Mi hijo mayor, que cursa estudios de postgrado en Dos Hermanas, provincia de Sevilla, se trasladó a vivir durante los meses lectivos a casa de su abuela materna, sita en la misma localidad. Quiero creer que ambos se benefician mutuamente de la convivencia en común, aunque sé que uno de ellos aprovecha la simbiosis para mayor beneficio propio...
Para que no abuse del vehículo propio de la abuela, y pueda tener un mínimo de independencia en el apartado de la movilidad urbana -e interurbana-, decidimos que sería quizá conveniente que tuviera a su disposición la Piaggio Liberty 125 3V, conocida entre nosotros como "la motillo", para esos desplazamientos desde casa a la universidad, así como a las canchas de tenis y futbito donde desarrolla algunas actividades deportivas. Pero surgió el problema del traslado de la motillo hasta Dos Hermanas, dado que este pequeño vehículo no está pensado para recorrer esas distancias -unos 100 km desde Huelva-.
Llegué a buscar furgoneta de alquiler, que deseché por su elevado precio y disponibilidad poco conveniente. Mi amigo Antonio L. me ofreció la suya propia, pero prefiero no abusar así de nuestra amistad, salvo caso absolutamente necesario. Y quedaba la tercera opción: conducirla yo mismo en un viaje que preveía podía ser simpático, rocambolesco, posiblemente accidentado, y sobre todo aventurero.
Para no forzar la máquina, me propuse establecer una velocidad media sobre los 70 km/h, y además salir temprano para aprovechar el fresco de la mañana y que fuera más refrigerado el motor (teniendo en cuenta que es un motor muy sencillo refrigerado por aire). También programé una parada técnica para descansar el motor y mi espalda más o menos a mitad de camino.
Sobre las 10:30 estaba en ruta por la A-474 (evitando la autopista, claro), previo llenado absoluto del pequeño depósito de gasolina, hasta completar las siete rayitas que el aforador mide y se muestran en el display informativo. Enseguida alcancé la velocidad de crucero prevista, y creo que es la correcta, pues ya iba bastante revolucionada la pobre motillo, que aún no sabía lo que le esperaba.
Fui pasando por San Juan del Puerto, y rodeando Lucena del Puerto y Rociana del Condado.
Tenía mucho cuidado de no forzar, sobre todo en alguna cuesta arriba como la que me encontré rodeando Lucena. Salvo alguna recta más larga, yo iba tan feliz a ese ritmo, sobre todo porque había poco tráfico, y el clima acompañaba, fresco, pero no demasiado.
En Almonte decidí hacer la parada prevista, y me tomé un café con leche sentado en la terraza de un bar en la travesía. No quise tampoco que aquello se eternizara, por lo que pronto, y tras cambiar el agua al canario, arranqué de nuevo hacia Hinojos, Pilas, y Aznalcázar, llegando a Bollullos de la Mitación, donde giré a la derecha hacia Almensilla y Coria del Río, donde habría otra parada obligatoria para cruzar el río Guadalquivir en la famosa barcaza:
Ya quedaba muy poco para llegar al destino, pues pasado el trance acuático, Dos Hermanas estaba ya a tiro de piedra. En total unos 110 km, y aún quedaban tres rayitas del medidor de capacidad del pequeño depósito de gasolina de la Liberty, un consumo asombrosamente bajo que calculo entre los 3 y los 3'5 litros a los cien. Salvo un leve olorcillo a quemado cuando la aparqué en casa de la suegra, la motillo aguantó perfectamente, consumando así una curiosa experiencia que algún día tendré que repetir de vuelta, seguramente.
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