martes, 30 de octubre de 2012

el desternille

En serio, el desternille puro y duro:

lo que hace un ferrari

yin/yang

Una vez más, se repite. Hoy he visto esto. No lo he podido resistir, he tenido que colgarlo aquí:

lunes, 29 de octubre de 2012

Rabia contra la máquina

ATENCIÓN: TOCHO.

Es cierto y verdad que la consigna pueda sonar a revolucionaria máxima izquierdista, bandera de movimientos ultras, trasnochada utopía inspirada por legendarios ideólogos decimonónicos. Pero yo, que me tengo por un liberal consumado –que no un egoísta o vándalo de lo mío sin mirar a lo que me rodea-, yo, iba diciendo, hago mi lectura particular, sin menospreciar otras aportaciones que no pienso ni considerar.
Dejando aparte las manifestaciones más o menos acertadas, aunque en todo caso tardías e inútiles por su propia perogrullez y su ubicación espacio-temporal claramente retrasada, para mí, todo lo que ahora digan o manifiesten los llamados a sí mismos gurús de la economía y analistas del sistema financiero –por haber demostrado su absoluta incompetencia y falta de profesionalidad y ser meros “brujalola” -, o los políticos –que reiterada y manifiestamente mienten y estafan, buscan el lucro fácil y rápido, les importa poco su función pública o la dedicación a verdaderamente administrar y servir a quienes les han votado-, o los magnates de las empresas multinacionales y organismos supranacionales -que pretenden influir en decisiones locales buscando su único beneficio-, todo lo que estos digan, no me indicaría más que el camino contrario a seguir o, en el mejor de los casos, ignorarlos profundamente. A los hechos me remito.
Sigo.
El Mundo es finito. Nuestro planeta es finito, y con él, los recursos naturales que aprovechamos, disfrutamos y de los que vivimos, y somos responsables de su mantenimiento para el aprovechamiento futuro. Porque, a fin de cuentas, es de la naturaleza de donde sacamos alimentos, ropa y energía. Durante los dos últimos siglos, el hombre ha aprendido a dominar en su propio beneficio estos recursos, hasta el punto de modificar genéticamente los vegetales para extraer más cosechas por temporada, hacerlas resistentes a plagas y enfermedades, permitir su conservación más allá de lo milagroso o explicable. Igualmente, ha logrado, mediante selección forzada y manipulación, especies antes inexistentes de reses y aves. Tanto es así, que estas nuevas especies de plantas y animales se han registrado, tienen sus derechos de copia que pertenecen a grandes empresas, y no puedes cultivarlas, comprarlas o venderlas sin pasar por caja. Sí, es así. Hoy no puedes plantar maíz en tu terrenito, en tu huerto, porque no hallarás semillas de maíz. Tienes que comprarlas a precio de oro y sólo te valdrán para una cosecha, porque el maíz que extraerás de esas semillas es sólo para consumo, no para ulterior siembra, queda estéril su fruto para engendrar más miembros. Alucinante. Yo este asunto lo he descubierto hace bien poco, pero parece que lleva ocurriendo mucho tiempo.
El caso es que el ser humano ha crecido mucho, vamos camino de los ocho mil millones de individuos –si es que no lo hemos alcanzado ya-, repartidos irregularmente por el globo. De estos millones y millones de seres, una parte muy pequeña es la que verdaderamente se dedica a la producción de alimento, ropa y cuidado de Gea. Y un gran porcentaje se encuentra embrollado en tareas administrativas, de despacho, de relaciones que si uno se fija se han ido creando durante décadas, nos han envuelto, y han llegado a formar parte de nosotros y nuestras vidas de modo que las consideramos naturales o imprescindibles o inexorablemente unidas a nuestra sociedad e incluso a nuestra identidad personal tal y como la conocemos y/o la concebimos.
El crecimiento compulsivo nos ha llevado a esto. Los obreros han sido sustituidos por las máquinas, los robots, en cualquier fábrica, desde las que fabrican coches hasta las que hacen cerveza o los tapones para los botellines. Ya no hay operarios manuales. Toda una gran factoría de la que salgan diariamente miles de componentes u objetos puede llevarse con un par de operarios que se dediquen exclusivamente a apretar un botoncito de vez en cuando y vigilar en unas pantallas que todo vaya según lo planificado.
Ese gran avance del siglo XX en pro de una mayor calidad de vida de la clase obrera ha llevado a la verdadera desaparición de dicha clase obrera.
Durante los últimos años se ha mantenido una reminiscencia del obrero, plasmado en unas pocas profesiones, antiguas, sí, pero necesarias también: la figura del peón agrícola, cada vez más diezmado por la aparición de más y mejores y enormemente eficaces máquinas recolectoras, cosechadoras, trilladoras, estrujadoras, transportadoras, picadoras, y yo, lo que únicamente veo son máquinas destructoras de mano de obra. Otra reminiscencia ha sido, y lo hemos comprobado recientemente, el albañil. O el minero, o el pescador. Verdaderos proletarios de nuestra era que, sin darnos cuenta, mantenían un sistema global más o menos equilibrado.
Pero aparecieron enormes buques, auténticas cosechadoras del mar, que son a la vez trilladoras del fondo marino, acaparadoras de las tres dimensiones del espacio subacuático, fábrica de conservas, conservera, mantenedora del producto y distribuidora móvil, todo en uno. Ah, el mar, territorio de todos, donde la ley es ignorada y vulnerada por unos y otros. Y con ella el sentido común, la protección del futuro.
Hemos ido en la dirección contraria.
Mientras que la población ha ido aumentando sin parar, sin límite, al mismo tiempo la demanda de mano de obra se ha reducido de modo alarmante. Cada vez somos más individuos y hay menos puestos de trabajo. Si no hay puestos de trabajo, no hay dinero para vivir, porque vivimos en la sociedad global donde todo tiene un precio. Cuesta dinero tener una vivienda, tener luz y agua corriente, vestirse tiene un precio, y no hablemos de alimentarse debidamente. Y aún no he mencionado ningún lujo, creo.
Mucho ojo, y fíjense, que he hablado de falta o escasez de puestos de trabajo, pero no de trabajo en sí. Luego volveré sobre este punto.
Pero, ¿hay recursos para todos? ¿Cuál es el límite de la madre Tierra para dar de comer a todos los hombres, mujeres y niños que habitan sobre ella? Estoy seguro que existe un cálculo sobre este dato, pero prefiero no conocerlo, y en caso de conocerlo, prefiero ignorarlo, porque seguro que lo ha calculado algún analista vidente echando mano de estadística y ponderaciones que aprovechen vaya usted a saber a quién.
Y sí, no me fío. Está la cosa para fiarse de nadie, seguro.
Siempre escuché, desde muy niño, que muere gente de hambre aquí y allá, sobre todo en Africa. Por eso no dudan en cruzar desiertos y mares con nada. ¿O debería decir sin nada? Sólo la ilusión de medrar un poco, de vivir un poco mejor, o al menos de poder llevarse un bocado al estómago cada día. Para uno de esos que se han criado con la muerte y la carestía a su alrededor, pasar horas de pie junto a un semáforo ofreciendo pañuelos de papel a cambio de unos pocos euros, eso, esa actividad, esa forma de vida, es un logro brutal. Es la primera generación de una reconquista. Y nos ganarán, porque sólo llegan los mejores.
Una evolución radical, una selección natural sin piedad, se cierne sobre nosotros. Y el miedo es que, como en toda guerra o momento crítico de selección, en el caso de los seres humanos sobrevivirá el mejor, sí, pero ¿el mejor en qué? El más cruel, el más tramposo, el menos leal, el más fuerte físicamente, el que tenga menos escrúpulos, el más animal. El menos humanizado en suma.
Y sigo, después de este interludio sobre lo que puede o no pasar, para volver a nuestros días actuales, perdonen por la ida de olla.
Hacía una diferenciación entre la escasez o ausencia de puestos de trabajo, y la existencia real de trabajo. ¡Claro que hay trabajo! ¿De dónde creen ustedes que salen todos los productos que se transportan, se venden, se compran, se fabrican, a diario?
Bien es cierto que una gran parte de la economía de Españistán se sustentaba en el ladrillo, y con la caída o explosión de la burbuja, todos esos proletarios, obreros de la construcción y tantos y tantos miles y hasta millones de puestos de trabajo, han desaparecido de la noche a la mañana.
Esto deja fuera de juego a muchas personas perfectamente hábiles y capaces.
Mientras tanto, las grandes fábricas y empresas escupen sus productos sin solución de continuidad con una bajísima tasa de empleados, a precios que cada vez menos pueden permitirse, sin darse cuenta de que colapasará su microsistema. Si no hay gente que trabaje en esa y otras fábricas, no habrá familias con dinero para comprar esos productos. Es la famosa pescadilla que se muerde la cola.
No se tiene visión de futuro, ni la más mínima capacidad de analizar y prever lo que pasará dentro de poco.
¿No pueden o no quieren o no saben? Sea como fuere, dirán algunos, eso es cosa suya. Craso error. Ya es muy grave que la fábrica no contrate mano de obra porque “no la necesita”, pero es terrible también que los pocos que se ganan la vida por sueldos ridículos y largas jornadas de trabajo lo pierdan todo cuando la factoría tenga que cerrar porque su negoción ha desaparecido, no tenga sentido, no encuentre su sitio en una sociedad mermada, afectada de una grave falta de capacidad adquisitiva.
Y ahora viene mi propuesta, que pasa por una gran barrera ideológica, mental, filosófica. La barrera es que la Empresa debe renunciar a parte de su beneficio. La Empresa siempre se negará a ello. Históricamente, antes que renunciar a su beneficio, un empresario ha ahorrado costes, ha iniciado un proceso de supereficiencia laboral, lo que significa, siempre, menos trabajadores y exigencia de mayor rendimiento en estos pocos trabajadores remanentes. Este sistema se ha demostrado, al menos en la situación global actual, no solo inviable para la Empresa misma y su propia supervivencia, sino para la sociedad en su conjunto. Abogo, pues, por una recontratación de miles y miles de trabajadores manuales, todos aquellos que ocupaban las calles y campos, en detrimento de la máquina, del robot.
¿Qué pasaría? Habría que destruir para siempre la maquinaria ladrona de puestos de trabajo. No sólo eso: hay que prohibirlas, legalmente. Hay que volver cien años atrás, no hay otro remedio. Como consecuencia, la fabricación irá más lenta, el producto será más caro. Bueno, no es tan grave, porque también se fabricará menos, y la demanda, en todo caso, es inferior.
Lo que no puede ser, oh, amigos, y ahora viene la revelación clasista, es que en todo hogar haya varios aparatos de TV de treinta y tantas pulgadas, un vehículo por carnet de conducir, climatizaciones, internetes de altísimas velocidades, canales de pago, smartfons con prestaciones inimaginables, un PC por persona y así con un larguísimo etcétera. Todo eso es prescindible, sí, hay que aprender a renunciar y, sobre todo, hay que leer, mucho. Un libro no es caro, y lo puedes pasar a otro cuando lo hayas leído. Es una magnífica forma de pasar el tiempo aprendiendo sin darte cuenta. Y salir, pasear, hacer deporte al aire libre. Disfrutar de la naturaleza, disfrutar en comunión con tu entorno, protegiéndolo y cuidándolo. Y enseñar a tus hijos el respeto por los mayores, buena educación, pasar mucho más tiempo con y por ellos.

