi rollo. Empieza ahora una bella época para disfrutar del mar en soledad, o al menos en compañía de pocos y bien avenidos. Ya no habrá luchas por el pico, ni rifirrafes a la hora de salir o entrar al agua, y tendremos km de playa para navegar a nuestras anchas. El invierno es bello también. Y duro, sólo para los mejores.
¿Qué nos empuja a meternos en el agua con menos de 10º C en el termómetro, quizá incluso lloviendo? Los que nunca lo hicieron no lo pueden comprender. Son las sensaciones, y me gustaría ser un poeta para poder describir, transmitir. Es difícil, imposible prácticamente para mí. Una foto, un pequeño vídeo, pueden ayudar, pero aún así no captan el sentimiento, el éxtasis, la emoción, porque se trata de eso y sólo de eso. La emoción. Palabras como "superación", "miedo", "dolor". "Muerte" incluso. A veces flotan en el aire. Como cuando montaba en moto por los circuitos rozando rodilla. Y un día te caes y te partes el fémur en cuatro trozos, y pasa el tiempo y vuelves a montar en moto y a sentir la libertad, el goce, la ilusión.
¿Cómo le explicas eso a tu madre, que llora cuando no la ves? O a tu limitador, o a tu hijo. ¿Cómo protejo a mi hijo de ello? Pero, ¿acaso debo? ¿No debe aprender él?
¿No debo aprender yo de él, más que al contrario?
domingo, 28 de septiembre de 2014
el secreto
Buen toeside |
Recorte extremo, muchas cosas de las que estar atento para efectuarlo. |
El viento y la potencia son tus amigos, te ayudarán en nuevos retos, pero no seamos estúpidos, hay trucos y trucos, y vientos y vientos, y condiciones diferentes de mar.
Se trata, en definitiva, también, de sacar horas de vuelo. Todo vale, todo sirve. Echar horas en el agua cuando nadie más quiere o puede, puede ser gozoso, como he explicado en muchas entradas. Como dice el Gurú del Viento, también conocido como el Hombre que Susurra a las Cometas, hay que hacerse amigo de eso que está ahí arriba, del trapo. Hay que conocerlo, hay que saber dónde está y qué hace en cada momento sin tener que mirarla.
Con las condiciones adecuadas y buena técnica, al alcance de casi cualquiera... |
El secreto, claro, para pasarlo bien, es el viento suficiente, o el adecuado para tu material. Sin viento suficiente, sin la potencia mínima, no salen según qué trucos. Que quede claro y que no se me olvide nunca. Ni a vosotros.
coitus interruptus
Y llega el sábado, me levanto a la hora habitual tras dejar la noche anterior todo preparado... y sale el día lluvioso. Bueno, hay más días que ollas, dice el viejo refrán. Tranquilo, tengo otras cosas en que entretener el cuerpo y el alma.
Y llega el domingo, miro por la ventana, suelo seco, bien. Me pertrecho con traje de cuero que tiene protecciones en las articulaciones y espina dorsal, con el casco, guantes y botas, y palante, ou yea.
Y a los pocos metros de salir del garaje ya veo que hay mucha nube baja, tan baja que veremos si no tenemos niebla.
Paro a repostar en la gasolinera de la Av. de Andalucía, y cosa rara, hay varios coches, toca esperar un poco. Raro de verdad a estas horas que haya este tráfico en la ciudad un domingo. Por fin me toca, pero veo al expendedor, un chico que lleva meses, si no años, trabajando allí, un poco distraído, pendiente de demasiadas cosas salvo, precisamente, lo que tiene entre manos. Llenar el depósito de una moto puede ser una tarea delicada, sobre todo porque cuando sacas la manguera hay que tener mucho cuidado de no manchar el depósito o laterales de la moto, cosa que afecta a la pintura y adhesivos... pues para qué queremos más!!!! Chorreón de medio litro. Increíble como me ha puesto la moto... Me quiso regalar una ficha para el lavado, con eso lo digo todo. Bueno, yo lo que quería era salir de allí cuanto antes, de modo que absorbió lo más grave con unos papeles que fue corriendo a recoger de dentro de la tienda.
En fin, un comienzo raro para un día bastante raro. Fue dejar atrás la estatua esa ridícula del futbolista en pelotas, y caer una niebla espesa como puré de guisantes (que diría un escocés).
Como de una forma premonitoria, a partir de este punto la cosa se puso impracticable. |
Bueno, a ver si pasado San Juan va levantando. A veces ocurre. Paso San Juan y voy hacia Trigueros. La larga recta de por lo menos cuatro km está bastante despejada. Sigo tirando. La moto va perfecta con su rueda de 19 pulgadas delante. Oh, maravilla. Llego a Beas, giro a la derecha hacia Candón, pero enseguida la cosa se pone espesa, tuve que parar dos veces a limpiar la pantalla y pensar a ver qué hacía. Cojo el desvío programado hacia la izquierda, dirección Valverde, nada más pasada la Aldea de Candón. Imposible seguir así, me voy a quedar ciego y la tensión me va a hacer saltar un hombro de su sitio.
Vuelvo sobre mis pasos y tiro directamente hacia Niebla, nunca vino mejor el nombre de tal localidad, en serio. Los cuatro últimos km fueron demenciales, en menudo berenjenal me vi metido.
En fin, en tercera velocidad, a 40 por hora, llego al pueblo y paro a desayunar en el mejor sitio que he encontrado.
Todos los días no van a ser perfectos, porque de otro modo no podríamos alegrarnos cuando las cosas salen bien. Eso es así.
La vuelta, por la autopista, sin incidencias.
jueves, 25 de septiembre de 2014
Change
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Zen, o el arte de la observación de los elementos
Con esta frase comenzó uno de mis primeros días en la playa cuando estaba aprendiendo a hacer kitesurf. El Hombre que Susurra a las Cometas me la dijo, escondido tras su barba descuidada que le tapaba media cara.
Yo no me tengo por persona especialmente creyente ni religiosa, deseché tiempo ha todo rastro de fe que pudiera haber en mi interior, si es que realmente la hubo en algún momento de mi vida (cosa que hoy día, tras profundos exámenes de mi interior he descartado repetidamente, por más que lo he intentado). He buscado en mis recuerdos cuál fue el día en que dejé de creer, pero claro, es complicado hallar algo que nunca se tuvo realmente.
Mucho más tarde estuve indagando, investigando, incluso estudiando, adentrándome en el enrevesado y confuso mundo de la filosofía.
Claaaaaro, uno empieza por lo básico, repasando los clásicos griegos (donde hay mucha moralla, perdónenme los más ilustrados lectores), y llegando a los más modernos, siglos XVIII y XIX. Quizá me paro en Nietsche, Schopenhauer, y el gran Kant, por supuesto. Algunos damos el salto al estudio de la filosofía oriental, nos adentramos en ese raro y poco conocido ámbito del ya por sí bastante abstracto espectro del pensamiento humano. Me pierdo en épocas y rarezas dispares, pensamientos milenarios que apenas han cambiado desde sus inicios aunque, supongo, hoy día son pocos los que prestan mucha atención a esas recónditas ideas, bien por lejanía, bien por nacer de un statu quo, una base social, que aquí no conocemos ni acabamos de comprender muy bien.
Sea como fuere, tengo muchos libros de filosofía, algunos más complejos, otros de respuestas a preguntas básicas, y poco a poco me he ido haciendo una amalgama de aquellos conceptos con los que me identifico y que, a la postre, reafirman las conclusiones a las que yo he ido llegando en mi corto devenir vital... y eso que he dedicado poco tiempo a pensar. LOL.
Y en esas me hallaba cuando el Gurú del Viento me soltó la famosa frase del principio de esta entrada.
No voy a descubrir yo aquí ahora lo que sea el Zen. Que cada cual lea lo que quiera, desde la wikipedia, hasta espesos manuales de la Facultad de Filosofía de la UNED. Básicamente, sólo tienen que saber que el Zen es una escuela budista, que se basa en la meditación. Qué sea la meditación es asunto controvertido, aunque trataré de hacer un breve esbozo.
La rama de Zen más conocida en Occidente es el Zazen, consistente en la meditación mientras uno está sentado en la postura del loto, como las figuras de Buda que hay por toda la India (según me dicen los que han estado por allí...).
No obstante, aunque en el tema físico haya diferentes enfoques, en la aproximación doctrinal al zazen las diferencias casi no existen respecto de otros sistemas o subescuelas budistas. Se requiere una atención constante pero tranquila por parte del practicante. El pensamiento se libera, ni piensa ni deja de pensar. Se deja pasar. No adhiere ni rechaza, como si las ráfagas mentales fueran nubes que atraviesan el cielo sin dejar rastro (oh, metáfora).
El arte de la meditación exige práctica. Pensar cuesta, pero dejar de pensar cuesta más, se lo aseguro. La postura del loto cuesta, yo no soy capaz. Llego a un vulgar semiloto y siempre ayudado con un zafú o almohadilla. Si lo hago en la playa, previamente hago un pequeño montoncillo de arena para aposentar mi trasero.
