jueves, 25 de octubre de 2012

El surf

Oh, el surf.
Desde chico uno veía esas pelis fantásticas de Hollywood, con tipos rubios y tías buenas, cabalgando olas.
¡Maravilloso!

Pero claro, tienen que darse las condiciones. Uno busca sustitutos: windsurf, skateboard, mtb, moto, coche, tías...

Pero no, no es igual. Un día descubres el bodyboard, esas tablas recortadas que sirven para pillar olas acostado, y pillas todas las olas orilleras de la costa de Huelva, desde Matalascañas hasta Ayamonte. Y si no hay olas te las inventas.
Un buen fin de semana vas con unos amigos al Palmar, y robas montones de olas a los surferitos locales. Era invierno, y recuerdo que nos pusimos neoprenos de submarinismo y estuvimos jugando con unos fusiles de cazasub. Se me disparó uno y casi atravesé el pie de David... ¡momentazo!
El Palmar. La meca surfera de la Costa Sur. No hay olas como las de allí. O te vas al Norte, mil kilómetros, o a Portugal, con sus frías aguas y fondos rocosos y hospitales lamentables y carreteras terribles. Y portuguesas con bigote.

El Palmar, cuna de porretas, influida por la cercanía de Bolonia, Tarifa, Los Caños, Roche... orgía y desenfreno, porno para surfers.

Ya no se puede ir al Palmar, por lo que veo y leo. Hace años que no piso su arena, pero tengo entendido que hay que sacar número para acercarte mínimamente a la cresta, a la rompiente. Yo es que eso de estar más tiempo esperando que otra cosa, ahí metido en el agua, a verlas venir, como que no.

Pero el surf es más que ir a una playa a coger olas. Algunos dicen que el surf es un estado de la mente -state of mind-, algo que se aplica a muchas otras actividades y que no sé, la verdad, si tiene relación con el cuelgue que dan las setas o qué.

El caso es que últimamente yo me lo estaba pensando de nuevo, pillarme una tablita y aprender un poco. Buscar recónditos spots y disfrutar en casi soledad. Un par de amigos escogidos, mis niños -que han aprendido este año con una facilidad pasmosa-, mi titi... en fin, lo justo y necesario, que ya peino canas y no tengo que buscar El Gran Miércoles para disfrutar. Soy de fácil conformar.

Y entonces encuentro esto que a continuación relato, a plena portada, en la luz cegadora de un día de verano, en difusión de tabloide amarilleante, sin pudor ninguno y lo que es más: impunemente. Recibo como patada en la boca del estómago la noticia de que Jesulín, la Campa y la Jesulina aprenden a hacer surf en las playas de Cádiz.

La prueba en forma de positivización a color:



El acabose. Por ahí no paso. Se me escapa por entre la alopecia la idea de surfear ya. No puedo, no quiero compartir, no quiero tener nada que ver con esto, es demasié.
Por lo demás, ¿qué hace ese móvil entre los muslos blanquecinos de la Maricampa? Vibrador playero.
Seguiré con la cometa, evolución postmoderna de este bello deporte/arte, no me imagino a estos personajes con un arnés surcando el mar...

No todo está perdido, al menos cuando uno ve cosas como:

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