Es por eso que cada vez tengo más rabia contra la máquina.

domingo, 28 de octubre de 2012

Viento (II)

Toda cara tiene su cruz. El yin y el yang. Los contrarios están presentes en nuestra vida, y más allá, en el Universo mismo. Todo es un equilibrio de fuerzas. No todo puede ser completamente bueno o completamente malo, y si algo lo es, tengan por seguro que pronto llegará el antónimo.

A mí no me ha tardado en esta ocasión. Les contaba hace bien poco la maravillosa tarde de kitesurf que tuve el viernes, cosa que hubiera sido imposible sin una buena ventolera.
Como consecuencia, estuve todo el sábado con la pierna izquierda más que reventada. Grandes agujetas recorrían desde el glúteo hasta el gemelo, pasando por cuádriceps y bíceps femoral, por supuesto. La derecha, bien, gracias. Lo achaco a la exigencia total de simetría que tiene este deporte, donde no ocurre como en ciclismo -ahí puede ayudar, aunque sea inconscientemente, la pierna buena a la mala-. En el cometeo la cosa está más que clara: no hay ayuda posible, la pierna trasera tiene que trabajar a saco sí o sí.
De modo que tuve que anular una pequeña expedición que tenía preparada en bici de montaña.
Pero hoy, aprovechando las muchas horas en la cama merced al cambio de horario de verano al de invierno -no entraré a valorar tamaña carajotada-, y aunque aún con el miembro dolorido, me dije que o empezaba ya a preparar la temporada ciclista, o no lo haría nunca.
Elegí cuidadosamente la ropa temiendo fallar por la leve bajada de temperatura anunciada, rellené de aire los tubulares de la flaca, y a darle caña.
Tranquilo pero seguro, suave pero consistente, inicié el camino. La meta era llegar hasta el Hotel Barceló, a la entrada de Punta. Y volver, claro está.
Los primeros diez o quince km fui peor que mal. La pierna dolía, no subía cómodamente la rodilla, tenía como atenazada la articulación de la cadera, y el dolor impedía imprimir ninguna potencia a la biela. Menos mal que llevaba el viento a favor la mayoría de la ida.
Pero a la vuelta, joder joder joderrrrrrr! Más de una vez pensé coger el celular y llamar al limitador para que viniera a recogerme. El punto más bajo de moral fue cuando llegué a la rotonda de El Paraíso en el camino de vuelta, a falta de doce km para el final. Pero, vaya, si me iba a rendir así el primer día medio serio de la temporada, ¿qué me esperaría el futuro? Había que aprovechar ese sol magnífico, me agaché cuanto pude sobre el curvado manillar italiano de carreras, y a darle al pedal.

La media de 24 km es francamente bochornosa, pero reconozco que la esperaba peor. Casi 40 km para el primer día, con mucho viento, es más de lo que yo esperaba hacer en mis planes iniciales. Así que, como colofón final, tengo que decir que estoy contento por el resultado final. Eso sí, no hay quien haya tenido narices de moverme del sofá en toda la tarde...