Un día de playa de otoño, como ayer, que fue una tarde perfecta en su plenitud física, invita al recogimiento, a la dación de gracias, al regocijo interior, a la alegría por la vida. Un sol radiante, temperatura agradable, apenas afluencia de gente... hicieron de la experiencia algo maravilloso. En una parada a descansar, me quedé ensimismado mirando al mar, a esa inmensidad de agua tranquila, templada, acogedora. Llegué a poner mi mente en blanco mientras sonreía feliz. Fueron sólo unos instantes, pero fui muy feliz. En esos momentos puedo estar a punto de llorar de emoción, soy así de simple, y he descubierto que cada vez lo soy más. Más delicado, más sensible, más fragil. Necesito amor, pero también soy capaz de darlo. Me siento dentro de la situación, no como un mero observador externo. Amo, como, siento. Vivo.
No es la primera vez que me pasa en la playa en pleno apogeo kitesurfero, o justo tras acabar la sesión, o en la última mirada hacia atrás cuando voy cargado con los chismes hacia el coche. Sin duda, compartir tu afición con la naturaleza de un modo tan íntimo te hace pensar un poco en esas cosas, en que formamos parte de un todo, de algo mayor que la suma de las partes, de nuestra pequeñez, de la suerte que tenemos.
Punta Umbría, Terramar, día de autos |
Los perros
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Bueno, obviamente los cánidos no tienen la culpa de nada. Alguien los separó del acogedor calor materno y los metió de llenó en el seno de una familia humana, habitualmente confundiéndolo respecto a sus costumbres, etología, prioridades y necesidades físicas.
Estoy convencido, y así lo he dicho por aquí más de una vez, de que el uso lleva al abuso, y el abuso lleva a la prohibición. Lo veo a diario en muchos aspectos de la conducta humana.
Como quiera que está de moda tener perro, incluso en las ciudades (que obviamente no es el entorno más adecuado para que ningún animal viva, salvo el ser humano), cada vez hay más y más perros. Y no a todo el mundo le gusta eso.
Los dueños de los perros tienen que comprender que a tu vecino puede que no sólo no le gusten los perros (ni los gatos, ni los canarios, ni los ruidosos loros, ni...), sino que puede que le den miedo. Sí, es curioso, hay gente que tiene miedo de ese pastor alemán, el bóxer, el staffordshire, el dogo. Sobre todo si van sueltos y sin bozal. Un niño pequeño puede asustarse, y no querer salir a jugar al parque que tiene frente a su casa porque es frecuentado por dueños que dejan a los perros sueltos, defecando y orinando a sus anchas. Los padres del niño también pueden tener miedo.
Llegamos a ver, en ocasiones, verdaderos casos de salud pública. Yo mismo, que vivo en el centro de mi ciudad, a menudo bajo por mi calle esquivando mierdas de perro en lo que se ha llegado a convertir en un campo minado de heces, con total abuso, desprecio, y en un absoluto sinsentido por parte de los dueños de estos animales. Claro, no sé quién es más animal.
Llámenme raro, pero no me gusta esto. No me gusta tener que vigilar constantemente dónde piso, no me gusta que el solar que tengo frente a mi casa sea el cagadero del barrio, no me gustan los ladridos a deshora, no me gustan los dueños que defienden la libertad y los derechos de su perro por encima del de sus vecinos, sus congéneres humanos. No me gusta que el Ayuntamiento que yo alimento con mis numerosos impuestos haga oídos sordos a estas quejas, y tenga una indolencia absoluta frente a este asunto. No me gusta tener que quejarme. Nunca. Pero la situación es la que es.
Por eso, puedo comprender a una persona que, harta de todas las cosas que no le gustan sobre los perros, o más bien de sus dueños exentos de la más elemental educación, ausentes del respeto a las más simples normas de urbanidad, haya decidido tomarse la justicia por su mano, poner una solución. Muerto el perro se acabó la rabia, dice el refrán. Refrán muy antiguo en esta nuestra Hispanistán querida, cada vez menos querida.
Ahora vendrán los lamentos, los lloros. Era tan bueno, tan bonito, me hacía tanta compañía... ¡Sólo le faltaba hablar! Suspiran ahora, tristes y enrabietados los viudos perrunos.
Que se jodan.
Que hubieran limpiado las cagadas, llevado amarrado al perro, educado convenientemente, silenciado de madrugada, lavado y desparasitado. Y otro gallo les hubiera cantado.
Amén.
domingo, 21 de septiembre de 2014
curvas!!
Parajes recónditos, carreteras sinuosas y desiertas, sobre todo ahora que ya ha pasado la fiebre del Tour, la del Giro, y la de la Vuelta, con un día glorioso de temperatura perfecta, preotoñal en todo su esplendor.
La zona escogida ha sido, una vez más, el Norte de la provincia, acercándome bastante al Castillo de las Guardas.
