Y llega el sábado, me levanto a la hora habitual tras dejar la noche anterior todo preparado... y sale el día lluvioso. Bueno, hay más días que ollas, dice el viejo refrán. Tranquilo, tengo otras cosas en que entretener el cuerpo y el alma.
Y llega el domingo, miro por la ventana, suelo seco, bien. Me pertrecho con traje de cuero que tiene protecciones en las articulaciones y espina dorsal, con el casco, guantes y botas, y palante, ou yea.
Y a los pocos metros de salir del garaje ya veo que hay mucha nube baja, tan baja que veremos si no tenemos niebla.
Paro a repostar en la gasolinera de la Av. de Andalucía, y cosa rara, hay varios coches, toca esperar un poco. Raro de verdad a estas horas que haya este tráfico en la ciudad un domingo. Por fin me toca, pero veo al expendedor, un chico que lleva meses, si no años, trabajando allí, un poco distraído, pendiente de demasiadas cosas salvo, precisamente, lo que tiene entre manos. Llenar el depósito de una moto puede ser una tarea delicada, sobre todo porque cuando sacas la manguera hay que tener mucho cuidado de no manchar el depósito o laterales de la moto, cosa que afecta a la pintura y adhesivos... pues para qué queremos más!!!! Chorreón de medio litro. Increíble como me ha puesto la moto... Me quiso regalar una ficha para el lavado, con eso lo digo todo. Bueno, yo lo que quería era salir de allí cuanto antes, de modo que absorbió lo más grave con unos papeles que fue corriendo a recoger de dentro de la tienda.
En fin, un comienzo raro para un día bastante raro. Fue dejar atrás la estatua esa ridícula del futbolista en pelotas, y caer una niebla espesa como puré de guisantes (que diría un escocés).
Como de una forma premonitoria, a partir de este punto la cosa se puso impracticable. |
Bueno, a ver si pasado San Juan va levantando. A veces ocurre. Paso San Juan y voy hacia Trigueros. La larga recta de por lo menos cuatro km está bastante despejada. Sigo tirando. La moto va perfecta con su rueda de 19 pulgadas delante. Oh, maravilla. Llego a Beas, giro a la derecha hacia Candón, pero enseguida la cosa se pone espesa, tuve que parar dos veces a limpiar la pantalla y pensar a ver qué hacía. Cojo el desvío programado hacia la izquierda, dirección Valverde, nada más pasada la Aldea de Candón. Imposible seguir así, me voy a quedar ciego y la tensión me va a hacer saltar un hombro de su sitio.
Vuelvo sobre mis pasos y tiro directamente hacia Niebla, nunca vino mejor el nombre de tal localidad, en serio. Los cuatro últimos km fueron demenciales, en menudo berenjenal me vi metido.
En fin, en tercera velocidad, a 40 por hora, llego al pueblo y paro a desayunar en el mejor sitio que he encontrado.
Todos los días no van a ser perfectos, porque de otro modo no podríamos alegrarnos cuando las cosas salen bien. Eso es así.
La vuelta, por la autopista, sin incidencias.