La ruta, fea, pero nadie dijo que hacer ciclismo de carretera fuera bonito y fácil. Todo llegará, tengo planes para este invierno.

bici

Tipo mayor sobre antigua bici de carreras, en una carrera:

Frederick High Wheel Race (by sso)

Se veía venir

SE VEÍA VENIR from ShowU on Vimeo.

Pista

evilvision:

Richie’s track bike - canon 5dmk2 w/ 135mm f/2.0l

Hot Ride (by J Bosley)



CTH_5755.JPG (by Velorazzi)

Herne Hill South East Championships / Wiggins Sunday (by TokyoFixedGear.com)

El viento

Ya hablé en anteriores entradas sobre el viento y sus peculiaridades.
Como supongo ya saben, estoy en trance de aprender a dominar el deporte/arte del kitesurf.
Ahora mientras escucho por los auriculares una versión remezclada de ese fantástico tema llamado "Starla", de los primeros Smashing Pumpkins, les contaré un poco de mi tarde de ayer, viernes.
Pero primero aclararé que esto de la cometa es una mezcla curiosa de disciplinas, y en su práctica se mezclan en mayor o menor proporción el snowboard, el surf, el windsurf y el wakeboard. Y es, igual que esas disciplinas, uno de esas extrañas aficiones que, bien hechas, son bellas de ver, además de practicar.
Pero no es fácil, o no tan fácil como pareciera a primera vista para alguien que ha hecho sus pinitos en otros deportes de riesgo, y ha probado todo tipo de artes del deslizamiento sobre agua, nieve y asfalto.
Hace un mes o mes y medio logré ir y volver al punto de partida, a ceñir y navegar con naturalidad tanto a la derecha como a la izquierda. El siguiente paso es aprender a girar, cambiar el sentido de la navegación sin perder el equilibrio y caer al agua. Ayer lo logré. Varias veces. La felicidad es en mí, porque fue realmente el primer día que me lo propuse y voilá.
Cierto es que las condiciones eran un poco duras. El día con mayor oleaje desde que he empezado en esto de la cometa. Los primeros quince o veinte metros en la orilla eran pura espuma, y a partir de ahí las olas rompían un poco violentamente, y algunas sobrepasaban mi altura -lo que acojonaba un poco-. Pero hay que estar, joder, hay que estar.
El viento fue de menos a mas, y si al principio hacía unos 10 u 11 nudos, suficiente para mover mi peso con la cometa de 12 metros, llegó a alcanzar los 20 nudos, momento en que, dos horas después de empezar a mojarme, decidí dar por terminada la sesión. Alguna racha de 25 nudos me llevó catapultado por los aires de forma desastrosa, incluso salvaje. Se me cayó la cometa inevitablemente al agua, perdí la tabla dos veces, y pegué tres o cuatro leches cojonudas, en serio, brutales. Menos mal que el agua absorve los golpes y yo aguanto bien la respiración, aún ando bien de apnea.
En un momento dado tuve que salir a descansar y analizar un par de cuestiones técnicas. Decidí frenar un poco la cometa -acto mediante el cual, acortando dos de las cuatro líneas que manejan el ala, se impide que caze tanto viento-, y a partir de ahí me dediqué a hacer bordos cortos y a girar una y otra vez, a practicar el cambio de dirección. Y salió. Y otra, y otra vez más. Y cuando me metía mar adentro a toda velocidad saltaba involutariamente simplemente por el tamaño mismo de las olas. Y a la vuelta hacia la orilla las venía surfeando, y cortaba y recortaba a toda velocidad y planeaba paralelo a la orilla hasta que notaba que la quilla rozaba la arena. De locos.

El kitesurf comparte con el surf y el windsurf el que no lo puedes practicar cuando quieres. Ni tampoco cuando puedes. Sólo si se dan ciertas condiciones. Así, uno puede estar diez, quince, veinte días sin tocar la playa. O yendo inútilmente para volver triste y lentamente al coche a guardar todo el material.
Puede hacer poco viento, o demasiado, o haber tormenta, o estar la playa plagada de domingueros, o, como también me ha pasado, no haber nadie.

Luego está la peculiaridad del viento, esa fuerza enigmática y poderosísima. Uno no es consciente de la potencia de Eolo hasta que sale catapultado, literalmente. Ya me pasó hace dos décadas con el windsurf y las primeras enganchadas con el arnés. Pero con el kitesurf lo estoy viviendo más intensamente. Uno se esmera y se empeña en controlar varias cosas a la vez, y se acumula el trabajo, en serio: en qué posición llevo la barra -demasiado o poco cazada-, dónde se encuentra la cometa -muy arriba, muy abajo, se me cae, se me cambia de ventana-, hacia dónde dirijo la tabla, y cómo, y si clavo bien el canto o si a lo mejor debo derivar un poco más para coger velocidad; y ahora, cuidado, viene otro cometero de frente -quién tiene la preferencia, cómo debo actuar, será novato como yo o tendrá la habilidad de esquivar o reaccionar ante una metedura de pata mía-. Y de repente una ola que no habías visto te rompe en la cara y te vas al carajo...

