Una pena no tener memoria disponible en la gopró. Poder mostrarles la sensacional ración de curvas, paellas, tornanti, garrotes... de las que he disfrutado esta mañana, para que puedan, si acaso, lograr una mínima empatía, seguramente les hubiera gustado, horrorizado, sorprendido, u odiado. Pero estoy seguro de que no quedarían indiferentes ante tamaña cantidad de giros encadenados que tuve la suerte de propinar sobre mi pequeña monocilíndrica con escasa, pero aún así suficiente potencia para causar sensaciones.
Parajes recónditos, carreteras sinuosas y desiertas, sobre todo ahora que ya ha pasado la fiebre del Tour, la del Giro, y la de la Vuelta, con un día glorioso de temperatura perfecta, preotoñal en todo su esplendor.
La zona escogida ha sido, una vez más, el Norte de la provincia, acercándome bastante al Castillo de las Guardas.
Sigo sorprendiéndome, no obstante, de lo que pueden llegar a molestar dos o más ciclistas, y me pregunto cómo es posible que un tractor con su correspondiente remolque ocupen menos calzada y molesten menos (siendo más segura la circulación y adelantamiento) que un grupo de cuatro ciclistas. INCREÍBLE. Sigo en mi solitaria cruzada de, como ciclista, luchar contra la estulticia más sinsentido, de la estupidez más supina de estas cucarachas de la carretera que, arrastrándose a medias inferiores a 20 km/h se obstinan en imponer su ley, en autocoronarse reyes del asfalto.
Después vendrán los lamentos, los chirriares de dientes, los rasgamientos de vestiduras, cuando inevitablemente un camión, un coche o una moto se lleve a unos cuantos por delante. Es lo que hay, una más de las rocambolescas situaciones que nos ha tocado vivir en este nuestro país, Hispanistán. Menos mal que ya pasó, como digo, la fiebre de las altas competiciones en la TV, y pronto llegará el frío y la humedad, temidos por la grey ciclista, y sólo quedarán los más auténticos que, a la sazón, son los verdaderos amantes del asfalto lejos de modas y tendencias, y verdaderos entendedores del orden y jerarquía sobre la cinta gris.
Disquisiciones filosóficas aparte, cuelgo este otro diaporama a color donde pueden ver la zona por la que me he movido hoy de un modo más explícito:
El tipo de carretera queda a la vista, de esas que cuando coinciden dos coches tienen que casi pararse y salirse al arcen (en caso de que exista tal cosa, o a la cuneta). Buen asfalto bien rugoso, y algún que otro bache que mi polivalente moto absorbe sin inmutarse.
El desayuno lo realicé en el cruce de la carretera de Riotinto con la N-435, una venta llamada "El Pantano" que no me entusiasma especialmente, pero elegida por su ubicación en kilometraje hoy. Me venía bien y punto. Y ya. Aunque a ciencia cierta sé que no tienen jamón de la pata para la tostada, yo siempre le pregunto al camarero que, invariablemente, me suele contestar "hoy no". Me río para mis adentros, acabo con el café, pago y me voy tan contento... aunque sin jamón.
Esta mañana he visto bastantes motos. La gente ha llegado de las vacaciones, la vida va retomando su curso normal, las aficiones se van normalizando. Durante mi desayuno, mi bemeuvita charla con una de las legendarias R1 de carburadores en perfecto estado de conservación. ¿De qué hablarían teniendo tan pocas cosas en común? Ah, sí, seguro que a ambas les gusta rodar...
Quedan pocas salidas sobre lo negro, on the road. El 15 de octubre se levanta la prohibición de circular por el campo, y pasaré a narrarle mis aventuras entre la maleza y el barro.