Sigo sorprendiéndome, no obstante, de lo que pueden llegar a molestar dos o más ciclistas, y me pregunto cómo es posible que un tractor con su correspondiente remolque ocupen menos calzada y molesten menos (siendo más segura la circulación y adelantamiento) que un grupo de cuatro ciclistas. INCREÍBLE. Sigo en mi solitaria cruzada de, como ciclista, luchar contra la estulticia más sinsentido, de la estupidez más supina de estas cucarachas de la carretera que, arrastrándose a medias inferiores a 20 km/h se obstinan en imponer su ley, en autocoronarse reyes del asfalto.
Después vendrán los lamentos, los chirriares de dientes, los rasgamientos de vestiduras, cuando inevitablemente un camión, un coche o una moto se lleve a unos cuantos por delante. Es lo que hay, una más de las rocambolescas situaciones que nos ha tocado vivir en este nuestro país, Hispanistán. Menos mal que ya pasó, como digo, la fiebre de las altas competiciones en la TV, y pronto llegará el frío y la humedad, temidos por la grey ciclista, y sólo quedarán los más auténticos que, a la sazón, son los verdaderos amantes del asfalto lejos de modas y tendencias, y verdaderos entendedores del orden y jerarquía sobre la cinta gris.
Disquisiciones filosóficas aparte, cuelgo este otro diaporama a color donde pueden ver la zona por la que me he movido hoy de un modo más explícito:
El tipo de carretera queda a la vista, de esas que cuando coinciden dos coches tienen que casi pararse y salirse al arcen (en caso de que exista tal cosa, o a la cuneta). Buen asfalto bien rugoso, y algún que otro bache que mi polivalente moto absorbe sin inmutarse.
El desayuno lo realicé en el cruce de la carretera de Riotinto con la N-435, una venta llamada "El Pantano" que no me entusiasma especialmente, pero elegida por su ubicación en kilometraje hoy. Me venía bien y punto. Y ya. Aunque a ciencia cierta sé que no tienen jamón de la pata para la tostada, yo siempre le pregunto al camarero que, invariablemente, me suele contestar "hoy no". Me río para mis adentros, acabo con el café, pago y me voy tan contento... aunque sin jamón.
Esta mañana he visto bastantes motos. La gente ha llegado de las vacaciones, la vida va retomando su curso normal, las aficiones se van normalizando. Durante mi desayuno, mi bemeuvita charla con una de las legendarias R1 de carburadores en perfecto estado de conservación. ¿De qué hablarían teniendo tan pocas cosas en común? Ah, sí, seguro que a ambas les gusta rodar...
Quedan pocas salidas sobre lo negro, on the road. El 15 de octubre se levanta la prohibición de circular por el campo, y pasaré a narrarle mis aventuras entre la maleza y el barro.
sábado, 20 de septiembre de 2014
el gran miércoles
Esta semana ha cruzado una borrasquita por aquí. No nos ha permitido disfrutar de vientos fuertes, pero sí suficientes para mover el mar un poco y poder usar agradeblemente las cometas grandes.
He tenido oportunidad de probar un par de ellas que me han gustado, cortesía de Wind&Wave y de mi amiga Laura.
La Liquid Force Envy 2014 de doce metros es una cometa bella, bien hecha, y aunque tiene algunas cosas a las que no estoy acostumbrado, no puedo dejar de reconocer que es un buen artefacto volador. Lo mejor, su diseño y la poca presión en la barra, que hace que navegar esté al alcance de brazos débiles. Eso tiene sus contrapartidas, pero no hablaré de ese tema aquí y ahora.
La otra es la Cabrinha Drifter de once metros. Yo tengo una de nueve, y siempre me pregunté cómo sería una un poco más grande para cuando el viento flojea. Ya lo sé. Es un kite fantástico, y mantiene todas las ventajas de sus hermanas pequeñas de 9 y 7 metros, a las que conozco bien. Muy rápida de giro, y suficientemente potente pero con una gran despotenciación para que su fuerza no nos saque de la ola y nos permita reentrar a placer, cosa que con mi Switchblade es más complicado.
La Envy causa envida en la playa... no es mala cometa. Gracias, Javi. |
Mucho ambiente en El Portil, y sobre todo un placer y una gran emoción navegar con Julio y con Manu. Hacía tiempo que no coincidíamos con esas condiciones. Manu ha dado un gran salto en su técnica, y la curva de aprendizaje está en pleno ascenso. Se pasó casi una hora con mi retroFish, contra todo pronóstico, entrando en el fantástico mundo del strapless. ¡Bravo!
Después de tres horas surcando el mar, incluido un buen rato con una tabla de surf Slingshot Celeritas, me dí por vencido y comencé a recoger mi arsenal. Manu se despidió con un magnífico back roll en la misma orilla, perfectamente ejecutado que me dejó boquiabierto.
Me tengo que poner las pilas y salir un poco más de la zona de confort, porque éste niño viene empujando fuerte.
Vista general del spot. La cometa verdecita de la derecha navegando es un servidor. |