Siete días sin surfear. Anoche me desperté varias veces, y todo por la previsión de viento para hoy.
Cuando me he levantado esta mañana, una camiseta, unas bermudas y unas chanclas han sido más que suficientes, y han corroborado mi ánimo acuático-surfer. Pero desolado comprobé que de 15 nudos, nada de nada. La cosa no llegaba a cuatro...
Una pena.
En fin, el visionado del último capítulo de Breaking Bad me fue cambiando la forma de ver la cosa, mi ánimo fue tornando a otro color.
Hasta que, sobre las 14 horas, comprobé que había 13-14 nudos. Cogí los bártulos y tiré para Punta Umbría, pero como no había nadie en mi spot habitual, me dirigí al más cercano: El Portil, donde había seis o siete navegando. Era mi primera vez en aguas planas, y la cosa tiene su punto, pero desgraciadamente en El Portil, por la configuración geofísica, suele haber hasta tres o cuatro nudos menos que en La Canaleta, por lo que era insuficiente para el mayor goce de mi equipo.
Así y todo, una vez allí tenía que probar... con resultado desastroso en principio.
Salí y mantuve la cometa en alto, observando las condiciones, mientras otros cometeros iban y venían con mayor o menor fortuna.
Al rato me dije que, ya que había decidido retrasar inevitablemente el almuerzo, y ya que estaba mojado, había que probar de nuevo. Había una intuición ahí, había una corazonada. Vale, soy nuevo en esto, pero no podía ser tan torpe como para no poder deslizarme mínimamente cuando había varios haciéndolo con el mismo tipo de material.
Me metí en el agua -oh, maravilla de las maravillas el no tener que bregar con el rompeolas-, y remando a lo bestia conseguí transportarme sin hundirme demasiado hasta que, aleluya, a mitad de la ría la fuerza del viento era un poco más fuerte y conseguí planear sin problemas!!!!
Me pude pegar ocho o diez largos buenos, en algunos con buena velocidad, y giré varias veces sin caerme. Bien. Pero el viento bajó y a trancas y barrancas volví a la orilla no muy lejos de donde partí.
Pero no era de mi nueva experiencia con la cometa de lo que yo les quería hablar, no.
Hay un término que se emplea en el surf: "soul surfer". Un soul surfer es aquel que practica el surf no para competir, ni para hacerse la foto más bonita, ni para ver si coge la ola más grande o hace el tubo más largo. No. Un soul surfer llega a una comunión entre habilidad y océano, entre tabla y mente, una mezcla de amor y técnica. Un poco de pasar de todo y hacer del surf un camino, no una meta. Porque el camino es lo que importa.
Algunos dicen que el surf es un estado de la mente. Bueno, no creo que sea para tanto, pero hay algo de eso en muchos de nosotros y las actividades que practicamos.
Aplicado al ciclismo es eso exactamente la manera en que yo lo veo y lo practico. Desarrollo mi actividad sin plantearme metas, por el simple placer de disfrutar de esa maravillosa máquina que es la bicicleta, mayormente la de montaña. Lo que no quita que también disfrute de la flaca, que lo hago, pero es un rollo un poco diferente.
A menudo salgo con la bici sin hacer un planteamiento del recorrido, y no me importa dar giros y requiebros si descubro un sendero escondido, y voy alternando caminos y pistas o trialeras en función de lo que me pida el cuerpo. No aguanto los piques absurdos en los que en verdad no hay nada que demostrar. No aguanto el fanfarroneo, no aguanto el masmolismo acerca del último tornillo de titanio o aluminijo anodizado en absurdos colores, no aguanto por lo general la compañía porque, tristemente, conozco a pocos o ningún soul cyclist.
Me encanta la idea de coger una mochila y la burricleta, y hacer un rutón de un día, incluso dos o tres, sin destino ni plan definido, parar a comer un bocata tranquilamente, montar la tienda de campaña cuando esté harto o cansado, y disfrutar de la soledad buscada o de la sincera amistad cuando es lo que apetece.
Y en esas elucubraciones andaba yo cuando, casi al inicio de mi rutilla de ayer, viernes, me crucé con Dani, quien me reconoció. Yo a él no le reconocí, más que nada porque voy tan a mi bola que ni siquiera me fijo en quien me cruzo, o adelanto, o me adelanta. Es que me da absolutamente igual. Pero hizo bien en saludarme. Nos paramos, ambos dimos la vuelta y nos estrechamos la mano.
Le vendí a Dani mi cuadro SX Trail hace poco, y de hecho iba con la bici que se ha montado con él. Dani vive en Aljaraque, de donde parten el 95% de mis aventuras off-road, de modo que conoce bien a fondo la zona. Así que nos encaminamos juntos en busca de los singletracks que tanto nos gustan, huyendo de pisteo puerco. Yo le quise enseñar un senderito que descubrí el mes pasado... incauto de mí. Por supuesto que ya lo conocía, y no solo eso sino que me llamó la atención sobre otro par de ellos en las inmediaciones del primero. La ruta fue magnífica, a un ritmo tranquilo entre tramos especiales y tramos especiales, suficientemente tranquilo como para poder ir charlando de todo tipo de cosas.
Me enseñó una bajadita muy guay, pero lo mejor fue un sendero de un kilómetro y medio, el más largo que he visto en la zona. MAGNÍFICO, en ligerísima bajada, con curvas de todo tipo entre árboles, con el suelo perfecto por las últiimas lluvias. Además me señaló la ubicación de otro más como una variante, que lo tengo grabado en la cabeza para la próxima ruta.