Como la cabra tira al monte, nunca mejor dicho, llevo bastante tiempo dando vueltas a hacerme con una moto campera. Desde que vendí mi KTM 690, y compré la Tiger 955i, nada ha sido igual. La capacidad off-road de esta última es escasa, uno se la juega casi constantemente si te sales de una pista ancha en buen estado, y ese no es mi concepto de ir por el campo.
Quiero algo que no me haga sufrir levantando la bicha del suelo si se cae, y que la factura de la reparación no sea prohibitiva. Algo fácil, con buenas suspensiones y bajo peso, con potencia controlable, mantenimiento fácil. Y barata, claro.
Así que estuve muchos meses ahorrando poquito a poquito, cosa que me cuesta mucho porque la vida últimamente, nuestra situación familiar, con un niño opositando, y el otro estudiando un máster fuera de casa en una universidad de pago (madre mía, vaya ruina), se ha puesto un pelín cuesta arriba... Pero ya se sabe, uno se priva de esto y de aquello, antepone prioridades, y si de verdad lo quieres, al final acabas por conseguirlo, sólo hace falta tiempo, paciencia, y rigor.
De modo que cuando tuve preparada la cantidad pensada, comencé a seleccionar posible candidatas, todas ellas con bastantes años a cuestas, de kilometraje, mantenimiento y número de dueños inciertos. Tenían que cumplir varios requisitos, los más importantes el precio reducido (que a la postre condicionaría todo lo demás), el motor monocilíndrico, y no importaba que fuera moto de campo sin concesiones. La favorita era la Honda XR400R, a mi modo de ver más apetecible que su hermana mayor, la XR600, por ser más ligera y un poco menos potente, menos bruta. Además estéticamente me gusta más. La ligereza es otro de los requisitos que tenía en mente, quería algo más liviano que mi exKTM, lo que casi reducía el abanico a motos de enduro puro. Pero no adelantemos acontecimientos.
La XR400, su hermana la XR600 (aunque es muy difícil encontar alguna en buen estado, son muchos años y muchas batallas las que han luchado esas máquinas, normalmente con dueños descuidados y cafres), KTM 450, 525, 625 y 6240 (por lo general muy curradas todas ellas, trasteadas, con mantenimientos demasiado inciertos, y motores con cierta propensión a sufrir averías, esto último no me importaba demasiado dadas mis inclinaciones mecánicas...), Yamaha WR450 y 250... ese era el perfil de motos que buscaba.
Salían cosas que prometían, pero volaban. Lo que tiene buena pinta y buen precio suele durar poco a la venta. Así perdí algunas oportunidades, como una WR450 2008 con chasis de aluminio en Huelva, o esta WR250 en Santa Ana la Real:
Pero nunca hay que desfallecer. Pasé una época en que lo que más me atraía era la WR450, y por precio y características, el modelo 2006 era el que más se ajustaba a mis pretensiones, de modo que me lié la manta a la cabeza y con el bolsillo lleno de dinero y una furgoneta prestada me planté en Facinas, al lado de Tarifa (280 km, ida y vuelta fueron 560 km), para ver y probar esta máquina, que pintaba muy bien sobre el papel:
Pero fue un chasco mayúsculo: la moto hacía ocho meses que no la usaba el dueño, llena de barro, sin batería, el cableado destrozado, el faro se caía... y costó horrores arrancarla para que se apagara a los tres o cuatro segundos. Tenía muchísimo trabajo por delante, una empresa arriesgada que no auguraba nada nuevo. Tiempo y dinero perdido, me costó un día de vacaciones, tener que pedir el favor de la furgoneta a mi amigo Antonio L.A. (gracias una vez más!!), y gasóil y limpieza de la misma.
Mientras tanto, estaba en conversaciones con el dueño de una XR400 en la provincia de Sevilla, con quien hablé y me mandó unos videos y más fotos por wasap, y le dije que iba el día siguiente a verla, y me salió con que la moto no arrancaba bien y la iba a llevar a su mecánico para una puesta a punto. La moto no era la más barata, pero sí lo que yo quería por lo demás, de modo que estaba dispuesto a hacer un esfuerzo por conseguirla. Pacientemente esperé a que contactara conmigo tras la puesta a punto, a lo que se comprometió.
Tres semanas más tarde tuve un fin de semana completito, pues el sábado me acerqué hasta Paymogo para probar esta WR250F:
Un joven muy majo me dio todo tipo de explicaciones, arrancó a la primera, y me di una vuelta... decepcionante. La moto estaba bien, se veía entera y tenía todas la piezas originales en una caja, pero el motor tiene muy poca chicha, muy poca. Hay que llevarla muy revolucionada para que ande, y eso que llevaba un desarrollo acortado. Nada, al menos sirvió para saber que la 250 no era mi moto, porque yo quiero, necesito, algo con buen par, para llevarla a bajo régimen, con buen golpe de gas, sin estrés, y precisamente eso es lo que tiene la moto que probé al día siguiente en Valverde:
Sí, una Yamaha TT600R de 1999 con pocos km, roja (muy chula), que arranqué al segundo intento, pero sin ITV vigente (la última la pasó en 2016), y además iba a ser difícil pasarla, aunque el dueño decía lo contrario, al tener el faro con una raja que cruzaba todo el cristal. Una pena, porque estaba bien de precio, y era justo lo que yo quería. La noté más ligera de lo que yo pensaba, y muy campera.
Ese mismo domingo, casi tirando la toalla, y aún esperando a que estuviera a punto la XR400 de Castilblanco de los Arroyos, encontré otra TT600R, de 2001, azul, en Aracena, que cuadraba por precio y estado, y además, oh casualidad, resulta que conozco al dueño.
Me acerqué con el limitador, el dinero, y casco y cazadora, pero con tan mala fortuna que tras arrancarla yo mismo a la tercera o cuarta patada, dando una vuelta para probarla, al llegar a un cruce se paró cuando cogí el embrague (le quité el estrangulador demasiado pronto), y yo no fuimos capaz de arrancarla, tras tres cuartos de hora de darle patadas y empujarla cuesta abajo varias veces. Un bajón enorme. Al día siguiente, Alec, su dueño, me comunicó que la bujía se había comunicado, se la había cambiado y arrancó a la primera. Esto me animó, aunque me pensé mucho lo de comprar una moto con arranque a pedal... No obstante, no es la primera moto así que he tenido, y el único día del puente de Andalucía que no había prevista lluvia, mis hijos y yo fuimos de nuevo a Aracena a por ella. Tras comprobar que arrancaba, hicimos el contrato y pago del precio estipulado, y me bajé con ella en marcha a Huelva sin mayor contratiempo que unos rebotes tremendos de la rueda trasera cuando pasaba de 100 km/h, por estar casi totalmente desinflada como descubrí a mi llegada a casa... paberme matao! Pero ¿cómo me pueden pasar estas cosas?
La bicha, descansando ya en mi garaje: