No, no quiero saber nada de los chanchullos y enjuagues varios que, estoy seguro y convencido, han tenido que suceder para que Dos Hermanas tenga su propio hipódromo. Algo destinado a un deporte tan elitista como las carreras de caballos, afición que en esta parte del planeta tiene poca tradición, o ninguna; la cantidad de terreno ocupado y el dineral invertido que jamás será amortizado -amén de cuestionar, por supuesto, si de lo público se tiene que financiar o siquiera facilitar algo así-, son sólo algunas de las cosas que me vienen a la cabeza cuando he entrado hoy allí.
Esta mañana abandoné la idea de practicar el bicimontañismo debido a unas molestias estomacales, y decidí acompañar a mi cuñado y varios sobrinitos y sobrinitas, amén de mis propios cuervos, para presenciar un par de mangas:
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Presentación de los contendientes para que los vea el público de cerca |
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Vista con gran angular electrónico trucado |
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Momento emocionante de la llegada a meta |
Poco más que añadir a tan trasnochado evento. No vi tocados estravagantes, ni damas de alta alcurnia, ni glamour, ni apuestas millonarias. Una vez vistas un par de carreras, ya las has visto todas.
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