La tabla queda quince metros por detrás de tu posición, y el viento te empuja hacia la orilla, por no hablar de las olas de metro y medio rompiéndote encima. Hay que hacer bodydrag para recuperarla, y ayer no era fácil. Pero lo hice, no queda otra.

Y a empezar otra vez, y otra. Y notas el poder, la tensión en las líneas, aprendes las reacciones de la cometa a tus movimientos con la barra. De pronto te das cuenta que ya apenas miras la cometa más que en momentos puntuales, y que la mueves con naturalidad. Y que te asustas menos del choppy y de la velocidad, y que esperas una buena ola para lanzarte a por ella...  Diosssssss, la locura.

Para que quede constancia, el Gurú del Viento, el Hombre que Susurra a las Cometas, tomó un par de diaporamas positivados en los que salgo. En el primero soy el de la izquierda, cometa verde. En el segundo, se aprecia una cometilla justo en medio de la foto:

Así da gusto, eramos cuatro gatos, pero bien avenidos.

Un lujo.

sábado, 27 de octubre de 2012

flipa!

Harley

Aunque no lo parezca, esto es una Sportster:











jueves, 25 de octubre de 2012

kit completo

mbikes:

Motorcycle bike rack: hahah I cracked up when I saw this parked in my works parking lot

Like a boss.

El surf

Oh, el surf.
Desde chico uno veía esas pelis fantásticas de Hollywood, con tipos rubios y tías buenas, cabalgando olas.
¡Maravilloso!

Pero claro, tienen que darse las condiciones. Uno busca sustitutos: windsurf, skateboard, mtb, moto, coche, tías...

Pero no, no es igual. Un día descubres el bodyboard, esas tablas recortadas que sirven para pillar olas acostado, y pillas todas las olas orilleras de la costa de Huelva, desde Matalascañas hasta Ayamonte. Y si no hay olas te las inventas.
Un buen fin de semana vas con unos amigos al Palmar, y robas montones de olas a los surferitos locales. Era invierno, y recuerdo que nos pusimos neoprenos de submarinismo y estuvimos jugando con unos fusiles de cazasub. Se me disparó uno y casi atravesé el pie de David... ¡momentazo!
El Palmar. La meca surfera de la Costa Sur. No hay olas como las de allí. O te vas al Norte, mil kilómetros, o a Portugal, con sus frías aguas y fondos rocosos y hospitales lamentables y carreteras terribles. Y portuguesas con bigote.

El Palmar, cuna de porretas, influida por la cercanía de Bolonia, Tarifa, Los Caños, Roche... orgía y desenfreno, porno para surfers.

Ya no se puede ir al Palmar, por lo que veo y leo. Hace años que no piso su arena, pero tengo entendido que hay que sacar número para acercarte mínimamente a la cresta, a la rompiente. Yo es que eso de estar más tiempo esperando que otra cosa, ahí metido en el agua, a verlas venir, como que no.

Pero el surf es más que ir a una playa a coger olas. Algunos dicen que el surf es un estado de la mente -state of mind-, algo que se aplica a muchas otras actividades y que no sé, la verdad, si tiene relación con el cuelgue que dan las setas o qué.

El caso es que últimamente yo me lo estaba pensando de nuevo, pillarme una tablita y aprender un poco. Buscar recónditos spots y disfrutar en casi soledad. Un par de amigos escogidos, mis niños -que han aprendido este año con una facilidad pasmosa-, mi titi... en fin, lo justo y necesario, que ya peino canas y no tengo que buscar El Gran Miércoles para disfrutar. Soy de fácil conformar.

Y entonces encuentro esto que a continuación relato, a plena portada, en la luz cegadora de un día de verano, en difusión de tabloide amarilleante, sin pudor ninguno y lo que es más: impunemente. Recibo como patada en la boca del estómago la noticia de que Jesulín, la Campa y la Jesulina aprenden a hacer surf en las playas de Cádiz.

La prueba en forma de positivización a color:



El acabose. Por ahí no paso. Se me escapa por entre la alopecia la idea de surfear ya. No puedo, no quiero compartir, no quiero tener nada que ver con esto, es demasié.
Por lo demás, ¿qué hace ese móvil entre los muslos blanquecinos de la Maricampa? Vibrador playero.
Seguiré con la cometa, evolución postmoderna de este bello deporte/arte, no me imagino a estos personajes con un arnés surcando el mar...

No todo está perdido, al menos cuando uno ve cosas como:

todas

Es que me gustan todas. Con la edad, con mi ascenso en la escala de vejez, se aprende a ver las cosas, todas las cosas, con otra perspectiva.
Me vuelvo más reflexivo, más tranquilo, me tomo mi tiempo para observar, pensar, adoptar decisiones. Trato de no emitir juicios de valor, simplemente miro y veo. Pausado, estudio, a menudo analizo, no me dejo arrastrar. Eso yo no era capaz de hacerlo antes.
¿Cuando se produjo el cambio? No lo sé. De repente soy consciente de tal, lo que no quiere decir que no lleve tiempo así. Decido ahora plasmarlo con estas breves líneas.
Igual que me gustan las mujeres, prácticamente todas, también me gustan las motos, prácticamente todas. Claro que hay excepciones. Por ejemplo, la mayoría de las BMW son como las gordas: lo tienen todo para satisfacerte, pero ningún lujo, como los serranitos, como la clase media...




The Pilot… (par southcount)
El piloto. ¿Me veré así?



widecool:

Yellow evoluzione

cafetracer:

The Paragon cafe racer by Richard Worsham

gibsart:

John Surtees, MV Agusta 500
Jon Surtees, MV Agsta 500. Unico piloto campeón de 500 y de F1 en la historia.

Bueno, ya está bien, no quiero aburrir. Yo seguiría poniendo miles de pictogramas...

martes, 23 de octubre de 2012

Fatty Boom Boom

Verdaderamente impagable e impactante. Nueva estética, nuevo estilo, radical y dejà vue a partes iguales, simpático, extraño, similar, ... todo ello y mucho más:

cita:

Déjalo ir o sé arrastrado.

Proverbio zen

lunes, 22 de octubre de 2012

sin excusas

Uno ve cosas como ésta y piensa que, la verdad, no hay excusas cuando de verdad se desea algo:

de lo que se trata

domingo, 21 de octubre de 2012

Los mártires

Busquen, si tienen interés, la historia de San Serván y San Germán. Yo no estoy dispuesto a ponérselo fácil, la verdad, fuera aparte que sea un tema histórico/mítico que poco me interesa.
Allende en la tierra de mis ancestros, de donde mi sangre procede, estuve este fin de semana, disfrutando de unos días en familia con unos amigos.
En una casa que fue rehecha prácticamente desde los cimientos hace pocos años, y que poco a poco, debido al abandono, volverá a autodestruirse con la ayuda del tiempo y los elementos, pasamos las horas magníficamente, pues la vivienda, al estilo de las grandes casas de pueblo extremeñas, es enorme en el tamaño de salón y habitaciones, y dispone de patio trasero e incluso corral. O sea, sitio es lo que sobra allí.
Con los sucesivos viajes de los tres hermanos que somos, poco a poco la hemos ido acondicionando para estos viajes relámpago de fin de semana, con cosas que nos facilitan y hacen atractiva la estancia, como una buena barabacoa, mesas y sillas a tutiplén, una segunda tv para que los niños jueguen un rato a la Wii, y tal y cual.
En el camino de ida paramos en Monesterio a comprar carne de cerdo ibérico de pata negra auténtica. Solomillo, presa y lomo, para la barbacoa y la plancha. ¡Simplemente espectacular!

El sábado nos levantamos cuando el cuerpo nos lo pidió, desayunamos tranquilamente, y luego subimos entre una espesa niebla hasta la sierra -pequeña montaña- que limita por el Norte con el Pueblo, para hacer la oportuna visita y expedición a la conocida como "piedra resbaliza": una losa inclinada y pulida por el culo de miles de arroyanos y visitantes durante los siglos, y que oficia de tobogán natural:



Pues sí, no es gran cosa, pero llegar hasta allí es lo más interesante. Como digo a mis más allegados, el camino es lo importante. No obstante, los críos no dudan en tirarse una y cien veces... y algunos mayores también, que casi he destrozado los vaqueros!!

En fin, camino de vuelta, barbacoa con un día cojonudo después de levantarse la niebla, que acabó tal que así:
Tarrta casera de galletas y chocolate, café au lait, y Legendario con limón a mansalva
Buena compañía, risas, comentarios, alegrías, visitas a familiares... las cosas propias de los viajes a Arroyo.

El domingo me levanté con ganas de más ejercicio, conque animé a todos los demás a coronar la cima de la montaña hasta llegar a donde se encuadran un montón de antenas enormes. Se creó hace tiempo una pista que serpentea en giros de 180 grados para permitir a los de mantenimiento acceder a tan inhóspito lugar.
Decir que los otros tres adultos que venían se dieron la vuelta en los primeros cuatrocientos metros. Yo, en cambio, decidí llegar al final. Me acompañaron los tres niños en la expedición:

Pepe descubriendo, maravillado, la hermosura de la naturaleza
Cerca de la cima. Arroyo de San Serván al fondo.
Desenfocado y con bruma mañanera, al fondo está Mérida.
Se me olvidó encender el Endomondo en la subida, pero lo utilicé en la bajada para saber cuánto y cómo, y este es el resultado:

Use it!

jueves, 18 de octubre de 2012

Reborn: la fuerza del viento

Hace unos días estuve en la playa con los críos, pequeños que cuervos que igual que me quitan la energía igualmente me dan vida. Les estuve montando unas cometas, y entre pitos y flautas tardé más de la cuenta en meterme en el agua con la mía.
Se me pasó la mejor racha de viento, y me costó encontrar mi lugar entre el oleaje orillero para ir y volver sin problemas.
Un domingo sigue siendo un domingo, y si entre semana en condiciones propicias de rasca podemos ser cuatro o cinco cometeros en La Canaleta, el fin de semana lo multiplica por cuatro.
Hoy por hoy ya no es eso un problema o causa de preocupación para mí, porque empiezo a defenderme sobre la tabla.
Inesperadamente, la cosa empezó a funcionar sobre las siete de la tarde, un poco tarde valga la redundancia. De modo que me pegué unos cuantos largos disfrutables, aprendiendo a dar la vuelta sin caerme, quemando etapas, subiendo escalones. No me cercioré de Manu en la orilla tomando instantáneas con su pequeña cámara a pilas...
Deben perdonar la calidad, pero entre el viento, el movimiento del sujeto a inmortalizar, y la calidad misma del aparato empleado -Canon PowerShot A410, 3.2 megapixels-, esto es lo máximo que pudo hacer:

A punto de arrancar
Arrancando
Enfilando pa dentro, clavando canto
De vuelta
¿Quién me lo iba a decir a mí, que a estas alturas de mi vida iba a aprender algo nuevo?
El kitesurf es algo bello. Puede ser salvaje, y también light. El hecho de controlar la potencia -que puede ser brutal- de una cometa tan grandota a través de una barra y un arnés, el equilibrio sobre la pequeña tabla, la lucha constante por ganarle terreno al viento, el surfeo de las olas, el salto, la curva, la estela que dejas en el agua, el abanico de salpicaduras que levantas...
Es emocionante, de verdad, te hace sentir vivo.

Vivo.

Post scriptum: ¡gracias, Manu!

visiones





iShot

miércoles, 17 de octubre de 2012

Bello


Uno de los patrocinadores y el reloj, impresionantemente bello, que por supuesto se llama "Stratos":

Fixie!!!

La moda de las fixies lleva ya un tiempo entre nosotros, aunque aquí abajo sea algo extraño y muy rarísimo de ver.
Como siempre pasa con estas cosas, Barcelona se lleva la palma, y pueden verse por sus calle verdaderas maravillas que poco tienen que envidiar a las virguerías estéticas que pululan por Londres o NY.

Españistán siempre ha ido a remolque con las modos, y una o dos temporadas de retraso son necesarias para que las cosas lleguen. Pero hoy día, con internet al alcance de nuestros dedos, constantemente actualizados desde el gayfón o dispositivo análogo, los tiempos se reducen, las distancias se acortan, las modas son globales, y los intereses casi también.

De modo que por mi mente ha pasado alguna vez la idea de hacerme de una bici de pista reconvertida a callejera impenitente. O viceversa.
Pero antes de dar el paso me he informado, he investigado los orígenes, los porqués, los pros y los contras. Y no es difícil darse cuenta de lo suicida que puede llegar a ser tal actividad: circular por la vía pública con una bici sin frenos, en la que no puedes dejar de pedalear, tiene tantos imponderables, pueden ocurrir tantas cosas que mejor prefiero ni pensarlo. Es de locos, verdaderamente.
El piñón fijo tiene un único objetivo: mínimo peso y máxima eficiencia en el pedaleo. Con una línea de cadena perfecta y el desarrollo adecuado, es la mejor forma de no perder vatios de potencia y maximizar la duración de los componentes sujetos a desgaste. Eso, para una pista ovalada de madera con grandes peraltes en sus dos curvas, puede ser lo ideal. Para circular alegremente por la calle, definitivamente, es una jodida locura propia de una mente perturbada.

En fin, que mi colega Antoñito Monkey -no me pregunten el porqué del apelativo, nunca lo supe, y a estas alturas ya importa poco-, un apasionado de la bicicleta, se ha comprado una. Vale, es una de baja estofa, pero nadie se va a gastar una pasta en algo para probar y que luego resulte rana, ¿no?
No sé ni la marca, pero tampoco me quita el sueño, la verdad. La fixie es lo que es: un cuadro, un par de ruedas, un manillar y unas bielas que siempre te empujan para adelante, tanto como tú las empujes a ellas.


El objeto en cuestión
Obsérvese la ausencia de sistemas de seguridad para la detención del vehículo. Bueno, pasemos ahora a las sensaciones que proporcionó el montarse en ello.
El problema principal no está en arrancar, sino en parar. Las bielas siguen girando mientras la rueda trasera lo haga, y en verdad, es tan sencillo como levantar las piernas y quitar los pies de los pedales, pero eso tan sencillo que aun niño pequeño le sale sin querer, a mí, que llevo décadas montando en bicis "normales", me costó dilucidarlo.
Un simple gesto como girar en redondo en una calle puede tornarse en algo complicado si tienes que sincronizar el pedaleo y teniendo cuidado de no tocar con ellos en el suelo al tumbarte. Bueno, eso puede venir de unas bielas demasiado largas para este tipo de bici, que suelen llevar longitudes inferiores a 165 mm, y no los 175 habituales.
No quiero ni pensar en parar ante un imprevisto -un perro que se cruza, un bache, una pelota seguida de un niño, un semáforo que se torna rojo cuando vas lanzado...-, que en una bici de éstas se puede convertir en causa casi segura de revolcón y heridas y contusiones varias. Madre mía.
Hay que cambiar la técnica: no se frena o para, sino que se esquiva y punto.

En resumen, no es bici para viejos, y creo que con eso lo digo todo.

martes, 16 de octubre de 2012

domingo, 7 de octubre de 2012

Intensidad

El viernes, como predije en la entrada del jueves, pude hacer un poco de kiteboarding tras casi tres semanas de sequía. Fue uno de esos días raros de viento asurado, más bien Sur-Sureste, lo que significa en Punta Umbría que entra por la izquierda, aunque sigue siendo un viento on-shore, y por tanto todo lo contrario a lo habitual -que es Poniente-. Bueno, da igual, a tirar para la izquierda, al revés, con el pie malo delante... hay que dominar ambos sentidos, es lo que hay. Eso es bonito, siempre me han gustado los deportes simétricos, e incluso jugando a fútbol me esforzaba o me daba igual darle con la zurda que con la diestra. Por ello nunca me han llegado a atraer de verdad otros juegos como el tenis, el golf y tal y cual.
Hizo un buen viento para mi situación de perfeccionamiento, pero había oleaje y mar de fondo, y una intensa corriente que dificultaba mucho volver al sitio de salida. Bah, detalles...
Aprendí, siempre aprendo algo. Se me cayó la cometa una vez por ahí dentro, a cincuenta metros de la orilla. Es la primera vez que me ocurre. Pero la saqué fácil. Guay.
También en una desafortunada maniobra se me salió la tabla de los pies y tuve que hacer lo que se llama un "rescate". También era la primera vez, y aunque sabía la teoría y mi monitor, a quien cariñosamente llamo "el hombre que susurra a las cometas", me lo ha explicado un par de veces, una cosa es eso y otra muy distinta que te ocurra en medio de ninguna parte, sin nadie a tu lado para orientarte o ayudarte, con la tabla a quince metros en contra del viento, y una fuerte corriente de cuatro nudos alejándola de tí. Pero me salió perfecto y a la primera, quizá en gran parte a la sangre fría y tranquilidad que vengo desarrollando de un tiempo a esta parte.
En resumen, un remojón guay, intenso, hice catorce o quince largos y estuve casi dos horas en el agua disfrutando.

Hoy, tras una jornada fantástica ayer con fiesta al borde el río Guadalquivir incluida, he pasado la tarde en familia en la playa. Ha hecho un día genial, y mis retoños y yo hemos cogido olas hasta aburrirnos.

Un fin de semana intenso, bonito, especial en muchos sentidos.

Pero para intenso, intenso de verdad, esta toma en blanco y negro que he econtrado en uno de los blogs que sigo habitualmente:

sometimes-now:

Dallas, intense.
Dallas, intenso.
PD: todo esto lo he escrito del tirón mientras escucho el último trabajo de Muse, un fiera, un fenómeno, llamado "The 2nd Law". Es un conjunto magnífico de temas espectaculares, brutales a veces, calmos en otras ocasiones, pero siempre con intensidad, con tensión. Sin duda, Mathew Bellamy está MUY vivo. Pero que muy.

jueves, 4 de octubre de 2012

Conquistar

youbroketheinternet:

this reminds me of the things I’m going to conquer and experience this year #Explore

Esta foto me recuerda a las cosas que quiero conquistar y experimentar este año, esta temporada. Es curioso, uno tiene una vaga idea, algo demasiado abastracto para explicarlo, o al menos muy difícil de hacer sobrio. Y de repente, navegando en la red veo esta fantástica toma instantánea y es como una plasmación, como una materialización, como una predestinación que yo lo viera en este preciso momento.
Flipo.
Sí, lo sé.

Grandes

waxwane:

William S. Burroughs
(via The Beat Generation – A Culture of Crisscross)
William S. Burroughs